Grupos indígenas de Chiapas enfrentan cada vez más incursiones de militares

Comitán, Chis. 9 de junio. Los movimientos e incursiones de tropas federales se han incrementado en las regiones indígenas de Chiapas, con distintos destinatarios, y aunque los soldados argumentan buscar cultivos ilegales (esto, cuando “explican” su presencia, cosa que no siempre hacen), todo indica que se dirigen contra las organizaciones indígenas. En las cañadas de Ocosingo, donde se localizan los municipios zapatistas del caracol de La Garrucha, los operativos han sido más amplios y severos, pero no los únicos.

A lo largo de la carretera que circunda Montes Azules y la selva Lacandona, en el circuito Comitán-Benemérito de las Américas-Palenque-Ocosingo, desde mediados de mayo aumentaron los patrullajes del Ejército federal, los puestos de control móviles y los campamentos transitorios (como en Tziscao e Ixcán, por citar dos casos).

Como se sabe, las bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), incluyendo mujeres y niños, confrontaron dramáticamente a las tropas federales en las afueras de las comunidades Galeana y San Alejandro, en el municipio autónomo Francisco Gómez, el 4 de junio. Días atrás, mujeres de la Organización Campesina Emiliano Zapata (OCEZ) hicieron lo propio en los caminos de Carrizal, Chulná y Río Florida, en Ocosingo, cerca de Oxchuc.

Se han reportado incursiones castrenses en la zona chol del norte y en Marqués de Comillas, presuntamente contra el “crimen organizado”. También dentro de Montes Azules, en su extremo noroccidental. El 23 de mayo, tras el operativo en Nuevo Chamizal, donde no hay bases zapatistas, el Ejército acusó de sembrar mariguana a unos inexistentes zapatistas (los que existen allí son priístas, y para más detalle, antizapatistas paramilitarizados).

La junta de buen gobierno El camino del futuro, en La Garrucha, describió a La Jornada en días pasados no sólo las acciones contra comunidades rebeldes, sino también la espectacular incursión en el poblado El Suspiro, a orillas de la laguna del mismo nombre, en Montes Azules.

Ahora se ha dado a conocer la denuncia de los pobladores de El Suspiro: “El 23 de mayo, siendo mediodía llegaron a nuestro poblado cientos de ‘ejércitos’ violentamente, asustando niños y ancianos. También dos helicópteros de militar y por fuerza se llevaron machete, azadón, palas, picos y focos, todos que usamos para trabajar nuestras milpas. Quitaron 10 docenas de tablas rústicas que eran para tapar su casita del compañero”.

En este caso las acusaciones son de carácter ambiental, pero proyectaron su sombra sobre las comunidades zapatistas San Pedro, Laguna Paraíso y 6 de Octubre. Los de El Suspiro detallan que los militares, acom- pañados de judiciales y agentes del Ministerio Público, “estuvieron en nuestro poblado cuatro horas amenazando mujeres, niños y ancianitos que mejor salieron a esconder en la montaña. Antes de irse los ejércitos dejaron documento citatorio de PGR para presentar compañeros en Ocosingo”.

En un momento en que la militarización con fines “policiacos” se generaliza en el resto del país, las piezas del tablero militar en Chiapas, establecidas para sitiar los territorios zapatistas hace más de una década, se han puesto en movimiento de manera repentina. Y aunque ya aparecieron unos sedicentes (y oportunos) Zetas en la capital del estado, el “combate al narcotráfico” no se sostiene en los territorios zapatistas (y seguramente tampoco en el caso de la OCEZ, cuando menos).

Hermann Bellinghausen, La Jornada, 10 de junio.


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