Inmigrante mexicana permanece activa desde santuario metodista

Este lunes cumple tres meses de encierro voluntario, pero Flor Crisóstomo, la índigena oaxaqueña que se encuentra refugiada en una iglesia metodista, dice que no han sido tan difíciles para ella.

La mexicana de 29 años es el caso más visible en los 18 santuarios que han abiertos en iglesias de Estados Unidos para dar refugio a indocumentados que huyen de una orden de deportación.

Flor dedica su tiempo a elaborar bisutería indígena, que vende para enviar dinero a sus hijos; atender entrevistas de prensa, y coordinar la campaña informativa que encabeza, titulada "América, abre tus ojos".

También mantiene comunicación con siete refugiados que permanecen en iglesias de otros estados, que a diferencia de ella se encuentran con toda su familia en los templos.

Pero sobre todo, se ha concentrado en vincular a grupos de estudiantes y religiosos con la organización de la marcha del Primero de Mayo próximo.

En entrevista con Notimex, afirmó que el movimiento de santuarios en Estados Unidos no ha tenido mucha demanda, debido a que los indocumentados tienen miedo de ser así más visibles a las autoridades migratorias, "la Migra".

Expresó que después del caso de Elvira Arellano, que estuvo refugiada por un año en la misma iglesia metodista hasta el año pasado, se esperaba "un efecto dominó".

'Pero la gente amenazada con la deportación prefirió tomar otras opciones como la salida voluntaria del país, cambiarse de estado y comprar otro número de seguro social falso", comentó.

La responsabilidad de una familia, prosiguió, impide a los indocumentados recurrir al refugio en una iglesia, debido a que se teme exponer a sus familiares a presiones y represalias.

'Y no es mi situación, porque yo estoy sola aquí, mi madre y mis hijos están en Guerrero. Y aunque tengo dos hermanos hombres en Estados Unidos, no los expongo", agregó.

A eso atribuye que su caso sea el más conocido, "este santuario es el más activo políticamente, porque yo asumo el riesgo de mis actos sin perjudicar a nadie más. Y en los otros siete prefieren ser discretos".

Flor es vista por el pastor Walter Coleman, de la iglesia San Adalberto donde se encuentra refugiada, como "la cara humana de una situación injusta que viven 12 millones de indocumentados".

Sin embargo, no todas las denominaciones religiosas están de acuerdo con el manejo de su caso, ni todas las iglesias dispuestas a convertirse en santuario.

José Landaverde, sacerdote y activista de la iglesia anglicana Misión de Nuestra Señora de Guadalupe, considera que otros activistas y políticos utilizan a Crisóstomo para fines distintos.

'La caridad se hace sin tanta publicidad, que sólo llama la atención de la oficina de inmigración", expresó este sacerdote, el cual ayuda actualmente a siete familias que perdieron su sostén económico por deportaciones.

Algunas otras iglesias establecen estrictos requisitos para recibir en santuario a un amenazado con la deportación, como no tener antecedentes penales y carecer de familia en el país.

Y para la Iglesia Católica, la idea de abrir santuarios para indocumentados está descartada, "porque representa un enfrentamiento con la autoridad en el que no estamos de acuerdo", expresó Elena Segura, directora de la Campaña Católica para la Reforma Migratoria.

Sin embargo, aclaró que las parroquias están abiertas para ofrecer comida, vestido, refugio temporal y asesoría legal, y está en marcha el proyecto de Centros de Atención al Inmigrante.

Hasta el momento Flor Crisóstomo, originaria de Ocotlán de Morelos, Oaxaca, no ha tenido ninguna visita o presión directa del Servicio de Inmigración, pero cuenta con un abogado que está pendiente de su caso.

Está contenta porque sus hijos Josué, de 14 años, Carlos de 11 y Paloma de 9, se han involucrado en su causa desde donde se encuentran, y cuando habla con ellos la animan a seguir adelante.

'Antes de que me llegara la orden de deportación pensaba traérmelos, pero ahora ellos están muy activos, por ejemplo, participan en una colecta para comprar computadoras para su escuela", dijo.

'Además, no es un lugar para mis hijos, aquí los niños pasan ocho meses encerrados por el frío, y en el pueblo ellos son libres todo el año, andan en las calles y van a fiestas", expresó con nostalgia.

Ella se imagina en el futuro de regreso con sus hijos, a los que no ve desde hace ocho años, pero por el momento se considera totalmente comprometida con la causa de los indocumentados en Estados Unidos.

Y si después de la manifestación del jueves próximo la situación se lo permite, tiene planeado abrir su página web para vender sus productos en línea, añadió recuperando su entusiasmo.

'Utilizo material natural, como conchas, plumas y madera que me consiguen, y la gente que me visita siempre me compra. Puedo juntar un promedio de 100 dólares a la semana que envío a mis hijos", precisó.

Flor emigró a los Estados Unidos en julio del 2000, luego de que el pequeño negocio que tenía con su madre al borde de la carretera federal México-Acapulco quebrara.

Durante cinco años trabajó en la empresa IFCO System, una recicladora de madera, hasta que el 19 de abril del 2006 fue víctima de una redada que detuvo a 1,200 trabajadores de la empresa en varias ciudades.

Después de sufrir humillaciones en el centro de detención, salió bajo fianza, apeló ante la corte y empezó su activismo que la llevó a una huelga de hambre en mayo de ese año, donde conoció a Elvira y se relacionó con la iglesia metodista San Adalberto, su actual refugio.

Pero el 4 de diciembre del 2007, mientras realizaba una huelga de hambre en favor de la reforma migratoria, recibió la orden de deportación con fecha para su ejecución el día 28 de enero del 2008.

Ese día entró en santuario, y permanece en calidad de prófuga de la justicia, consciente de que a cualquier hora la pueden arrestar y hasta encarcelar por desobedecer una orden federal.

'Hasta ese momento me mantendré en esta lucha por los derechos de miles de personas que como yo no somos inmigrantes comunes, sino desplazados de nuestros países por situaciones económicas", concluyó.

Notimex en Chicago, Crónica, 27 de abril.


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