RELEVOS EN EL GABINETE PRESIDENCIAL. 3. FRANCISCO RAMÍREZ ACUÑA.

Sin duda, Francisco Ramírez Acuña, ahora ex secretario de Gobernación, fue una de las figuras más controvertidas del gabinete que Felipe Calderón integró en noviembre de 2006. Para muchos de los columnistas y articulistas que seguimos cotidianamente, su salida era previsible y, de hecho, suele haber coincidencia en las razones. De ello dan cuenta los siguientes 58 comentarios, el 11% de los 527 sistematizados.

Nos cuentan que la relación entre los diputados del PAN y Francisco Ramírez Acuña es cada vez más tirante. Los que hacen leyes le reprochan al secretario de Gobernación su falta de operación política. La sangre llegó ya al río. Yolanda Garmendia, diputada por Quintana Roo, aprovechó una reunión con el funcionario, celebrada hace algunas semanas, y se lo dijo en su cara: “Usted no opera”, soltó
Los que observaron la escena aseguran que el ex gobernador de Jalisco montó en cólera. “A mí no me van a decir cómo hacer mi trabajo. Yo ya gané una elección de gobernador”, reviró el jalisciense y, en lugar de conciliar, mandó a chambear a los diputados.
La legisladora no olvidó el asunto. En un encuentro reciente con Felipe Calderón, insistió no sólo sobre la falta de operación política del hombre de Bucareli, sino que lo acusó con el Presidente. “El secretario ya no supo qué decir”, nos aseguran.
Francisco Garfias, “Arsenal”, Excélsior, 22 de diciembre.

El otro secretario que se iría, según me dicen, pajarracos, es el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña. Ya hace un buen rato que el titular de Bucareli se había vuelto una carga pesada para el Presidente porque había perdido interlocución política con el Congreso y con los partidos. Si lo habían sostenido hasta ahora es por el compromiso político que tenía Calderón con él, por haber sido el primero que creyó en una candidatura presidencial que, en su momento, muchos despreciaron y desairaron.
En fin, pajarracos, en el juego de espejos que es la política, el Presidente decidió que era momento de hacer rodar las primeras cabezas en su equipo. En momentos de tensión, como el que se vive en el país, hay que entretener al respetable y darle un poco de sangre, como en el viejo circo romano, y lanzar a los primeros del gabinete a los leones. ¿Cuántas veces, en mis 600 años, he visto yo ese viejo truco, pajarillos?
El Duende Preguntón, “¿Sabe o no sabe?”. El Gráfico, 15 de enero.

POR AHÍ DICEN que no se puede descartar que haya más cambios en el gabinete presidencial.
NADIE QUIERE adelantar vísperas, ni mucho menos insinuar nombres de los candidatos al desempleo o a un honroso enroque a "otra responsabilidad".
SIN EMBARGO, por alguna extraña razón los enterados voltean a ver la hora al reloj chino de Bucareli... al ladito de la Secretaría de Gobernación.
F.Bartolomé, “Templo Mayor”, Reforma, 15 de enero.

Francisco Ramírez Acuña dejará de ser hoy, oficialmente, el secretario de Gobernación, versión que se dejó correr ayer sin que el gobierno federal haya intentado desmentirla o confirmarla.
Sin embargo, la agenda del hasta ayer Secretario de Gobernación y sus subsecretarios se canceló sin previo aviso, lo que originó un caos en la dependencia no sólo entre quienes tenían audiencia con alguno de los funcionarios, sino entre los propios trabajadores.
La certeza ayer por la noche era la "renuncia" de Ramírez Acuña al segundo cargo en importancia en el organigrama federal; la duda era si, efectivamente, el presidente Felipe Calderón, que tiene programado un mensaje hoy a las 8 de la mañana, nombraría a Juan Camilo Mouriño como el sucesor del jaliciense.
Hacerlo no implicaría sino formalizar un encargado que desde la oficina de la Presidencia de la República ya desempeñaba.
Adrián Trejo, “Engrane”, El Economista, 16 de enero.

Francisco Ramírez Acuña, quien destapó a Felipe Calderón como candidato del PAN a la Presidencia, “renunció” a Gobernación.
Se dijo anoche en Segob que lo sustituirá hoy Juan Camilo Mouriño.
Y que al entonces secretario le dieron el cargo, pero el poder “se lo llevaron a Los Pinos”.
Que a pesar de que “todo el mundo metía las manos en los asuntos”, hubo resultados.
Pero parece que no fueron suficientes...
Pepe Grillo, Crónica, 16 de enero.

El segundo cambio en el gabinete de Felipe Calderón llegó y se trata del ahora ex secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña. ayer desde temprana hora fuentes de Los Pinos y del Palacio de Covián notificaron el cambio a esta columna, el ex gobernador de Jalisco dejó el despacho de Bucareli, cargo que reclamó y obtuvo para sí después de que el 29 de mayo de 2004 tuvo la osadía de “destapar” como candidato presidencial del PAN, a quien en ese momento era secretario de Energía, lo que dio lugar a un regaño de Vicente Fox, a la renuncia de Calderón, a la obtención de la candidatura blanquiazul y a la llegada a Los Pinos haiga sido como haiga sido, según palabras del hoy Presidente.
Pagada aquella factura y al cabo de un año, Ramírez Acuña se va de Gobernación por su ineficacia política. Ésta es atribuible, sin duda, a las características de un político que más bien ha sido gris. No debe perderse de vista, sin embargo, que ese color grisáceo es atribuible también a la propia Secretaría de Gobernación, institución a la que, desde el gobierno de Carlos Salinas y a lo largo de los de Ernesto Zedillo y Vicente Fox, le fueron quitando los dientes, las atribuciones de control político y las funciones coercitivas y de espionaje que hacían de esa posición la más importante del gabinete. Es más, el propio Calderón llegó a decir, al inicio de su mandato, que la política-política se haría desde Los Pinos. De manera que Ramírez Acuña ha sido durante este año un funcionario gris en una institución igualmente gris.
Raúl Rodríguez Cortés, “Gran angular”, El Gráfico, 16 de enero.

Fue una tarde de otoño de 2006 en una residencia en Las Lomas de Chapultepec. El nombramiento de Francisco Ramírez Acuña como secretario de Gobernación era inminente. Juan Camilo Mouriño comentaba a un grupito de panistas que el ex gobernador de Jalisco podría durar en su cargo “tres días, tres meses, tres años o todo el sexenio”, pero lo importante en ese momento era enviar al país un mensaje de firmeza.
Ramírez Acuña deja el cargo 13 meses después de que lo asumió. Se va como llegó. Nada para recordarlo. La tan cacareada firmeza del jalisciense no se vio. Tampoco mostró sentido político, aunque eso ya se sabía. Nunca logró erigirse en interlocutor válido para los partidos. Los moderados del PRD no lo pueden ni ver. Los priistas no lo tomaron en cuenta.
Francisco Garfias, “Arsenal”, Excélsior, 16 de enero.

