Protagonizan Cumbre histórica

SANTO DOMINGO.- Contra los nubarrones que presagiaban la peor de las tormentas, el Presidente Felipe Calderón se hizo de la Secretaría Pro Tempore de Grupo de Río con todo mundo en paz.

Ecuador y Colombia zanjaron una crisis que se perfilaba peligrosa para la estabilidad de la región merced a un gesto de voluntad del Presidente Rafael Correa.

La participación del Mandatario mexicano se concretó a sugerir a sus pares de la Vigésima Cumbre de Grupo de Río otorgar un "aval" a la Organización de Estados Americanos (OEA) para que se abocase a la búsqueda de salidas basadas en "entendimiento" y "el diálogo".

Fuera de micrófono, y antes de que se abrieran los trabajos, sí fue visible que el colombiano Álvaro Uribe se acercó a Calderón para plantearle algo durante casi un minuto.

Un funcionario de la comitiva mexicana aseguró que a lo largo de la sesión el Presidente tuvo contactos con Michelle Bachelet, Cristina Fernández y Evo Morales, con el respaldo del subsecretario para América Latina, Gerónimo Gutiérrez.

El colombiano Álvaro Uribe había propuesto que una comisión de notables ayudara al Grupo de Río a investigar la incursión militar que en territorio ecuatoriano perpetrara hace justamente una semana el Ejército de Colombia, para asestar el mortal golpe al operador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), "Raúl Reyes".

Con un ambiente de por sí tenso, era difícil concebir que la denuncia que planteó Correa por la violación de la soberanía a manos del Ejército de Colombia pudiese resolverse con otra cosa que no fuese una condena unánime de la Cumbre, amén del perdón que, en su momento, no dudó en pedir el que parecía el villano de la película, Uribe.

Ataviado con un saco negro sobre una camisa bordada, Correa mostró a la concurrencia un video -"Ataque a Ecuador"- con fotos del área que fue blanco de la operación colombiana y del reguero de cadáveres.

"La masacre", denunció, "es del mayor cinismo en la historia reciente".

Uribe en ningún momento rechazó aceptar que el Ejército colombiano había violado la soberanía territorial de Ecuador, pero enderezó un alegato con el que contraatacó durante poco más de 90 minutos.

De haber puesto sobreaviso a Correa del ataque que se planeaba, adujo Uribe, el operativo para matar al número dos de las FARC, un tenebroso terrorista, según Uribe, se hubiese frustrado.

En su defensa, el colombiano se quejó del hecho de que se había puesto demasiado énfasis en la violación al territorio ecuatoriano, cuando era patente que, desde ese mismo lado, las FARC también disparan a los colombianos.

Uribe revelaría que en la primera comunicación que tuvo con Correa tras la incursión, a éste "lo primero que le interesó fue preguntar '¿Dónde cayó Raúl Reyes?'".

Sobre el guerrillero, apuntó el colombiano, pesaban 121 procesos, 57 expedientes por homicidio con fines terroristas y 4 por secuestro.

En algún momento insinuó que el propio Correa tenía vínculos con las FARC.

La rispidez se atenuaría y, contra toda lógica, el acostumbrado talante rijoso del venezolano Hugo Chávez no asomó.

Pródigo, eso sí, en el relato de historias, Chávez hizo mención de las acusaciones que se le habían formulado en el curso de los nueve años que tiene en el Gobierno: de financiar, precisamente, a las FARC, y de haberle mandado "una maleta con dólares" a la Presidenta de Argentina, Cristina Fernández.

"Bueno, es una raya más al tigre", ironizó.

Con una intervención breve, Fernández se ganaría una aclamación con una propuesta puntual: no debía haber espacio para la unilateralidad.

La sesión iba a alcanzar el clímax, Uribe aceptó pedir perdón y recibió con agrado la propuesta de Cristina Fernández.

Una intervención más de Correa tornó otra vez complicadas las cosas: "Señor Presidente de Colombia: deje de lanzar falacias, reconozca su error y comprométase a no violentar más la soberanía de Ecuador".

En buena hora, el Presidente dominicano, Leonel Fernández, propondría a Correa y Uribe estrecharse en un abrazo, a la vista de todos.

Correa se desentendió de esa propuesta, pero después terminó por ceder, en un gesto de voluntad: "como nación, esto se supera..." Uribe se incorporó de su asiento y a paso rápido enfiló hacia donde se hallaba Correa que, sin embargo, no se prestó para el abrazo.

Con una mirada que denotaba coraje, viendo con firmeza a Uribe, aceptó estrecharle la mano. La crisis se había superado.

Uribe también buscó el abrazo de Chávez, y éste lo aceptó. Para rematar la escena, el venezolano caminó hacia el lugar que ocupaba Correa y el abrazo fue elocuente.

Daniel Ortega también aceptó dejar atrás la desavenencia con Uribe y afloró un abrazo más.
Nota de Mayolo López, enviado, Reforma, 8 de marzo.

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