Eran no gratos... hoy son camaradas

LA HABANA.- Carlos Lage tenía frente a sí a la comitiva mexicana con cara de cansancio. Les daba la bienvenida.

Se remontó a la Inquisición. "Fray Luis de León fue un sacerdote, profesor de la Universidad de Salamanca, que la Inquisición lo hizo prisionero y cuando terminó el juicio regresó a dar clases y el aula estaba llena de alumnos", contaba Lage con los brazos puestos sobre la mesa rectangular. A su lado derecho tenía al Canciller Felipe Pérez Roque y al izquierdo al Embajador cubano en México, Manuel Aguilera. De frente estaba la Canciller mexicana Patricia Espinosa a quien el Vicepresidente cubano miraba fijamente.

"Entonces regresaba a la Universidad para contar lo que había sucedido y, bueno, continuó la última clase que había dado antes de caer preso. Y les dijo a sus alumnos: 'como decíamos ayer'".

La Canciller no aguantó la risa. Así estamos, 'como decíamos ayer'" repitió Lage y movió sus brazos con sus manos abiertas como si con ese movimiento borrara los cuatro años de conflicto con México.

Espinosa, vestida de traje sastre beige y blusa café oscuro tejida, que cerraba con tres botones, interrumpió a Lage para decirle que para ella era "un gran gusto" encontrarse con él en "un nuevo capítulo" de la relación binacional.

Los países latinoamericanos, insistió la Canciller, "han sufrido procesos de transformación muy importantes. Cuba misma ha cambiado, México ha cambiado".

¿Cuánto han cambiado?. No lo dijo la Secretaria.

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Clases de seducción. La cena ofrecida el jueves por el Embajador Gabriel Jiménez Remus se prolongó hasta la una de la mañana. En la sobremesa el diplomático platicaba a las comitivas cómo iniciaron los contactos de panistas con el gobierno de Fidel Castro. Rememoró aquél encuentro en diciembre de 1994 con Castro en el piso 10 del Hotel Presidente Chapultepec de México, cuando recibió el reto del gobernante para que una delegación del PAN acudiera a Cuba.

Jiménez Remus se lo tomó a pecho y viajó en 1995, con varios senadores blanquiazules y un costal con diez kilos de flores de jamaica.

"¿Qué es eso Remú?" le dijo Castro señalando al costal ya en el encuentro, el primero de una delegación oficial panista con el número uno del Partido Comunista de Cuba.

"Jamaica, Comandante", dijo con naturalidad el líder senatorial. Fidel abrió la boca durante unos segundos sin hablar y después exclamó: "¿cómo sabes que me gusta la jamaica?".

El panista jalisciense lo supo por una plática que tuvo con el Embajador emérito Raúl Castellano, ex funcionario del gobierno de Lázaro Cárdenas y uno de los mejores amigos mexicanos de Castro. "A Fidel le encanta el agua de jamaica", confió algún día Castellano a Remus.

La anécdota atrapó a los invitados y Jiménez Remus se encargó de envolverla de solemnidad. "Creo en el destino, quién iba a decirlo que ese encuentro con el Comandante Castro culminaría con el encargo en la Embajada para rehacer las relaciones. Es el destino".

En la cena, Felipe Pérez Roque improvisó un discurso que pareció la lectura del libro de historia oficial, donde resaltó lo entrañable que han resultado las relaciones entre cubanos y mexicanos, desde Martí, la salida del Granma de Tuxpan, el apoyo del General Lázaro Cárdenas a la Revolución cubana e incluso ponderó la amistad de Fernando Gutiérrez Barrios con Fidel Castro.

"No es una vuelta al pasado. Construimos hacia el futuro", celebró por la tarde la Canciller mexicana durante una conferencia de prensa.

Aunque la recepción ofrecida en la Embajada mexicana al mediodía de este viernes recordó, por el lenguaje escuchado, los gestos exhibidos y las amabilidades recíprocas, la vieja historia más que invocar a la nueva página.

Si bien a la recepción no llegó Fidel Castro si vino su hijo, conocido como Fidelito, quien estuvo unos minutos en la residencia, tomó un refresco de naranja y se fue caminando con el celular pegado a su oreja.