TODAVÍA UNA HORA… antes de que se hiciera el anuncio oficial en Los Pinos sobre el cambio de estafeta en Gobernación, Francisco Javier Ramírez Acuña daba sus últimas patadas de ahogado peleando por mantenerse en el cargo, y cuando ya ese alegato perdió razón de ser, adujo la injusticia de la decisión con el reclamo de que no se le daba otro sitio dentro del equipo de gobierno…
Leopoldo Mendívil, “Crónica Confidencial”, Crónica, 16 de enero.

"El rudo", como se le llegó a considerar a Ramírez Acuña, no lo fue tanto; las deficiencias de su actuación se hicieron sentir durante las negociaciones de las reformas electoral y penal, de las que fue excluido, pero sobre todo en cuestiones de seguridad cuando el EPR reapareció y explotó ductos de Pemex.
A diferencia de lo que ocurrió con Beatriz Zavala, que fue incorporada al CEN del PAN y regresó a su escaño como senadora, el destino inmediato de Ramírez Acuña no fue revelado.
Adrián Trejo, “Engrane”, El Economista, 16 de enero.

La más elemental percepción y los rumores convertidos ayer en clamor, que referían no sólo la presentación de la renuncia de Francisco Ramírez Acuña a su encumbrado puesto en la administración “calderonista” sino, incluso, la aceptación de la misma y el nombramiento del mexicano-español para relevarlo, revelaban una jugada política con el fin de posicionar a éste por si no lo estaba ya como un actor de primerísimo nivel de cara a la próxima elección presidencial.
Enrique Aranda Pedroza, “De naturaleza política”, Excélsior, 16 de enero.

A la hora de cerrar esta columna corría con fuerza el rumor de que Francisco Ramírez Acuña dejaría la Secretaría de Gobernación y en su lugar quedaría Juan Camilo Mouriño, el más favorito de los favoritos, el más íntimo de los íntimos. El ex gobernador de Jalisco nunca debió llegar a Bucareli, y su designación fue un claro pago por la apuesta hecha al destapar en un rancho tapatío al michoacano que parecía tener pocas posibilidades de ser siquiera candidato, no se diga presidente, de tal manera que su destitución parece justa y necesaria. Pero sería un despropósito rotundo ocupar ese cargo con el madrileño que ejerce funciones informales de virrey, Iván el Fino, el hombre por cuyo escritorio pasan todos los asuntos delicados (incluyendo los muy delicados) y que es el eje operativo de los diversos planes que pretenden trasladar la riqueza nacional a manos empresariales nacionales y extranjeras, sobre todo de sus paisanos españoles (la reconquista de México).
Julio Hernández López, “Astillero”, La Jornada, 16 de enero.

Y nos recuerdan que al triunfo de Calderón Hinojosa nadie consideraba a Francisco Ramírez Acuña para ocupar la titularidad de Gobernación, con todo y que el entonces gobernador de Jalisco fue el primer político en abrir sus cartas a favor de la candidatura presidencial de Calderón. Al final de cuentas, nadie le vio tamaños al jalisciense para esa posición y resultó que el puesto le quedó grande, era demasiado aldeano par “jugar en liga mayor”.
Ubaldo Díaz, “Escenario Político”, Crónica, 17 de enero.

El destape de Calderón no sólo le valió una regañiza del entonces Presidente al gobernador de Jalisco, sino que motivó la renuncia del hoy jefe del Ejecutivo a la Secretaría de Energía.
Esta acción comprometió a Calderón; el propio Ramírez Acuña, en su discurso de despedida, ayer en Los Pinos, le recordó al Presidente que fue él quien lo vio "como el líder que necesitaba México", lo cual fue desde luego un reproche por su remoción.
Adrián Trejo, “Engrane”, El Economista, 17 de enero.

En su mensaje de despedida de su cargo, ayer, en Los Pinos, Francisco Javier Ramírez Acuña dijo que “... desde siempre estuve convencido que usted, señor Presidente, era el líder que debía conducir los destinos de todos los mexicanos...”, como para que Calderón recordara aquel evento, en Guadalajara, donde el entonces gobernador jalisciense lo destapó como precandidato panista, “y ahora me dejas como si fuera yo... cualquier cosa”, consignó, pero entre líneas... Segundos después, el ya ciudadano común Ramírez Acuña agregó que entregaba “una Secretaría de Gobernación que ha podido resolver escenarios de conflicto y de desastre, con eficiencia y oportunidad, tareas reconocidas por la Organización de las Naciones Unidas”, cuando fue sabido de sobra que la tarea de protección civil de esa Secretaría falló de nuevo en la entrega de ayuda a los damnificados de Tabasco y Chiapas... Luego aseguró que “... pudimos rescatar la figura presidencial”..., ¿en Gobernación?... ¿Y él?... ¿Qué no ha sido el propio Calderón el responsable de esa tarea?... Finalmente, “cumplimos plenamente sus instrucciones de atender a todos los actores políticos y niveles de Gobierno”... Pero nada especificó sobre los resultados —¡el meollo del asunto!— que tienen la política patas p’arriba excepto en el Legislativo, donde el ex diputado Calderón fue quien hizo la tarea...
Leopoldo Mendívil, “Crónica confidencial”, Crónica, 17 de enero.

¿Qué hacía entonces Ramirez Acuña desde Bucareli?
En realidad, muy poco. El jalisciense nunca entendió la verdadera función de un secretario de Gobernación y se limitó a actuar como capataz de rancho. Su nombramiento fue una recompensa política y hasta ahí. Desde nuestros Archivos del 5 de julio pasado, preguntamos:
“¿Es este el secretario de Gobernación que necesita Calderón en tiempos de negociaciones políticas y de intenso diálogo con las fuerzas partidistas, en busca de reformas inaplazables? Parece que no. Aún más: a Ramírez Acuña lo ven con desconfianza, no sólo en el PRD, sino entre algunos sectores del PRI”.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 17 de enero.

