Responsabilidades en el conflicto

BUENOS AIRES.— Hasta un conflicto tan longevo y exagerado en su nivel de violencia como el colombiano tiene sus límites. Eso a pesar de los múltiples intentos de internacionalización a lo largo de sus 43 años. Esos contornos no deberían ser otros que la propia demarcación territorial de Colombia. Por eso la gravísima crisis desatada tras la caída de Raúl Reyes y sus milicianos en territorio ecuatoriano, establece una escala de responsabilidades que comienzan indefectiblemente, en el presidente Álvaro Uribe, tal como lo desatacan la mayoría de los gobiernos de la región.

El presidente colombiano se declaró “responsable” de esa ofensiva militar cuando el pasado sábado la lentitud de reflejos del ejército ecuatoriano no había contabilizado aún la gravedad del asunto. No existen excusas válidas ni motivos urgentes que justifiquen la violación de las fronteras de una nación vecina.

Eso en lo que respecta al hecho en sí y las formas en que actuó el ejército colombiano. Lo siguen en esa escala de responsabilidad en esta crisis que no deja de crecer, los presidentes de Ecuador, Rafael Correa, y de Venezuela, Hugo Chávez.

El ecuatoriano no por los contactos de su gobierno —quien hasta pudo hacerlo por cuestiones humanitarias— con la guerrilla, sino porque desde hace por lo menos dos años fuentes de inteligencia militar y políticas ecuatoriana, aseguraban que Lago Agrio, la ciudad cercana a donde fue el ataque al campamento de las FARC, era “una base de reaprovisionamiento y descanso no sólo de la guerrilla, sino de los paramilitares colombianos”. Siempre con el visto bueno de las autoridades (civiles y militares) de turno.

El caso de Chávez es tal vez más preocupante. Tanto por su rol de erigirse abiertamente en aliado y garante de las FARC (cuya responsabilidad en la desestabilización regional excede cualquier análisis), como por su disposición a buscar un conflicto fronteras afuera de Venezuela para tapar los graves problemas que padece dentro del país en un año electoral. El desabastecimiento e inflación, son dos de los flagelos que padece la sociedad venezolana. De ahí su afán por no dejar que el conflicto sea sólo bilateral.

Hace tiempo que Chávez no puede ocultar sus ganas de una guerra de esas que ayuden a tapar tanto descalabro interno.

Del tipo en la que se había embarcado Alberto Fujimori con Ecuador en el 94. Estos conflictos aparecen en el capitulo de los “recomendables” para mantener al rojo vivo la llama nacionalista en el manual de los populismos.

Mientras la palabra “guerra” se repite cada vez con más insistencia en Los Andes, quedó claro que, en la ofensiva armada contra Reyes, Uribe y sus asesores sabían dónde pegaban, al provocar la baja de uno de los referentes políticos más importantes de la guerrilla y el nexo principal con el gobierno francés para avanzar en el intercambio humanitario, tal como lo reconoció ayer el canciller galo, Bernard Kouchner.

Un diálogo para el que, llamativamente, Uribe había habilitado el pasado miércoles a Nicolas Sarkozy y que volvió a cerrarle el paso. Esta vez atravesando a tiros las fronteras de la política y la diplomacia. El resto fue obra de Correa y Chávez, violando las fronteras de la no intromisión en asuntos internos. Así, todos fueron aportando a esta especie de ensayo de la balcanización tan temida y tantas veces preanunciada, que parece lista para entrar en escena.

Nota de José Vales, El Universal, 4 de marzo.



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