Encantador de serpientes

Con suavidad en la expresión, razones bordadas con principios científicos y un vistazo al futuro que puede ser de bienestar, Mario Molina, premio Nobel de Química 1995, pone el cascabel al debate.

El hombre sencillo y de ojos claros apacigua a la izquierda y merece el reconocimiento de legisladores defensores del proyecto que está a discusión. Único mexicano que presume en la solapa un fistol de oro con el perfil de Alfred Nobel, Molina es el primer panelista que serena a las partes, en pugna desde la toma de las tribunas del Congreso y su secuela de choques en el patio del Senado, donde se debate.

Razona con palabras desnudas de oropel. Y con esa ciencia con la que estudia el calentamiento global, actúa como encantador de serpientes. El Nobel gana el aplauso plural. Activa un ambiente de inteligentes, junto con las voces de otros colegas, como Pablo Mulás y Odón de Buen. Mientras, otras luces se contrastan, como las de Francisco Barnés, a favor de las refinerías privadas, en caballerosa fricción con Jorge Eduardo Navarrete, alerta en pro de la soberanía; al final se abrazarán con afecto.

Mucha agua ha corrido bajo el puente, en cinco reuniones del debate. Y resulta que no hay quinto malo. El pánel es mixto: científicos y ex funcionarios. Un dirigente sindical fuera de foco, Martín Esparza, irrumpe con chalán que le carga el portafolios, y en la calle de Tacuba ha dejado una porra de trabajadores del SME.

El senador Jorge Ocejo y el diputado Luis Alonso Mejía, ambos del PAN, en sendos cuestionamientos, intentarán poner contra las cuerdas de la contradicción al ex director de Pemex, Francisco Rojas, por la sociedad con la refinería Deer Park, en Texas. La estrategia raspa, pero no rasga, en un momento en el que la misma bancada elogia el talento de los ponentes de perfil científico.

Rojas, presidente de Fundación Colosio, quien estrena el canal de televisión por internet, advierte que el proyecto de reforma “carece de visión integral, pues no prepara al país para la transición y seguridad energéticas”.

Es la quinta reunión del debate que será de 23 páneles y sólo ha intervenido una mujer, Beatriz Paredes. Es como el Club de Toby.

Polemiza el ex rector de la UNAM, Francisco Barnés. Habla del dilema: subsidiar con 20 mil millones de dólares el consumo anual de gasolinas, frente a la opción de maquilar en México el refinado. Ser o no ser. La idea nacionalista frente a la moderna.

Y si se trata de defender la riqueza natural, que los expertos llaman “la renta petrolera”, Odón de Buen, un ingeniero mecánico electricista de las grandes ligas, pregunta al público del poder, los Beltrones, Navarrete, Labastida: “¿Para esto queremos el petróleo, para tirarlo sin uso útil y sufriendo sus impactos ambientales?” Otro pensador, Pablo Mulás del Pozo, doctor en Ingeniería, echa agua a los ánimos calientes con que nació el debate: “No nos hagamos bolas, el siglo 21 es el siglo del conocimiento; las sociedades que lo generen y lo sepan usar serán las líderes”. Explica que “el gran tesoro de México es un recurso natural renovable de sólo 150 mil toneladas: es la materia gris de los cráneos de los 105 millones de mexicanos”. Eso y quizá un poco más: ¡Pasión!, dice Mario Molina al final de los diálogos, en consejo a los jóvenes. ¡Pasión por México!
Juan Arvizu Arrioja, El Universal, 28 de mayo.

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