Edil azuza contra Casa del Migrante

CIUDAD IXTEPEC, Oax.— Con el apoyo de la policía municipal, unos 50 colonos de esta ciudad irrumpieron en la Casa del Migrante Hermanos del Camino y amenazaron con incendiar las instalaciones si no cierra sus puertas a los indocumentados centroamericanos.

La reacción de los colonos del barrio San Antonio y Doctores ocurrió después de que el 21 de junio, el nicaragüense Jaime Francisco Alvarado Flores, identificado como integrante de la banda Mara Salvatrucha, presuntamente violó a una niña de seis años.

Antes de irrumpir en la sede del albergue fundado el 26 de febrero de 2007 por el párroco Alejandro Solalinde Guerra, los colonos se reunieron en las inmediaciones de la estación ferroviaria con el alcalde priísta, Gabino Guzmán Palomec.

Encabezados por Juana Luis Enríquez, Natalio Olivera y Paulina Ricoy Mecot, los colonos exigieron además al munícipe que gestione la suspensión del paso del tren, donde viajan los indocumentados desde Chiapas en su ruta hacia Estados Unidos, por la zona urbana de esta ciudad.

“Si el ferrocarril no nos trae ningún beneficio, entonces que desvíe su ruta hacia otro lado, que ya no entre a la ciudad porque los indocumentados únicamente nos molestan, roban, asaltan y ahora hasta violan”, gritaron las mujeres en su reclamo.

El edil Guzmán Palomec invitó a los colonos a un recorrido por las vías del tren cubiertas de espinos y basura y enfilaron hacia la Casa del Migrante, donde abrieron las rejas y entraron en tropel. “¡Que se vaya Solalinde, que se vayan los migrantes!”, exclamaron.

Unos cinco extranjeros sin papeles que se disponían a desayunar se refugiaron en la cocina del albergue, mientras que los policías municipales, algunos con pistolas al cinto y otros con macanas y encabezados por el director de Seguridad Pública local, Martín Guzmán, entraban por la parte posterior.

Al término del recorrido que realizó el presidente municipal por el perímetro exterior de ese albergue de migrantes, llamó a los colonos a continuar el diálogo fuera de las instalaciones de la iglesia, donde se halla una capilla. A regañadientes, los pobladores abandonaron las instalaciones.

“El padre ya hizo dinero con los migrantes, ahora queremos que se vaya. No lo queremos aquí”, gritaron los hombres y mujeres.

En el trayecto de regreso, encararon al sacerdote Solalinde Guerra. “¡Vamos a quemarlo!”, gritó la señora Juana Luis Enríquez. Entonces el coordinador de la pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia del Episcopado Mexicano dio la media vuelta, abrió los brazos en cruz y les dijo: “Aquí estoy, hagan de mí lo que quieran, pero esta casa no cerrará sus puertas”.

Casi 20 minutos después de que los colonos se retiraron conjuntamente con el alcalde Gabino Guzmán, quien estuvo acompañado de su síndico Erasmo Carrasco, unos 14 policías preventivos de Oaxaca arribaron a la Casa del Migrante y le ofrecieron seguridad al sacerdote Solalinde Guerra
Alberto López Morales, corresponsal, El Universal, 25 de junio.

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