Cártel de Juárez y la lista de la muerte

CIUDAD JUÁREZ, Chih.— Al pie del monumento al Policía en esta frontera, los narcotraficantes colocaron al inicio del año la lista de 17 de sus próximas víctimas. Todos los mencionados en ese documento eran oficiales de la Policía Municipal. Hasta hoy ocho de ellos ya fueron ejecutados; uno apenas de salvó del ataque. De este nivel es el poderío e impunidad logrados aquí por los narcotraficantes del cártel de Juárez y sus sicarios.


Justo después de la aparición de la lista de los policías sentenciados —“para aquellos que no creyeron”, se les advertía en el escrito— y de la captura en El Paso, Texas, del que fuera director operativo de la corporación, Saulo Reyes, con una tonelada de droga, las balas del narcotráfico comenzaron a causar muertes hasta alcanzar niveles nunca antes visto.


Los registros oficiales de las procuradurías General de la República y de la General de Justicia de Chihuahua revelan que la ola de violencia aquí supera hasta a la de los gangsters de Chicago que mataron el “Día de San Valentín” de 1929 a siete enemigos, pues el pasado Viernes Santo se cometieron 11 ejecuciones en 12 horas.


Día a día, de acuerdo con las cifras oficiales, durante los últimos 90 días, los casi 2 millones de habitantes de esta frontera fueron testigos de cómo las ráfagas de fusiles R-15 o AK-47 consumaron un mortal récord de 249 asesinatos —111 de ellos cometidos sólo en marzo—, incluyendo los 45 cuerpos hallados en narcofosas.


De noche, a plena luz del día y donde sea, los sicarios actúan con total impunidad y crueldad. Pero, en opinión del jefe de la policía municipal, Guillermo Prieto Quintana, la situación no está fuera de control y ahora con el Ejército se recuperará la seguridad.


Hoy, sitiada por más de 2 mil soldados, esta ciudad busca ser recuperada del poder y violencia del cártel de Juárez, cuya monolítica estructura —según informes de la PGR— entró en crisis y ello explica el nivel de violencia de los grupos que disputan el control del tráfico de drogas e indocumentados, el robo de vehículos y la extorsión o cobro de cuotas a los narcomenudistas.


Esa guerra en el cártel, explican autoridades federales, locales y analistas, obedece a la reasignación hecha por los capos de La Federación de nuevos líderes y operadores en Ciudad Juárez, pero encontraron resistencias a sus designios en quienes se niegan ahora a dejar el mando. Por eso, la red de protección policial y los distribuidores colocados en medio de la disputa y que toman partido, son eliminados.


La guerra del narco tiene aquí ingredientes explosivos, como la participación de pandillas, como la de Los Aztecas cuyos miembros nutren los grupos de sicarios al servicio del narco.


Frente a este panorama, el delegado de la PGR en el estado, Rolando Herrera, puso su confianza en la llegada del Ejército.


Pero eso no tranquiliza a casi nadie. “Ya es mucha burla a la autoridad”, dice en tono de reclamo Don Ernesto, uno de los trabajadores con más antigüedad del Motel Río, donde el Viernes Santo —el día más violento que se recuerde en esta frontera— un comando tomó por asalto el lugar y asesinó con más de 100 disparos a una pareja que se refugió ahí.


La presencia militar que inició de lleno apenas el pasado fin de semana parece un alivio a la ola de violencia para un amplio sector de la población que ha visto desde el viernes pasado rondines nocturnos en convoy de efectivos del Ejército en zonas consideradas no sólo como peligrosas, sino como cotos del crimen organizado, como la colonia llamada “La Cima” y que aquí se le considera el “mayor picadero” de Ciudad Juárez, Chihuahua.
Nota de Francisco Gómez, enviado, El Universal, 2 de abril.

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