Esta vez no hubo con quién pelear

LIMA.—Se vislumbraba como la cumbre de las mil batallas. Verbales todas. Una nueva ocasión para que el presidente venezolano Hugo Chávez diese rienda suelta a su verborrea. Los antecedentes inmediatos así lo avalaban. Pero como para un baile, así como para una pelea, hacen falta dos, en cada uno de los conflictos abiertos aquí siempre faltó la otra parte.
Por eso y por la experiencia del presidente peruano Alan García, la jornada más importante del cónclave acabó en paz y hasta el mandatario venezolano hizo gala de cierta moderación.

Chávez y el colombiano Álvaro Uribe se evitaron con diplomacia. Lo mismo éste con el ecuatoriano Rafael Correa. Pero ni Chávez ni Correa se olvidaron de recordar el conflicto reabierto con el informe de la Interpol sobre las computadoras del abatido líder guerrillero Raúl Reyes.

“Se está quedando solo. Su gobierno es uno de los grandes problemas de la región”, ya que se maneja “con la mentira y la manipulación y tiene relación con el paramilitarismo y el narcotráfico”, expresó Chávez a la salida del Museo de la Nación. Allí mismo, Correa sostuvo que “aquí está todo bien. El que anda mal es el gobierno de Colombia”.

“Nos siguen calumniando en una guerra mediática totalmente injusta, infundada e irresponsable", acotó el mandatario ecuatoriano, quien agregó que “Colombia impide que se concrete la integración latinoamericana en este buen momento”.

Incluso Chávez y Correa contaron con la asistencia del electo presidente paraguayo, Fernando Lugo, que fiel a su condición de religioso, opinó que “la de Interpol no es la palabra de Dios...”.

En el bajo perfil del paso de Chávez y Uribe por aquí, mucho tuvo que ver la muñeca del presidente anfitrión, Alan García, quien además de abogar públicamente para que esta fuese una cumbre seria y de debate, le pidió a ambos mantener las formas a la hora de los debates. Para ello colaboró también la organización y la disposición de la reunión y de las ocho mesas de trabajo en la que se distribuyeron los mandatarios. Estuvo herméticamente cerrada a la prensa y a las cámaras.

Pero había otra pelea en el aire y también se saldó por el lado de la paz. “No le di un beso, sino dos....”, admitió Chávez a los periodistas, cuando se le preguntó por su discusión con la canciller Angela Merkel, a quien había calificado como heredera política de Adolf Hitler. “Estaba con Cristina (Kirchner) le di un beso a Cristina, y ahí estaba la señora Merkel. Le di un beso y después otro. Le dije que si había dicho algo impropio le pedía perdón... Y hasta me invitó a que visite Alemania”, admitió Chávez, con un dejo de arrepentimiento.

Así es que aquellos que esperaban una cumbre cargada de acusaciones e intercambios verbales deberán esperar otra oportunidad. Si hoy, ante de las partidas de los presidentes, no surgen imponderables, ésta será recordada como “la cumbre de la paz”.

José Vales, El Universal, 17 de mayo.


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