El anterior titular de esa dependencia, Francisco Ramírez Acuña, no hizo caso o no vio las señales: primero le retiraron las funciones relacionadas con seguridad nacional, luego perdió la interlocución con los partidos políticos y el Congreso de la Unión, y hasta la atención a los afectados por desastres, pues la coordinación federal se encomendó a la también defenestrada secretaria de Desarrollo Social Beatriz Zavala, quien al menos tiene el consuelo de regresar al Senado y a un cargo en el PAN
Miguel Ángel Rivera, “Clase Política”, La Jornada, 17 de enero.

La realidad es que el presidente Felipe Calderón Hinojosa ya se había tardado en el relevo de Francisco Ramírez Acuña en la Secretaría de Gobernación, pues desde hace unos seis meses -por no decir que desde diciembre de 2006-, su nombramiento fue criticado porque era obvio para la opinión pública que con esa acción el primer mandatario estaba pagando algunos "favores políticos".
Efectivamente, en la lucha por la candidatura presidencial, del albiazul, Francisco Ramírez Acuña, entonces gobernador de Jalisco, destapó a finales de mayo de 2004 a Felipe Calderón en Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco, aun a costa de enfrentarse al entonces presidente Vicente Fox, quien calificó de imprudente y fuera de lugar el destape del entonces secretario de Energía, y hasta quiso "regañarlo". Ramírez Acuña respondió como hombrecito, le espetó a Fox que él no recibía órdenes ni mucho menos regaños de nadie, "sólo de los jaliscienses". Sin duda alguna, esa actitud le encantó a Calderón, por lo que cuando ganó la presidencia lo primero que hizo fue pensar en Ramírez Acuña para integrarlo al gabinete como secretario de Gobernación, y probablemente para perfilarlo a la candidatura a la presidencia en el 2012, comentamos en este espacio en su oportunidad. Sin embargo, para nadie era un secreto que Ramírez Acuña no tenía la "estatura" para el cargo político en el gabinete, lo cual se comprobó en los primeros días del nuevo sexenio.
Luis Soto, “Agenda confidencial”, El Financiero, 17 de enero.

Que la suerte de Francisco Ramírez Acuña terminó en septiembre, cuando el presidente Calderón lo llamó para pedirle más información sobre los atentados del EPR, y el secretario de Gobernación mal hilvanó un reporte con el ruido de fondo de algo parecido a una fiesta.
Probablemente por eso, el viernes pasado, en una reunión en Los Pinos, Mouriño le echó en cara una muy preocupante falta de resultados en materia de seguridad.
Y también probablemente por eso, Ramírez Acuña dijo “no, gracias”, a la propuesta que se le hizo para hacerse cargo de la embajada en Santiago de Chile.
“Trascendió”, Milenio, 17 de enero.

Hace no mucho tiempo, por ahí de noviembre del año pasado, empezó a perfilarse en el primer círculo del presidente Felipe Calderón el relevo que ayer se concretó en la Secretaría de Gobernación. Por esos días, cuando ya en el primer equipo de Los Pinos se veía como necesaria la salida de Francisco Ramírez Acuña, uno de los hombres más cercanos del Presidente, que hoy despacha en un partido, comentó en una reunión en corto: “¡Que le entre Juan Camilo, que se meta a los chingadazos de verdad! Es muy cómodo operar tras bambalinas y con el velo protector de la Presidencia, pero que le entre a la operación real, que se vaya a Gobernación”.
A partir de ayer, Juan Camilo Mouriño, el ex jefe de la Oficina de la Presidencia, se convirtió en secretario de Gobernación —el más joven, por cierto, en la historia reciente— y le entrará a “los chingadazos de verdad” de los que hablaba aquel calderonista de primer nivel. Mouriño no será más el operador que se mueve en las sombras, que negocia en la tenebra y que ejerce, sin tenerlas, las funciones del principal interlocutor político del Presidente y del gobierno
Salvador García Soto, “Serpientes y escaleras”, El Universal, 17 de enero.

Al retirarse contra su voluntad de Bucareli, el ex gobernador de Jalisco Francisco Ramírez Acuña no se ahorró recordar a quien lo nombró y ahora lo despide la antigüedad de su apoyo a su aspiración presidencial. En efecto, en mayo de 2004 el ahora político en desgracia presentó al entonces secretario de Energía -que lo fue sólo por 48 horas más después de aquel lance- como su candidato a la Presidencia de la República, en un rumboso mitin efectuado en el rancho de Abraham González, que seguramente a esta hora habrá dejado de ser subsecretario de Gobernación.
En aquel momento, Mouriño era subsecretario de Electricidad en el ministerio que Calderón encabezó por sólo unos meses. Se aducía entonces como razón para que ejerciera ese cargo su experiencia legislativa. En efecto, como diputado en la LVIII Legislatura, había encabezado la Comisión de Energéticos pero no hay en esos años registro de alguna iniciativa o dictamen que mostrara las capacidades del legislador en esa materia. Más bien se le había asignado ese cargo por la presencia de su familia en el mercado de combustibles en la península de Yucatán, donde el Grupo Energético del Sureste, fundado por Carlos Mouriño Atanés, pionero de la reconquista española de la economía mexicana, era ya una presencia dominante.
El tránsito de Mouriño a un cargo en el gabinete tiene un ángulo positivo. Como secretario de Gobernación ejercerá atribuciones sobre las que rendirá cuentas, a diferencia del privilegio que lo acompañaba como virtual vicepresidente de la República.
Miguel Ángel Granados Chapa, “Plaza Pública”, Reforma, 17 de enero.

El señor Ramírez Acuña —por su parte—, quien en su despedida invocó el aval de las Naciones Unidas para su grisácea gestión, tampoco le devolvió la dignidad al Palacio de Covián, aun cuando en incomprensible declaración haya unido a sus imaginarios méritos una misteriosa conquista: “pudimos rescatar la figura presidencial”.
—¿Pudimos? ¿Quiénes y cómo?
Francisco Ramírez Acuña se ha despedido del cargo con una engañifa del tamaño del mundo, la cual guarda las mismas características del resto de su trabajo. De acuerdo con su muy vanidosa declaración la aceptación popular hacia Felipe Calderón, cuya graduación miden los especialistas en casi un sesenta por ciento, se debe a sus altos méritos lo cual podría ser un contrasentido suficiente para anular su remoción disfrazada de comprensiva actitud ante la urgencia de atender sus asuntos personales.
Rafael Cardona, “El cristalazo”, Crónica, 17 de enero.