Llegaron las insignias de la cultura cubana, como Armando Hart y Roberto Fernández Retamar, el hombre de la Casa de las Américas, ambos ancianos ya, quienes permanecieron sentados durante la recepción que fue dominada por la plática entre Patricia Espinosa y Felipe Pérez Roque junto con Francisco Soberón, presidente del Banco Central de Cuba, Héctor de la Garza, empresario regiomontano, y Mario Laborín, director de Nafinsa.

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-¿Cómo evalúa las relaciones con el gobierno de Felipe Calderón?

Lage miró hacia el jardín que antecede el enorme monumento de José Martí y la Plaza de la Revolución. Desde la escalinata del edificio del Consejo de Estado se divisa un pedazo de la histórica plaza. Sin sacar la mano derecha de la bolsa de su pantalón y con la izquierda a media altura respondió: "¡Excelentes!".

Recién había despedido a la Canciller Espinosa con quien conversó por una hora. "Realmente nos sentimos muy satisfechos de la marcha de las relaciones entre Cuba y México. La visita de la Canciller es una prueba de que se están dando pasos sólidos, pasos serios, por el fortalecimiento de nuestras relaciones", comentó a REFORMA.

"Sí, como decíamos ayer, como si se continuara una clase después de cuatro años. Así, como decíamos ayer, seguimos adelante", explicó.

Vestido de pantalón azul, con una guayabera de manga corta, el impulsor de los tímidos cambios económicos, el hombre que no rebasa las seis décadas de edad y que prácticamente nació con la Revolución cubana, dispensó una atención inusual a la delegación mexicana.

"El compañero Presidente Raúl me pidió que le transmitiera saludos; él está por Oriente y pidió transmitir saludos al Presidente Calderón", le dijo Lage a la Canciller en el arranque de su encuentro.

Una hora después se despidió de ella con un beso en la mejilla y del Embajador Jiménez Remus con un fuerte abrazo, de Gerónimo Gutiérrez con un gran apretón de manos y de José Ignacio Piña, ex Embajador de México en la isla, con una afectuosa palmada.

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"Aquí me quiero quedar a vivir", le confesaba la Canciller a Eusebio Leal, el historiador responsable de la reanimación de La Habana Vieja.

Fascinada, distendida, Espinosa repitió varias veces que ella ha decidido que en su eventual retiro vendría a vivir a la capital cubana, mientras admiraba los monumentos coloniales durante una visita al centro habanero.

Su afabilidad colaboró en el entendimiento. Su impuntualidad no dañó las conversaciones. La improvisación del protocolo tampoco hizo mella. De una bolsa de papel roja sacó una botella de Maestro Tequilero, metido en una caja de madera y, envuelto en un listón tricolor, se lo regaló a su homólogo Pérez Roque como si fuera el intercambio de regalos de la oficina.

"Es el mejor tequila", le aseguró. Al subsecretario de Relaciones Exteriores, Alejandro González, la Canciller le entregó otra botella pero ésta envuelta en una bolsa del Palacio de Hierro, así que Alejandro salió con su paquete amarillo y negro con el logo de "Soy totalmente Palacio".

Por la mañana, Espinosa acudió a depositar ofrendas florales en el monumento a José Martí, en la Plaza de la Revolución, y de Benito Juárez. Eran arreglos de la tienda Tropiflora con 30 claveles rojos y 36 crisantemos blancos entrelazados con ramos de nube.

También visitó las oficinas del Partido Comunista para ser recibida por Fernando Remírez de Estenoz, Jefe del Departamento de Relaciones Internacionales de la agrupación. En el encuentro participaron Pedro Lobaina y José Arbezú, los mismos diplomáticos que Santiago Creel y Luis Ernesto Derbez llamaron a cuentas un domingo de 1994 y les enseñaron las pruebas del Cisen sobre sus reuniones con líderes de partidos opositores al PAN para discutir el tema de Carlos Ahumada. Eran para el gobierno de Fox personajes no gratos. Salieron de México en medio de la crisis diplomática. No han regresado.

Este viernes, en la sede del Partido Comunista, con jugos de naranja y botellas de agua sin gas, convivieron con la comitiva mexicana, en el pleno restablecimiento de relaciones. Para Fox eran espías, los calderonistas ya les llaman camaradas.

Como decíamos ayer.
Crónica de Roberto Zamarripa, enviado, Reforma, 15 de marzo.

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