Y cuando el FAP despertó el Congreso ya sesionaba

Entre la lealtad jurídica y la lealtad partidista, Ruth Zavaleta Salgado optó ayer por la primera.
Zavaleta desoyó la línea de Andrés Manuel López Obrador y, en salón alterno del Palacio Legislativo de San Lázaro, presidió la sesión plenaria de la Cámara de Diputados, con quórum de 289 legisladores, entre ellos dos de Convergencia, José Varela y Félix Castellanos.

Incluso, en conferencia de prensa, al planteamiento de que es evidente que la estrategia del bloqueo al Congreso lo coordina López Obrador desde su oficina, y por ende prevalece la voluntad de un hombre sobre las instituciones, la presidenta camaral repuso:
"Voy a cumplir con mi mandato constitucional y normativo, como presidenta de la Cámara y dentro del ámbito de la Mesa Directiva se cumplirá lo que marca la ley".

Aún más, con su reiterado desacuerdo de que se sesione de manera indigna en un lugar ajeno al salón de plenos, llamó a los senadores que están en la mesa de negociación para destrabar la toma del Congreso, "para que lleguen a un acuerdo sobre los tiempos del debate (de la reforma energética) y no haya problemas para que podamos sesionar".

Incluso, en esa conferencia ofrecida cuando la sesión continuaba sin ella y sin ella sería levantada por el vicepresidente en funciones de presidente, Cristian Castaño, que citó para la sesión de mañana, Zavaleta advirtió que, de no haber acuerdo, no habrá sesión solemne de Congreso para recibir a la presidenta de India, Pratibha Devising Patil.

Pero el tiempo corría. Ya había cumplido con deber y resolvió el dilema de la lealtad jurídica y la lealtad partidista.

Así, poco antes de la una de la tarde, contrariada por un acuerdo incumplido, del que luego Emilio Gamboa Patrón le ofrecería disculpas, mas dispuesta a cumplir con la responsabilidad de su investidura, marginal ésta de la militancia perredista, Zavaleta Salgado ingresó al auditorio del edificio E y la recibió prolongado aplauso que, de pie, le brindaron sus pares del PAN, PRI, PVEM, Nueva Alianza y Alternativa.

La secretaria diputada panista Esmeralda Cárdenas Sánchez repitió, entonces, el pase de lista. "Existen registrados 289 diputados y diputadas que integran esta asamblea", dijo y, enseguida, Zavaleta sonó la campanilla y declaró abierta la sesión. Había quórum.

A Ruth Zavaleta y otros integrantes de la Mesa Directiva molestó que el vicepresidente camaral, el priista Arnoldo Ochoa González, asumiera la presidencia e iniciara el pase de lista, cuando el acuerdo con la Junta de Coordinación Política había sido que ella abriría la sesión junto con el también perredista Luis Sánchez Jiménez, otro de los tres vicepresidentes.

Pero esa fue pauta para que demostrara in situ cómo asume y ejerce la presidencia de la Cámara de Diputados. Y leyó un texto, compartido por Sánchez Jiménez, en el que manifestó su contrariedad por el incumplimiento del acuerdo de que ella y la Mesa Directiva en pleno instalarían la sesión.

Igualmente desbrozó su preferencia política, su militancia y abogó por el debate invocado por el Frente Amplio Progresista. "Consideramos -dijo- que es indispensable lograr los acuerdos y el diálogo necesario para reencauzar nuestros trabajos y la vida cotidiana de este Congreso.

"Es indispensable, desde nuestro punto de vista, que alcancemos la apertura para un debate nacional en el tema energético el tiempo que sea necesario, escuchando las voces de especialistas, académicos, científicos y ciudadanos".

Y, bueno, también manifestó el desacuerdo por lo que ha obligado a hacer López Obrador. A saber: "Queremos manifestar que no aceptamos una sede alterna, porque el recinto es nuestro espacio de debate natural, que nos resulta indigno no estar en ese espacio, porque somos diputados elegidos por el pueblo y merecemos estar ahí".

Por ello conminó a sus pares "a que trabajemos juntos por seguir produciendo los acuerdos que consolidan nuestra democracia y fortalezcan el desarrollo de nuestra nación y rescatemos la posibilidad de seguir sesionando dignamente, como merecemos".

Luego, en el desahogo de la agenda legislativa, la diputada priista Patricia Villanueva Abraján, secretaria de la Mesa Directiva, leyó el acuerdo mediante el cual se habilita provisionalmente al edificio E del Palacio Legislativo de San Lázaro como salón de sesiones de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, a solicitud de la Junta de Coordinación Política.

Salvo Ruth Zavaleta, Luis Sánchez Jiménez, ambos perredistas, la convergente María del Carmen Salvatori Bronca y la petista María Mercedes Maciel Ortiz, el resto de los miembros de la Mesa Directiva, incluso la perredista María Eugenia Jiménez Valenzuela, firmaron el acuerdo.
Y, en votación económica, el pleno aprobó el acuerdo, y la división del PRD se sentía y evidenciaba.

A extramuros del Congreso de la Unión, Jesús Ortega demostraba que tiene más músculo que Alejandro Encinas y López Obrador, al reunir a más de siete mil personas en el Monumento a la Revolución, contra mil 400 adelitas que se reunieron en el Senado a la misma hora; mientras tanto el resto de los grupos parlamentarios ajenos al FAP sesionaban con normalidad en sedes alternas debido al secuestro de las tribunas a manos de legisladores comandados por el Peje.

-¿Tiene valor jurídico la asamblea en el salón alterno? -se preguntó a Ruth Zavaleta.
-Por supuesto que tiene valor jurídico. Por eso llegué e instalé completo, como se debería de hacer desde el principio. Había quórum y se instaló jurídicamente en los términos que exige la ley.

Y en ese acatamiento de la ley, en el inédito sesionar fuera del salón de plenos obligados por la toma de la tribuna por sus pares del PRD, del PT y de Convergencia, 283 (seis menos del quórum) diputados de las cinco fracciones restantes en la Cámara de Diputados autorizaron al presidente Felipe Calderón a ausentarse del territorio nacional del 21 al 23 de abril para asistir a la Reunión la Cumbre de Líderes de América del Norte a celebrarse en Nueva Orleáns, y luego realizar una visita de trabajo al estado de Texas.

Y no pasa nada, si nadie quiere que pase.
Nota de Moisés Sánchez Limón, Luciano Franco y René Cruz González, Crónica, 16 de abril.

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