Sesión bañada en adrenalina

Como rehenes de su propio escudo de guardaespaldas, senadores del PAN fueron ayer viajeros en la crisis política del Congreso, pero con la adrenalina de las películas de acción.

Las camionetas en que fueron llevados a Donceles 14, sede alterna de Xicoténcatl, embestían, daban tumbos, vueltas con fuerte rugir de motores.

Más tarde, con el fuero maltrecho por el asedio de sus custodios tensos —y rudos contra los periodistas—, los senadores rehenes siguieron indicaciones para escapar de nadie hacia la sede alterna de la sede alterna: la torre del Caballito, en Paseo de la Reforma.

Sin necesidad produjeron imágenes de un brinco a la nada. Senadores y senadoras apechugaron, aceptaron las prisas y, como en un servicio de transporte público popular, apretujados salieron de la zona sin riesgo de ofensas de las brigadas de repudio.

Legisladores que en el salón de sesiones suelen deambular como vacas sagradas, en la descomposición de la supuesta emergencia de huir de Donceles, perdieron el donaire. Se les cayó el semblante, los delató el amargor a derrota: iban de tumbo en tumbo.

Y siguió la toma de la tribuna por el Frente Amplio Progresista. La mayoría (PAN, PRI, PVEM) abrió su sesión del jueves en el piso 5 de la torre del Caballito, de media hora, con papeles sobre las rodillas, vasos en la alfombra, hartazgo de seguir aguantando “chantajes, presiones, cercos”.

Allá en Donceles, hubo cobertura de seguridad como de guerra, de 14 guardaespaldas, para Santiago Creel, al leer una declaración de prensa.

La línea de golpeo que “protegió” a Creel de los periodistas quedó registrada para la historia del conflicto del Senado nómada y cercado por gente que pega y ataca, y que cuando le conviene canta y baila, allá, en los límites del miedo a fallar de alguien que levanta vallas sobre vallas de metal, robocops y granaderos.

Los priistas no acudieron a Donceles. En la segunda sede, PAN, PRI, PVEM, e Irma Martínez (Panal) ocuparon sillas marcadas con sus siglas. Se formó una especie de refugio por desastre. Nadie reservó “escaños” al FAP, que posee la tribuna mayor.

La voz del senador Cleominio Zoreda (PRI) dio cuerpo a la minisesión. Allí había dos banderas nacionales y el escudo del Senado. En el presidium, el emblema de la poderosa Cámara errante, el águila y campana de plata.

En la tercera fila de sillas-escaño, Manlio Fabio Beltrones encabezaba el área relajada, fresca, con dominio del ritmo de la crisis senatorial.

El de Sonora se dio el lujo de posar leve para los fotógrafos, abotonándose el saco, cuando depositó su voto en la urna de elección de integrantes de la Comisión Permanente. Su talante enviaba un mensaje de control: ¿Acaso hay bronca en alguna parte?

Su burbuja, los cercanos al líder, instalada, operaba en torno suyo: Murillo Karam, Melquiades Morales, Carlos Aceves, Fernando Castro...

En cambio, no hubo polo de poder panista. Los hombres de Creel estaban dispersos, cansados, enojados contra, se acusaba, la sedición pejista.

La bancada azul se reponía de las emociones fuertes del ir y huir de ayer. Varios recuperaron su gesto de señores muy importantes.

Senadores de ingenio, como César Leal (PAN), colgaron un cascabel a la jornada itinerante. Él bromeó:

—Ya saben: La próxima sesión la vamos a tener en (el restaurante) ¡La Barraca Urraca!
Crónica de Juan Arvizu, El Universal, 18 de abril.

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