Todos sabemos que Francisco Ramírez Acuña se ganó un sitio en el gabinete cuando destapó a Felipe Calderón en el curso de una comilona en su rancho de Jalisco. Fue un gesto audaz que lo catapultó a las grandes ligas. Se la jugó con Felipe cuando nadie daba un quinto por el michoacano. Fue justo, en consecuencia, que se le ofreciera una secretaría de Estado. Que le hayan dado Gobernación fue, como después se confirmó, excesivo y erróneo. ¿Quién se equivocó, Felipe o el propio Francisco? Ambos fallaron.
Desde el arranque de su gestión, Calderón mandó el mensaje, inequívoco, de que la relación con las fuerzas políticas se manejaría desde Los Pinos. De manera paulatina, pero inexorable, Ramírez se fue quedando fuera de las jugadas importantes. Incluso en el área de la atención a los desastres naturales, Calderón se quedó con todas las fichas. Es paradigmático el caso de las inundaciones en Tabasco, donde el mandatario desplegó una campaña de promoción política personal, sin dejar ni una rendija para que apareciera el secretario de Gobernación.
Ramírez cobró notoriedad en los medios nacionales por su confrontación con los globalifóbicos. Era conocido por mantener un trato más que áspero con los integrantes de la oposición. A pesar de tener expedientes abultados en materia de derechos humanos y una deficiente interlocución con la clase política, de un día para otro apareció en la Secretaría Gobernación. Se va sin dejar huella. Nadie lo extrañará.
Juan Manuel Asai, “Códice”, Crónica, 17 de enero.

El sector empresarial de Jalisco se mostró sorprendido con el relevo del exsecretario, Francisco Ramírez, en la Secretaría de Gobernación. Su coordinador, Javier Gutiérrez, mencionó que otros secretarios de Estado no hacen su labor y deben ser relevados, como el caso del titular de Economía, Eduardo Sojo por el poco estímulo a los productores mexicanos o bien el de Hacienda, Agustín Carstens, quien con el IETU afectó a los pequeños y medianos empresarios
“Días Políticos”, El Economista, 17 de enero.

Pero, ¿no habría sido mejor que, en vez de mandar a la base de datos a Ramírez Acuña, que ya hacía falta, el moche de cabezas hubiera empezado por ese engendro llamado Carlos Hermosillo de la Conade? Un petimetre que logró el retiro de Ana Guevara, la última gloria nacional, quien cometió el error de señalar lo que todos sabemos: que el deporte en México está más decaído que las operaciones estéticas de bubis en Estados Unidos por culpa de la recesión.
Ya, échenle algo que si mata cucarachas, qué no matará.
Jairo Calixto Albarrán, “Política cero”, Milenio, 17 de enero.

Desde mediados de 2007 se empezó a especular sobre la renuncia de Ramírez Acuña, por haber demostrado en tan corto tiempo un grado avanzado de ineptitud; después se descubrió que además de inepto era desleal al presidente Felipe Calderón; en septiembre, cuando arreciaron las críticas a la exparejita presidencial (Marthita y Vicente) por el presunto enriquecimiento explicable, el secretario de Gobernación tuvo la ocurrencia de declarar que él "metía las manos al fuego por Vicente Fox". A pesar de las múltiples torpezas políticas que cometió el año pasado, en Los Pinos habían girado instrucciones a los comunicadores del gobierno para "que lo acuerparan", lo que fue interpretado por los sospechosistas como una obsesión del presidente por "pagarle el levantón de mano", el destape, pues.
La interrogante es por qué Calderón aguantó tanto tiempo a Ramírez Acuña. Algunos analistas bisoños opinan que como el verdadero secretario de Gobernación era Juan Camilo Mouriño, no había urgencia por despedirlo. Pues entonces hubieran dejado que aquél siguiera "nadando de a muertito" unos meses más, mientras la "gente chiquita" del primer círculo del presidente Calderón crecía, opinan los observadores políticos. Los milagros políticos no existen, reviran los malosos, por lo que daba lo mismo hoy que dentro de un año, agregan.
Luis Soto, “Agenda confidencial”, El Financiero, 17 de enero.

Por lo pronto, un dejo de molestia, por no decir algo más que enojo, es el ánimo del grupo de Francisco Ramírez Acuña, el mismo que arropó a Felipe Calderón cuando en un desafío al foxismo decidió armar prácticamente de la nada la candidatura presidencial del michoacano.
El sentimiento de que no hubo reciprocidad a la lealtad del grupo tapatío está a flor de piel entre quienes están convencidos de que Francisco Ramírez Acuña hizo lo que le pedía Felipe Calderón.
Están decepcionados porque se confirmó que literalmente al grupo tapatío no le dieron tiempo de montar en su caballo. Algunos se enteraron apenas el lunes de que don Pancho ya no estaba en los planes de la República calderonista.
Quizá por eso el mensaje del propio Ramírez Acuña, quien al entregar la oficina a Mouriño aseguró que algo que hizo fue rescatar la figura presidencial.
Jesús Sánchez, “Recuento Político”, El Financiero, 17 de enero.

Por un lado, no se deben preguntar las razones por las que Francisco Ramírez Acuña dejó Gobernación, porque ésas están a la vista de todos. En todo caso la interrogante de fondo debiera ser otra —que aquí y en muchos espacios se formuló en su momento—: ¿por qué llevarlo a esa estratégica posición, si sus limitaciones eran conocidas por todos? Hoy queda claro que la llegada de Ramírez Acuña a la casona de Covián no fue más que el pago de una factura de Calderón al amigo que se la jugó con él desde el gobierno de Jalisco.
Y si Calderón le prestó Gobernación a su amigo por sólo 13 meses, el señor Francisco Ramírez Acuña nunca entendió que él debía poner su parte si pretendía mantenerse. Así, en esos 13 meses Gobernación no existió y, cuando debió aparecer, lo hizo mal. Queda claro que en tanto político, Felipe Calderón es un hombre agradecido, que siempre paga los favores recibidos. Pero también está a la vista de todos que ese pago lo hace a costa de todos los ciudadanos. Muy caro salió a los ciudadanos el señor Ramírez Acuña, más allá de declaraciones interesadas
Ricardo Alemán, “Itinerario Político”, El Universal, 17 de enero.

Hay varios cálculos en el movimiento estratégico que ayer concretó Calderón. El primero es la necesidad inaplazable que tenía de contar con un secretario de Gobernación. Francisco Ramírez Acuña había dejado de serlo en la práctica. El Congreso no hablaba con él, lo descalificaban en público y no le reconocían nivel de interlocución. La violencia generada por el narcotráfico lo había rebasado completamente y la seguridad nacional se le fue de las manos —si alguna vez la tuvo—, cuando con diferencia de meses el EPR le estalló bombas en instalaciones estratégicas de Pemex en el Bajío y Veracruz, en atentados que tuvieron costos elevados en lo económico y en lo político
Salvador García Soto, “Serpientes y escaleras”, El Universal, 17 de enero.

