La violencia incrementó la contratación de guaruras

El fallido bombazo que iba dirigido a un alto funcionario de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal ha provocado psicosis entre algunos empresarios, políticos y artistas, quienes temen que esta práctica se generalice en la Ciudad de México.

A este elemento se agregan las ejecuciones y secuestros en varias ciudades del país, asoladas por bandas de sicarios y narcotraficantes que buscan compensar las pérdidas provocadas por la embestida del gobierno hacia las organizaciones criminales.

El presidente de la Sociedad Mexicana de Guardaespaldas, Julio César García Marín, explica a MILENIO que uno de los primeros efectos de esta ola de violencia en nuestro país es un incremento en la contratación de escoltas de seguridad. Hoy, afirma, existen unos 15 mil guardias personales en México, 20 por ciento más que el año pasado.

La existencia misma de una asociación de guardaespaldas es resultado del miedo creciente por la inseguridad pública que hay en México, lo que ha provocado el exilio de cientos de empresarios y familias de clase media alta.

Por ejemplo, señala Julio César García Marín, “muchas bandas operan con el nombre de Los Zetas y eso pone nervioso a cualquiera”.

El bombazo en la avenida Chapultepec de la Ciudad de México es otra muestra de la vulnerabilidad de los ciudadanos, sobre todo por la facilidad con la que los responsables accedieron al tipo de explosivo utilizado en el ataque.

“El que traía el artefacto no era un especialista y la muestra es la forma como le explotó en el cuerpo”, explica García Marín.

Ese es el fondo del problema: el explosivo está al alcance en México y cualquiera lo puede adquirir y utilizar. Así, las bombas pueden convertirse en arma cotidiana para los delincuentes, y los escoltas deben estar preparados para atajar ese riesgo.

La sensación en algunos sectores del país, como el empresarial, es que de la inseguridad pocos están a salvo, lo cual provocó un aumento en la búsqueda de elementos de seguridad para altos ejecutivos y sus familias.

Se trata de un mercado al alza donde la oferta no va de la mano con los conocimientos técnicos y el perfil adecuado para garantizar la protección de vidas humanas, tarea central de los escoltas. El 80 por ciento de los guardaespaldas, explica García Marín, son ex policías o agentes en activo, cuya formación no es compatible con los fines de los escoltas.

Las muestras de su ineficiencia son las ejecuciones y atentados de secretarios de Seguridad Pública en algunos estados, así como el secuestro y asesinato de empresarios.

“Paco Stanley tenía escoltas y lo mataron; un señor que comía en un restaurante de Santa Fe, también, mientras los guardaespaldas comían tortas. El secretario de Seguridad de Tabasco tuvo un atentado, a pesar de sus guardias”, explica. “Muchos escoltas no saben qué hacer, y además se dejan guiar por otra persona que tampoco sabe, pero es el que paga”.

Rambos mexicanos

Cada vez es más difícil ser un buen escolta en México, porque los niveles de inseguridad y el tipo de armas de los delincuentes exigen mayores niveles de preparación.

Hoy, dice García Marín, para ser guardaespaldas es necesario contar con conocimientos de contrainsurgencia —sobre todo por la actividad de grupos guerrilleros—; saber de sistemas de contraespionaje, y manejar equipo especializado de cómputo y comunicación.

La formación académica debe ser “al menos” de preparatoria y aprobar cursos de preparación que incluyan protección de personas, análisis de riesgos, manejo de crisis, derecho penal, derechos humanos y conducción de toda clase de vehículos.

Pero sobre todo, se requiere conocer de información general. “Si tu jefe es el mejor jugador de golf debes saber los riesgos que implica el deporte o que salga todos los días en el periódico”, señala. “Si tiene una empresa que cotiza en la bolsa hay que estar pendiente de la actividad del mercado; son datos para determinar los parámetros de riesgo a que te enfrentas”.

Sin embargo, en México el prototipo del guardaespaldas está muy lejos de este perfil de conocedor de todos los temas, cuya formación generalmente es empírica. Eso implica un riesgo, sobre todo para quienes los contratan.

García Marín sostiene que “muchas veces los empresarios cuando necesitan un escolta piden al chofer que recomiende a alguien y éste le dice al compadre, al amigo o al primo porque está grandote y feo y con eso piensan que van a espantar”.

El presidente de la Sociedad Mexicana de Guardaespaldas califica como otro de los errores más comunes de la gente que los contrata es la falta de conocimiento sobre el origen y relaciones de los escoltas, así como el maltrato que suelen recibir en su trabajo. A estos elementos se suman los bajos salarios, que son de siete mil pesos mensuales en promedio. La combinación de estos factores es una lealtad baja y rencores que pueden costar vidas.

Es el caso de algunos funcionarios públicos, agrega García Marín, cuando los agentes destinados a su cuidado interpretan la orden como un castigo, y por lo mismo comprometen la seguridad del funcionario. “Un policía enojado porque lo ponen de guardaespaldas o relacionado con la delincuencia es un riesgo, porque puede vender la información a la que accede por su trabajo”.

Por eso, los secuestros y ejecuciones, dice el presidente de la Sociedad Mexicana de Guardaespaldas.

“Cuidar vidas no es un asunto sencillo”, insiste.
Nota de Alberto Nájar, Milenio, 2 de abril.

0 Responses to "La violencia incrementó la contratación de guaruras"