La parapolítica sacude a Colombia

BUENOS AIRES.— ¿Hasta dónde llegará el efecto de la parapolítica en Colombia? ¿Hasta dónde resistirá la figura del presidente Álvaro Uribe esas “balas” judiciales que cada vez pican más cerca? Esas preguntas y la obligada referencia al efecto Fujimori son las que los colombianos vuelven a formular después de que el senador Mario Uribe, primo del mandatario, se convirtió en el trigésimo primer congresista detenido por sus presuntos vínculos con el paramilitarismo. El fantasma que acosa al presidente más popular de la historia colombiana.

Todo había comenzado con cinco congresistas, después su canciller María Consuelo Araujo y sus dos hermanos senadores junto con un fiscal del Estado, cayendo bajo la lupa de la justicia a fines de 2006. Después hasta su hermano Santiago Uribe había sido denunciado por el senador centroizquierdista Gustavo Petro de mantener nexos con los “paras” y así hasta que una treintena terminó en la cárcel y otra cifra similar de congresistas investigados, entre ellos Nacy Patricia Gutiérrez, la presidenta de la Cámara Alta.

Popular como ninguno de sus antecesores, Uribe comenzó a sufrir los efectos de la parapolítica tras iniciar su segundo mandato. Fue el 5 de diciembre de 2006 cuando cinco de sus escuderos en el Congreso, Álvaro Araújo, Dieb Maloof, Mauricio Pimiento, Jorge Luis Caballero, Luis Eduardo Vives y Alfonso Campo fueron citados a declarar por sus presuntos lazos con Salvatore Mancuso, uno de los comandantes paramilitares, y con otros miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Desde entonces, el ingreso de legisladores al penal en condición de reos o el desfile otros congresistas por los tribunales no se detuvo ni con el ataque al campamento de Raúl Reyes el pasado 1 de marzo, que tantos réditos políticos y conflictos diplomáticos, le terminó acarreando a Uribe.

A pesar del escándalo, ni en ese entonces ni ahora, la popularidad del presidente —que supera 81%—, resultó dañada. Pero el avance de las investigaciones cada vez más cerca del mandatario, el enfrentamiento entre el Poder Ejecutivo y la Corte Suprema —la institución que aún goza de cierto respeto— y su intento reeleccionista comienzan a preocupar a los analistas, tanto como “el síndrome Fujimori”.

“Alberto Fujimori en Perú eran muy popular. Tanto como Álvaro Uribe, pero cuando se quiso perpetuar en el poder, todas las atrocidades conocidas se convirtieron en causas judiciales. El final ya lo conocemos, por eso el mandatario Uribe y sus hombres deberían detenerse a reflexionar”, explica el analista Bernardo Gutiérrez.

Pero Uribe no parece dispuesto a detenerse, aun cuando la parapolítica se convierta en un enemigo más peligroso que las FARC. Todo consecuencia de la confesión de varios paramilitares beneficiados en 2005 con la Ley de Justicia y Paz. Esa norma que impulsó para permitir la desmovilización de los paras.

La investigación judicial con- firma muchas de las versiones que desde hace años corrían por todo el país. Similares a las que señalan al propio presidente como un “hombre con presuntos nexos con los paramilitares” desde sus tiempos de gobernador de Antioquia, cuando impulsó las Cooperativas de Seguridad Convivir, una de las canteras de las AUC.
Nota de José Vales, corresponsal, El Universal, 24 de abril.


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