En el palacio de gobierno, donde despacha Emilio González Márquez, se oyó un fuerte ¡noooooo! Y es que el gober de telenovela, como llaman al jalisciense, sabe que ahora que no tenga chamba, Paco estará de ocioso en su natal Jalisco y tendrá más tiempo para hacerle travesuras. A propósito pajarillos, ¿alguno de ustedes me podría explicar por qué el presidente Calderón sí le dio una salida elegante, un huesito en el PAN, a Beatriz Zavala y por qué a Ramírez Acuña lo mandaron a “atender asuntos personales” a su casa? Porque hasta donde me dicen, al pobre de Paquito no le ofrecieron nada, ni una comisión, ni un cargo honorario, vaya ni siquiera una embajada en Tumbuctú, para que no se viera tan feo que lo quitaron de Gobernación
El Duende Preguntón, ¿Sabe o no sabe?, El Gráfico, 17 de enero.

Para encarar la ráfaga de críticas que cayó sobre su desempeño en los rubros de negociación y operaciones de inteligencia, Francisco Ramírez Acuña se preparó su blindaje verbal: que entrega una Segob veloz y dinámica en casos de conflicto y desastre; obedeció todas las instrucciones del Presidente, cuya figura “rescató”; respetó los derechos humanos y se va del despacho de Bucareli por prioridades personales
“Frentes Políticos”, Excélsior, 17 de enero.

Pero, evidentemente, no se puede hablar de este cambio sin preguntar: ¿cuáles fueron los errores (garrafales muchos) de Ramírez Acuña? Al inicio del sexenio, Gobernación dio la orden para que se dejaran de transmitir los anuncios sobre la legitimidad de Andrés Manuel. Después, en septiembre, encontramos el incidente con el mensaje de la presidenta de la Cámara, Ruth Zavaleta, por parte del Cepropie. Más adelante, con el escándalo Fox, hasta “las manos en el fuego metía por él”..., de lo cual se arrepintió después y en pocas palabras le dijo que “calladito se ve más bonito”. Pero, sin duda alguna, la peor ineficiencia de Ramírez Acuña está en el terreno de la inteligencia (y me refiero a la inteligencia del Estado, no la “suya de él” aunque…): ahí en donde él fue incapaz de manejar eficazmente las amenazas a la seguridad que ha representado el narco y particularmente los atentados a instalaciones estratégicas, por el Ejército Popular Revolucionario
Yuriria Sierra, “Nudo gordiano”, Excélsior, 17 de enero.

Y desde mediados de agosto, durante los días del huracán Dean y tras las reuniones de evaluación y apoyo a la costa maya celebradas con todos los integrantes del gabinete presidencial, escribimos:
“Chetumal pudo haber sido la despedida de Francisco Ramírez Acuña como secretario de Gobernación. Se le veía distante, aislado, abatido. El Presidente ya ha tomado seguramente la decisión. El evidente vacío de autoridad que hay en Gobernación podría abrir la puerta para los primeros ajustes del gabinete presidencial”.
Porque, a pesar de que las decisiones importantes y de alto riesgo se tomaban en Los Pinos y que Ramírez Acuña solamente firmaba acuerdos de protocolo, se le mantuvo hasta el final de 2007. Cenó pavito y recibió aguinaldo. Sabía que su salida era inminente.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 17 de enero.

La renuncia de Francisco Ramírez Acuña a la titularidad de la Secretaría de Gobernación (Segob), confirmada ayer, es por sí misma una buena noticia, toda vez que el también ex gobernador de Jalisco carecía de los atributos indispensables para ejercer ese cargo y habida cuenta que llegó al Palacio de Covián con una trayectoria preocupante por los excesos represivos y las violaciones a los derechos humanos cometidos durante su mandato en aquella entidad.
Cabe preguntarse ahora si Juan Camilo Mouriño, su sucesor, será capaz de revertir la disminución institucional que ha experimentado Gobernación durante las administraciones anteriores y en lo que va de la presente. A este respecto, cabe recordar que ayer al entregar el cargo Ramírez Acuña sostuvo que durante su gestión ocurrió un “rescate de la figura presidencial”. Por más que el aserto resulte cuestionable, y aunque la propia salida del ex funcionario sea un indicador de incumplimiento de las misiones encomendadas, Ramírez Acuña puso, acaso sin proponérselo, el dedo en la llaga: el trabajo de la Secretaría de Gobernación no es cuidar la imagen del Presidente –para eso hay personal más que sobrado en Los Pinos–, sino procurar la gobernabilidad del país, articular políticas de Estado en diversos terrenos, preservar la paz social y buscar las concertaciones y las mediaciones con las distintas fuerzas políticas, sociales y económicas.
Editorial, La Jornada, 17 de enero.

En el discurso inaugural de Juan Camilo Mouriño como secretario de Gobernación hay elementos que sugieren las razones del Presidente para destituir a Ramírez Acuña. "De acuerdo a las instrucciones que hoy recibo del Presidente de la República, buscaré seguir promoviendo el diálogo y el acuerdo entre los Poderes de la Unión, particularmente con el Congreso a fin de avanzar en las reformas necesarias para el país. De inmediato, señor Presidente, estableceré los contactos permanentes y mantendré abiertos todos los canales de diálogo para favorecer el entendimiento, la colaboración y la construcción de acuerdos".
El mensaje es que Ramírez Acuña había dejado de ser un interlocutor eficaz con los grupos políticos de nuestro país y en especial con los líderes del Congreso y que la labor de Mouriño será reconstruir el diálogo. Con las funciones disminuidas de la Secretaría de Gobernación en estos tiempos -un ministerio del interior sin policía y sin fuerza política propia- la capacidad de diálogo del secretario de Gobernación depende completamente de su peso político personal o de su cercanía con el Presidente. Mouriño no tiene, hasta ahora, un peso político personal, pero sí es el colaborador más cercano al presidente Calderón. Cuando se negocie con él, cuando menos se sabrá que se está negociando con el Presidente.
Sergio Sarmiento, “Jaque Mate”, Reforma, 17 de enero.

Esto es, más o menos traducido al español, lo que han dicho los detractores de Juan Camilo Mouriño, el flamante nuevo secretario de Gobernación, instituto que parecía más inútil que el Chelito Delgado en el Cruz Azul. Jugador que hoy, desde Francia, anuncia que, como las chachas, “no se halla”. Quizá sea éste el único caso de un argentino que padece el mexicanísimo síndrome del Jamaicón. Con su rústico estilo, Ramírez Acuña no resolvía broncas, las propiciaba.
Jairo Calixto Albarrán, “Política Cero”, Milenio, 17 de enero.

