Redada en Iowa causa una semana de terror

Nueva York, 19 de mayo. El pasado 12 de mayo varios helicópteros negros sobrevolaron el pueblito de Postville, Iowa; en tierra, unos 200 agentes federales, con uniformes también negros, salieron armados de camionetas que llegaron repentinamente. Cientos de personas huyeron en medio del pánico mientras se tendía un cerco para que nadie escapara; familiares angustiados salían de sus casas en una búsqueda desesperada de sus hijos, de sus esposos, de sus hermanos; cientos se refugiaron en una iglesia y varios niños quedaron esperando a sus padres, quienes fueron detenidos y acusados de “criminales”, esposados y llevados a una especie de campo de concentración, donde fueron “procesados” y encarcelados.

En esa acción se detuvo a 389 personas –290 guatemaltecos, 93 mexicanos, dos israelíes y cuatro ucranianos–, en lo que autoridades estadunidenses consideran la redada más grande de migración en un solo sitio. Todo ocurrió hace una semana, en Postville, con la toma por asalto de la planta de procesamiento de carnes Agriprocessors, la fuente de empleo más grande de la región. En la operación participaron agentes de migración y alguaciles federales.

¿El delito? Trabajar
Desde esa fecha, cientos de familias de ahí y de toda la región han vivido sumidas en la angustia y el temor. “Fue una invasión de este pueblo”, señala el sacerdote Paul Ouderkirk, párroco del sacramento hispano de la iglesia católica St. Bridget’s (Santa Brígida), en Postville. “Esto ha dejado una herida profunda y aún sangra”, agrega.

Es en esa misma iglesia donde a lo largo de la semana se refugiaron cientos de familiares de los migrantes, sobre todo madres con sus hijos; muchos temían que regresara la migra por ellos.

Martha Pérez, profesora de español del Kirkwood Community College, en Iowa City, quien es voluntaria en el apoyo a familiares afectados en lo que definió como “emergencia humanitaria”, contó a La Jornada que las madres refugiadas no tenían con qué dar de comer a sus hijos; otras tenían niños enfermos, y otras más están embarazadas. Permanecieron casi toda la semana en el templo, mientras sacerdotes, religiosas y varias organizaciones trabajaban para ofrecer alimentos, asistencia médica y asesoría legal.

En tanto, padres, madres, hijos e hijas capturados en el operativo fueron trasladados ese mismo día a la ciudad de Waterloo, a dos horas de distancia, donde las autoridades federales utilizaron el terreno y las instalaciones de una ¡feria de ganado! (National Cattle Congress Fairgrounds), sin considerar lo que significa emplear tal lugar para detener seres humanos, donde fueron “procesados” y posteriormente enviados a diversos centros de detención.

El sacerdote Ouderkirk dice que hoy ya no hay refugiados en la iglesia, pero en su momento pico sumaron más de 250. Ahora, toda una gama de organizaciones comunitarias, sindicatos y voluntarios se dedican a apoyar los procesos legales para facilitar el regreso de algunos a sus países de origen, así como asesorar a los detenidos y ofrecer solidaridad a una comunidad devastada.

“Por esta invasión aquí todo está en pedazos: las vidas de la gente, las de los comerciantes, y los funcionarios locales no saben ni qué decir”, dijo el religioso.

El temor se manifiesta por todas partes. El día posterior a las redadas, entre un tercio y la mitad de los 600 estudiantes del sistema escolar local no se presentaron a clases.

El miedo entre los migrantes no se limita a Postville. En Waterloo “llovieron llamadas durante toda la semana para preguntarnos si era seguro salir de casa”, dice Lisa Muñoz, integrante de la junta directiva del Centro Latinoamericano, organización de apoyo comunitario en esa ciudad. “La gente no sale, oncluso algunos no van a trabajar ni por comida; nosotros no les podemos decir si es seguro hacerlo…”

La magnitud de lo que ocurrió es visible por todo el este de Iowa, hasta en Des Moines y otras ciudades grandes, agregó la entrevistada. Muchos inmigrantes piden a quienes tienen documentos ir al supermercado por alimentos para sus hijos. Otros hacen los preparativos necesarios para otorgar derechos de tutela, en caso de que los deporten.

En Postville, casi todos los mexicanos provienen de El Barril, San Luis Potosí. El sacerdote Paul Ouderkirk dice que hay amplia relación entre las iglesias y comunidades de ambos pueblos, y que El Barril es casi del mismo tamaño poblacional que Postville (poco más de 2 mil 200 personas), “en parte por eso les gustaba vivir aquí”.

Narra que una inmigrante rusa le dijo: “Llegamos aquí sin nada; si ahora nos deportan regresaremos a menos que nada”, y señaló que eso expresa el sentir de la mayoría. A la vez, advirtió el párroco, esto tendrá un grave impacto en El Barril.

En la empresa Agriprocessors –la empacadora de carnes kósher más grande del país– hay casi mil trabajadores, gran parte de ellos inmigrantes guatemaltecos que sólo hablan maya y un poco de español; hay también mexicanos y europeos orientales, quienes laboraban en condiciones que estaban siendo investigadas por presuntas violaciones, incluso de trabajo para menores de edad, maltratos, insalubridad y más, pero hasta el momento ninguno de los dueños ha sido detenido, sólo cientos de sus empleados.

El pasado sábado, durante una misa celebrada por el arzobispo Jerome Hanus, en Postville, una niña de cuatro años, Johana, avanzó por el pasillo durante la oración inicial, subió al altar y ofreció un papelito al oficiante. El ministro laico Paul Rael tomó la nota y le dio lectura: “Me ha entregado una petición muy especial esta pequeña niña que acaba de acercarse”. Indicó que la nota decía que deseaba que todos oraran “para que mi papá pueda regresar a casa”. Rael regresó a su asiento con lágrimas en los ojos, reportó el Des Moines Register, el periódico más importante de Iowa.

El padre de la niña es uno de los 389 detenidos. Ella es parte de una comunidad que ha vivido una semana de terror en el corazón de Estados Unidos.

Reportaje de David Brooks, La Jornada, 20 de mayo.


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