Los mareros mexicanos no sólo tienen la misma forma de organización y comparten los códigos de las pandillas centroamericanas, sino que además se han sofisticado para evitar ser identificados por las autoridades, advirtió el primer visitador general de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Raúl Plascencia.
En entrevista con este diario, dijo que la influencia de estas pandillas se podría extender a todo el país si los gobiernos federal y estatales no controlan el fenómeno e, incluso, podrían adquirir mayor fuerza al vincularse con cárteles del narcotráfico y guerrillas.
Indicó que el crecimiento de las células de los maras en México rebasó a los gobiernos, pues en estados como Chiapas, algunos penales son gobernados por los maras y afuera, en la comunidad, tienen zonas de control donde extorsionan a todo aquel que pretende abrir un negocio en el área de dominio.
La CNDH presentó anteayer el informe especial sobre las pandillas delictivas transnacionales conocidas como maras, en el que se señala que en los últimos 10 años creció la presencia de estos grupos —la mayoría integrados por mexicanos— en el país, pues en 1996, se ubicaban sólo en Chiapas y ahora están localizados en 24 estados, incluido el DF.
—¿Cuál es la participación de los menores de edad?
—Estas pandillas logran integrar a menores de edad que se encuentran en hogares disfuncionales y en un proceso migratorio y, por consecuencia, los van induciendo a la comisión de diversos delitos. La iniciación en estos grupos es en la adolescencia y van escalando hasta llegar a ser un jefe o el “primera palabra” según su código.
Se les va dando una formación y los menores ven a la pandilla como una especie de refugio y lo asumen como si fuera su familia, pues en ella reciben protección, dinero y aceptación.
—¿Han encontrado evidencias de que estos grupos estén vinculados con algún cártel?
—Lo que encontramos fueron personas procesadas por narcotráfico pertenecientes a los maras y lo que no encontramos fue la investigación que debió llevarse a cabo para saber para qué tipo de cártel estaban trabajando. Cuando descubrimos que están procesados por narcotráfico, homicidio y violaciones, es lamentable que se les trate de manera individual, como si hubieran cometido el delito solos.
—¿Cuáles son los riesgos de que no se detenga su expansión?
—Hace 10 años era un problema de seguridad pública, ahora es de seguridad nacional.
En entrevista con este diario, dijo que la influencia de estas pandillas se podría extender a todo el país si los gobiernos federal y estatales no controlan el fenómeno e, incluso, podrían adquirir mayor fuerza al vincularse con cárteles del narcotráfico y guerrillas.
Indicó que el crecimiento de las células de los maras en México rebasó a los gobiernos, pues en estados como Chiapas, algunos penales son gobernados por los maras y afuera, en la comunidad, tienen zonas de control donde extorsionan a todo aquel que pretende abrir un negocio en el área de dominio.
La CNDH presentó anteayer el informe especial sobre las pandillas delictivas transnacionales conocidas como maras, en el que se señala que en los últimos 10 años creció la presencia de estos grupos —la mayoría integrados por mexicanos— en el país, pues en 1996, se ubicaban sólo en Chiapas y ahora están localizados en 24 estados, incluido el DF.
—¿Cuál es la participación de los menores de edad?
—Estas pandillas logran integrar a menores de edad que se encuentran en hogares disfuncionales y en un proceso migratorio y, por consecuencia, los van induciendo a la comisión de diversos delitos. La iniciación en estos grupos es en la adolescencia y van escalando hasta llegar a ser un jefe o el “primera palabra” según su código.
Se les va dando una formación y los menores ven a la pandilla como una especie de refugio y lo asumen como si fuera su familia, pues en ella reciben protección, dinero y aceptación.
—¿Han encontrado evidencias de que estos grupos estén vinculados con algún cártel?
—Lo que encontramos fueron personas procesadas por narcotráfico pertenecientes a los maras y lo que no encontramos fue la investigación que debió llevarse a cabo para saber para qué tipo de cártel estaban trabajando. Cuando descubrimos que están procesados por narcotráfico, homicidio y violaciones, es lamentable que se les trate de manera individual, como si hubieran cometido el delito solos.
—¿Cuáles son los riesgos de que no se detenga su expansión?
—Hace 10 años era un problema de seguridad pública, ahora es de seguridad nacional.
Nota de Liliana Alcántara, El Universal, 4 de abril.
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