Y en Jalisco, nos aseguran que el despido de Francisco Ramírez Acuña alarmó a la clase política de Guadalajara, pero no por el sentir pena por su ex gobernador, más bien porque mantiene un poderoso grupo político en el estado, que mantiene a raya al gobernador Emilio González Márquez.
Ubaldo Díaz, “Escenario Político”, Crónica, 18 de enero.

Fuentes cercanas a Francisco Ramírez Acuña aseguran que el ex gobernador de Jalisco quedó muy molesto por su remoción de la Secretaría de Gobernación. Dicen que en un afán de hacer el relevo lo más terso posible, y al más puro estilo priísta, le ofrecieron desde Los Pinos las embajadas de Alemania, Chile o Venezuela. Las tres ofertas las rechazó y optó por tomar unas vacaciones largas, y a su regreso atenderá los múltiples intereses privados que tiene en Jalisco
Raúl Rodríguez Cortés, “Gran angular”, El Gráfico, 18 de enero.

Desde entonces, se tejió la leyenda de la fortaleza, vía gratitud, de Ramírez Acuña, que se confirmó con su arribo a Gobernación pero se fue desmoronando con su gestión y el esquema de la Oficina de la Presidencia creada para Juan Camilo Mouriño, su sucesor.
El mensaje que ha enviado este Presidente es que, por encima de las “gratitudes”, tiene que estar el ejercicio de gobierno y su funcionalidad.
Ya todos lo saben, a todos les consta.
Para que anden cantando amistad y favores.
Joaquín López Dóriga, “En privado”, Milenio, 18 de enero.

QUIZÁ por el tono nostálgico del tango, Francisco Ramírez Acuña escogió un rincón argentino en Polanco para despedirse de sus más cercanos colaboradores.
AL RITMO de "Por una cabeza", el ahora ex secretario de Gobernación hizo un recuento de lo que llamó sus logros, destacando en primer lugar el haber enfrentado a Vicente Fox para que le bajara a su protagonismo. Aaaaah...
TAMBIÉN se jactó de haber apagado el movimiento de la APPO, de atender oportunamente las tragedias de Chiapas y Tabasco, y de mantener la gobernabilidad del país mediante el diálogo con gobernadores y alcaldes de todos los partidos. Otra vez: aaaaah...
POS SIENDO ASÍ... lo vamos a echar de menos.
F. Bartolomé, “Templo Mayor”, Reforma, 18 de enero.

El primer frente frío le llegó a Ramírez Acuña entre finales de septiembre y principios de octubre. Fue justo después del segundo ataque del EPR cuando el Presidente rompió la liga con el secretario de Gobernación. Después de eso los fríos comenzaron a sentirse frecuentemente en Bucareli. Primero fueron las reuniones del gabinete de seguridad, que el secretario dejó de presidir; luego la agenda política con el Congreso, de la que quedó aislado; el Presidente comenzó, cada vez más, a acordar directamente con los subordinados del secretario sin pasar por el Palacio de Cobián. Ramírez Acuña terminó reducido a director de Protección Civil y convirtió al desastre tabasqueño en su actividad casi única, hasta que un día llegó Mouriño y le pidió su renuncia. El secretario guardó las formas y dijo que sólo se la entregaría al Presidente. Así fue y se fue.
Diego Petersen Farah, Milenio, 19 de enero.

Le escribo entre paréntesis que la vida tiene curiosos giros. Felipe Calderón era secretario de Energía cuando Francisco Ramírez, entonces gobernador de Jalisco, lo destapó para la candidatura panista a la Presidencia de México, echándole a perder sus planes al presidente Fox. Dichos planes, pésimos por cierto, se tejían, como usted sabe, en torno a imponer como candidato y Presidente a Santiago Creel, entonces secretario de Gobernación y favorito de Televisa y de Vicentillo.
Después del destape a cargo del gobernador Ramírez el presidente Fox regañó públicamente y despidió al secretario Calderón por no cumplir sus órdenes de mantenerse como paleta helada en el refrigerador de Creel y dedicarse 100 por ciento a producir y vender petróleo para mantener llena la caja chica del foxato. Igual esta semana el presidente Calderón despidió a los secretarios Ramírez y Zavala por no seguir sus instrucciones y no aplacarle a los pobres y a los grillos para que él se pueda dedicar a imponer reformas convenencieras y a recaudar para la misma caja chica de antes.
Cuando corrió a Calderón, Fox no pudo correr al verdadero culpable, que fue el alzado Ramírez. Pero el tiempo le hizo justicia al señor de la señora Marta a través, paradoja de paradojas, del propio "hijo desobediente" que, por desobedecerlo a él (a Calderón), corrió a quien verdaderamente le desobedeció al otro (a Fox), que fue el ex gobernador y ex secretario Ramírez. De nada valió ahora que, para efectos prácticos, el "auténtico hijo desobediente" haya sido el virtual factor de la Presidencia de Calderón.
Felipe Díaz Garza, Reforma, 19 de enero.

Ya en retirada, con un alijo de sus pertenencias en la mano, Ramírez Acuña le dijo a todo el que tenía oídos para escucharlo que Calderón lo puso en Gobernación, pero no le dio el poder, sino que todo se lo llevó a Los Pinos, lo cual explica la falta de resultados, o peor aún, un año perdido en la estratégica dependencia.
Aurelio Ramos Méndez, “Contraluz”, Crónica, 19 de enero.

El segundo corrido, Francisco Ramírez, fracasó en promover el diálogo del gobierno, más bien: del Presidente del gobierno con los grupos y partidos políticos mexicanos, en particular con los líderes del Congreso. Calderón necesita ese diálogo y el apoyo de los factores políticos para legitimar su gobierno, sacar adelante sus proyectos legislativos y ganar para el PAN las elecciones de su medio término. Así espera el mandatario gobernar, con el camino alfombrado hacia otro régimen presidencial panista.
Felipe Díaz Garza, Reforma, 19 de enero.

En ese ajuste de sus deudas, el presidente empezó por los que fueron sus aliados de campaña. Francisco Ramírez Acuña es el más reciente acreedor político al que Calderón le termina de pagar el favor que le debía y le cancela el pagaré que lo había llevado a ocupar el despacho de la Secretaría de Gobernación. La deuda con el jalisciense que lo apoyó y financió en su etapa de campaña está saldada.
Salvador García Soto, “Serpientes y Escaleras”, El Gráfico, 19 de enero.

Me atengo a la pregunta más cara de los reporteros: ¿Por qué? Porque a Felipe Calderón le importa la crítica y rectifica. Pero a diferencia de su antecesor, no entrega cabezas en charola de plata ni a la menor provocación. Porque en Los Pinos caló la evaluación del primer año: un gabinete gris, desconocido, irrelevante. Caló la excepción de Josefina Vázquez Mota en la SEP, a pesar de Elba Esther Gordillo. Y caló profundo el contraste: el alter ego del Presidente no existía para el gran público. Sin embargo, el golpeteo del pequeño círculo de los informados, de los politizados, de los que hacen ruido, iba en ascenso. Un dato: a raíz de una petición interesada, el Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) le ordenó a Calderón algo que en buen castellano daba al traste con la operación sigilosa y ajena al escrutinio que venía realizando Juan Camilo: difundir su agenda.
Todo eso contó en la decisión de concretar la salida de Francisco Ramírez Acuña, susurrada en los corrillos gubernamentales desde mediados de 2007. Contó porque Calderón y Mouriño llegaron a diciembre con un escaneo panorámico y microscópico de sus interlocutores parlamentarios. Intercambiaron pepitas de oro por espejitos, con Manlio Fabio Beltrones y con el perredismo. Pero no fueron chamaqueados. El Presidente y su flamante titular de la Segob calcularon los costos. Pagarían la factura de sacar del aire los spots con sus imágenes y la de darle cuello a los consejeros del IFE, pero en recompensa romperían la parálisis legislativa. Y eso abonaría a favor de algo que pesa mucho en el estilo calderonista: empujar la percepción de que hay Presidente.
Ivonne, Melgar, “Retrovisor”, Excélsior, 19 de enero.

Más allá de estilos personales y las formas sumamente priistas del ex secretario de Gobernación, hay, creo, dos temas que ayudan a explicar el fracaso de Ramírez Acuña al frente de la secretaría. La primera fue la falta de un equipo sólido que estuviera al nivel de lo que requería la operación de una secretaría de ese tamaño. Ramírez Acuña apostó más por la fidelidad de sus colaboradores que por el conocimiento. Los colaboradores a su vez confiaban, quizá demás, en la experiencia de su jefe. A la postre quedó claro que ni uno ni los otros tenían las habilidades necesarias y los problemas, o les pasaban de noche, o les reventaban en la cara.
El otro gran tema tiene que ver con la velocidad. Ramírez Acuña, hombre chapado a la antigua, no entendió nunca la prisa de Calderón. El Presidente y su equipo tienen un sentido de urgencia que no se reflejaba en Gobernación. Ramírez Acuña se parece más al viejo abogado que al joven ejecutivo. Desde sus épocas de gobernador prefería la agenda pausada, los cafés eternos y las comidas largas, sin prisas, donde tejía poco a poco los acuerdos políticos. Los niños de Calderón tienen otra velocidad. Mientras Ramírez Acuña apenas iba, Mouriño ya venía de regreso y siempre lo agarraba de frente.
Diego Petersen Farah, Milenio, 19 de enero.

Si el nombramiento de Francisco Ramírez Acuña respondía al compromiso de pagar "el destape" de Felipe Calderón, la ineficiencia y la ineficacia mostradas por el ex gobernador de Jalisco le puso en charola de plata al presidente de la República la posibilidad de removerlo
El bajo perfil de Ramírez Acuña lo justificaba el propio funcionario señalando que respondía a un principio de disciplina. Sin embargo, no falta quien interpreta la grisura política del jaliciense como el propósito de lavarse la imagen de dureza mostrada en su tierra para, eventualmente, anotarse en la lista de los posibles sucesores de Calderón. Pero también hay quienes señalan que el secretario de Gobernación fue víctima del círculo estrecho de Los Pinos que, cuando no le ocultaba información, lo dejaba fuera de la jugada política.
Lo cierto es que Ramírez Acuña nunca mostró el arte necesario para darle a su jefe, el presidente de la República, la posibilidad de recuperar algunas riendas de la política. No acotó el protagonismo y las groserías de Vicente Fox, no pudo con Manuel Espino en el partido, no estableció la relación necesaria con los coordinadores parlamentarios de su propio partido para favorecer una actuación articulada entre Ejecutivo y Legislativo y no pudo con los gobernadores.
Tan no pudo con el puesto que la iniciativa política quedó en manos del priista Manlio Fabio Beltrones que, en más de una ocasión, dejó sentir que el cogobierno tenía sede en el Senado de la República.
René Delgado, “Sobreaviso”, Reforma, 19 de enero.

Al margen de la institucionalidad y el apego a la investidura presidencial que intenta y, en buena medida, consigue dejar a salvo, lo único cierto es que el discurso pronunciado por el hoy ex secretario de Gobernación Francisco Ramírez Acuña, en la ceremonia donde fue ungido su joven sucesor, Juan Camilo Mouriño, ha sido calificado como inusualmente “firme y, sobre todo, claridoso…”
Mensaje éste, vale decir, que se asegura molestó al jefe del Ejecutivo, debido a la afirmación del jalisciense de que “entrego una Secretaría que ha podido resolver escenarios de conflicto y de desastre con eficiencia y oportunidad, tareas (éstas) reconocidas por la ONU…” y aquello de que “pudimos rescatar la figura presidencial…” o bien, la referencia a que “cumplimos plenamente sus instrucciones…”
Y si lo anterior, supuestamente, molestó al Presidente, la referencia de Ramírez Acuña a que “una vez transitado este tramo de su gobierno y estando convencido de que la dependencia a mi cargo se ha desempeñado en forma eficiente y adecuada… he decidido, como se lo comenté oportunamente, separarme de la más alta responsabilidad…”, simple y sencillamente le habría indignado.
Enrique Aranda Pedroza, “De naturaleza política”, Excélsior 20 de enero.

Francisco Ramírez Acuña se va después de un gris desempeño, nula interlocución con los partidos políticos, opacas relaciones con los gobiernos estatales, poca audacia para llevar a buen puerto la agenda de la Presidencia, una pésima relación con los medios y poca incidencia en las decisiones del Legislativo. Ese Ramírez Acuña que pintaba para ser un secretario de hierro, de mano dura, terminó siendo un personaje menor de la vida política nacional. El horizonte para Mouriño, empieza en la debacle de Ramírez. La rearticulación de la política nacional no será una tarea sencilla.
Luciano Pascoe Rippey, “La zanahoria del caballo”, Crónica, 20 de enero.

En Jalisco, el gobernador anticondón Emilio González Márquez no se pudo quedar callado. Lamentó la salida de Francisco Ramírez Acuña de la Secretaría de Gobernación, su paisano y antecesor en el cargo de mandatario, y se dijo “amigo de Paco”, cuando se sabe de sobra que los rencores le han marcado considerable distancia entre las corrientes panistas de aquella entidad. El sincero fue el alcalde tapatío Alfonso Petersen: su municipio no es agencia de colocaciones para los paisanos que salieron de la nómina junto con el ex funcionario federal
“Frentes Políticos”, Excélsior, 20 de enero.

¿A qué viene esto? A tratar de entender y explicar versiones que, apenas llegó el ahora ex secretario, comenzaron a circular en su natal Guadalajara con el fin de rescatar la hipótesis de que “fue él, realmente, quien renunció… y no que el Presidente le pidiera su dimisión…”
Versiones que, debe destacarse igualmente, refieren cómo, a mediados de diciembre, el presidente Calderón habría ratificado a su entonces secretario de Gobernación en el cargo… y ello, incluso, hubiera derivado en que todo el primer nivel de funcionarios de la dependencia pudieran gozar del feriado navideño, “pues la emergencia y el nerviosismo ya no existían…”
A lo anterior, la misma explicación agrega que en los primeros días de enero, y en la confianza de ya haber sido ratificado, Ramírez Acuña visitó al jefe del Ejecutivo, con el fin de felicitarle por el nuevo año y, ante los rumores de que su hoy sucesor iría a Sedesol, pedirle fueran devueltas a Gobernación, y a él en particular, “funciones que le habían sido sustraídas a favor de la oficina de la Presidencia…” y ante cuya negativa no le quedó más alternativa que renunciar… aun a la posterior oferta de ser enviado como embajador a Chile, a Alemania o, presumiblemente, a una tercera nación.
Enrique Aranda Pedroza, “De naturaleza política”, Excélsior 20 de enero.

Abundan las buenas razones para haber defenestrado a Francisco Ramírez Acuña. A pesar de que este se atribuyó haber rescatado la figura presidencial. Aunque sin precisar si había sido secuestrada por Vicente Fox, quien sin duda debilitó la institución presidencial y la hundió en el desprestigio. Ah, si el primer gobernador panista de Jalisco, con bendición cardenalicia para mayor gloria y prez de la separación Estado-Iglesia, hubiera pronunciado el nombre del Macabeo abajeño, llovería en Sayula. Pero Felipe Calderón necesitaba un secretario capaz de entender y emprender las funciones de Gobernación: ser enlace del titular del Ejecutivo de la Unión con los estados que la integran; así como con las cámaras del Congreso de la Unión; con los partidos de la pluralidad, los sectores y organismos sociales
León García Soler, “A la mitad del foro”, La Jornada, 20 de enero.

Un frente inmediato lo representará el papel que le corresponde al secretario de Gobernación como jefe de gabinete, dentro y fuera del equipo.
Es sabido que el poder de Mouriño se fue construyendo sobre los huesos de algunos de sus colegas en el gobierno, como la secretaria de Educación, Josefina Vázquez Mota, o reduciendo a cenizas a otros, y que lo diga Francisco Ramírez Acuña, quien nunca supo qué se sentía ejercer el cargo. ¿Restablecerá la concordia o alentará nuevos sacrificios?
Roberto Rock, “Expedientes abiertos”, El Universal, 21 de enero.

Por cierto, también señalan desde Bucareli que la gris y casi desapercibida función del jalisciense Francisco Ramírez Acuña al frente de la dependencia no fue únicamente producto de su falta de pericia en el arte de la política.
Se quejan colaboradores del “ex gober” de Jalisco que precisamente desde Los Pinos, Mouriño “le echó todo para atrás” y nunca lo dejó operar como conductor de la política interna del país. ¿A poco, en serio? Casi nadie lo había notado…
“Binoculares”, El Gráfico, 21 de enero.

Ramírez Acuña llegó con la fama de duro y más de un analista le auguró un buen desempeño. Pero de inmediato su figura se desvaneció. Nunca estuvo en ninguna negociación política, las que en realidad se dieron dentro del Congreso y cuyo enlace con el Ejecutivo lo llevó precisamente Mouriño. Quizás el jalisciense sólo recordó que Gobernación servía para censurar a la oposición o manipular las emisiones oficiales y eso fue lo único que se le ocurrió hacer. El caso es que llega ahora un personaje a quien muchos le atribuyen grandes aptitudes políticas, capacidad de operación, sentido estratégico. Todo ello, pese a su juventud y escasa experiencia (que la edad no lo es todo, pero mucho ayuda). Es su oportunidad para mostrar de qué está hecho. Con el futuro desempeño de Mouriño podremos inferir si el PAN ya le encontró a Gobernación la cuadratura del círculo o si sigue sin descubrir bien a bien para qué sirve
José Antonio Crespo, “Horizonte Político”, Excélsior,21 de enero.

Quedaron que el jueves comen. El gobernador anticondón de Jalisco, Emilio González Márquez, y su antecesor en el cargo y ex secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, se reunirán desde las antípodas del PAN en aquel estado, donde el caldo de candidaturas para elecciones intermedias está calientito, al fuego de junio, cuando será renovada la dirigencia estatal
“Frentes Políticos”, Excélsior, 22 de enero.

Mañana, el gobernador jalisciense Emilio González se reunirá a comer con su antecesor y hoy ex titular de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, en el restaurante La Estancia Gaucha, de Guadalajara, ubicado por el rumbo de La Estampida, lo que llamó la atención y dio pie a especular si la elección del sitio implicó el cifrado mensaje para algún encumbrado en el Distrito Federal
Enrique Aranda Pedroza, “De naturaleza política”, Excélsior, 22 de enero.

EL EX SECRETARIO Francisco Ramírez Acuña reapareció en Jalisco como pa' demostrar que sigue mandando en su tierra.
DE ENTRADA dejó en claro que le puede robar toda la tarde al actual gobernador, Emilio González Márquez, de quien se había distanciado pero ayer hasta le manoteó en la mesa.
LA REUNIÓN ENTRE ambos personajes estuvo aderezada con una alta dosis de grilla, tequila y sentido del humor, pues entre risa y risa hablaron de candidaturas, política y poder.
¿SERÁ QUE el gobernador jalisciense será el próximo destapado de Ramírez Acuña? Es pregunta
F. Bartolomé, “Templo Mayor”, Reforma, 25 de enero.

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