Encara Raúl sigiloso boicot

El enorme aparato burocrático y un boicot popular callado pero constante a la fuerte estatización de la economía isleña podrían boicotear los planes de reformas que impulsa el Presidente cubano, Raúl Castro.

"Los cubanos mantienen una huelga de brazos sostenida y violan sistemáticamente las leyes porque los salarios estatales son ridículos y por la propia desorganización del sistema, que tiene un aparato burocrático monstruoso", afirma el economista Óscar Espinosa.

Las palabras del ex diplomático, hoy disidente, son tan rotundas como la realidad.

Un maestro gana en Cuba el equivalente a 20 dólares mensuales y ni con las amplias subvenciones estatales logra cubrir sus necesidades básicas. Sólo en La Habana hay un déficit de 8 mil profesores, y la mitad de los docentes de enseñanza secundaria básica del país ha recibido una formación acelerada e insuficiente, según datos oficiales.

Hace unos tres años, el Gobierno redujo el subsidio a la electricidad. El precio subió hasta 50 por ciento en el caso de los grandes consumidores.

Ante el calibre de los fraudes, en enero el Gobierno creó un cuerpo especial de supervisores estatales. Cinco meses después, las trampas para reducir la factura se han incrementado en mil 791 casos más que en el mismo periodo de 2007.



Robo, trampas y burocracia

La trampa como forma de vida, el robo al Estado, la desidia laboral y el burocratismo siguen siendo enemigos invictos de los planes productivos del Gobierno.

Analistas definen esta dinámica como un boicot de facto a la fuerte estatización de la economía local, que se percibe en la lentitud con la que se descentralizan las decisiones en el campo y en la construcción de viviendas, dos sectores que urge revitalizar. También en las demoras administrativas, la falta de mano de obra, la fuga de jóvenes profesionales.

Y, sobre todo, en la sangría permanente de bienes públicos, que sustenta el mercado negro y abastece los negocios clandestinos de los cuales vive, en buena medida, la población.

"Resulta insoslayable asumir la necesidad de desconcentrar las decisiones en el ámbito de la economía y darle mas espacio y poder a los agentes económicos de base", opina Juan Triana, investigador del Centro de Estudios de la Economía de Cuba.

Casi cualquier iniciativa para agilizar nuevos proyectos, o simplemente fabricar productos nacionales bien hechos y a mejor precio que los importados, rebotan una y otra vez contra la resistencia de los cubanos a trabajar en las condiciones que propone el Gobierno.

"Se trabaja poco, se trabaja menos, es una realidad que ustedes pueden comprobar en cualquier rincón del país", señaló el Presidente Raúl Castro, el viernes 11, a los diputados asistentes al primer pleno ordinario del Parlamento.



Desidia laboral

Las autoridades, por su parte, atribuyen el desinterés laboral de los cubanos a la amplia cobertura social del sistema que, con un exceso de subvenciones y gratuidades, permite a muchos vivir sin trabajar y disfrutar de un nivel de instrucción y una esperanza de vida muy por encima de la media regional.

Pero, sin más producción, no pueden aumentar los salarios. El Gobierno reiteró en las últimas semanas que una subida salarial acorde a los reclamos de la población requiere de un estudio integral y está subordinado al crecimiento de la productividad.

Según el diario oficial Granma, la correlación salario medio-productividad ha sido un fiasco en este primer semestre del año, ya que el primero creció 4.6 por ciento en este periodo, mientras la segunda sólo llegó a 3.5.

La marcha de jóvenes profesionales descapitaliza de forma singular a este país donde la formación universitaria la paga el Estado y estudia becado quien quiere. Las autoridades lo llaman robo de cerebros, pero muchos padres comprenden que sus hijos quieran probar suerte en países que ofrecen más oportunidades.

Por la misma razón, Cuba también ha perdido en los últimos años muchos de sus docentes. Según el último informe presentado al Parlamento, en La Habana sólo 19 por ciento de los profesores de ese nivel tienen título y experiencia.

También faltan obreros de la construcción dispuestos a trabajar para el Estado, por lo que en un país con un déficit habitacional superior al medio millón de viviendas y 70 por ciento de sus inmuebles necesitados de reparación, se da la circunstancia de que, año tras año, fracasa el plan nacional de la vivienda, que hasta ahora apenas cubrió entre 5 y 7 por ciento de la demanda acumulada.

En otros sectores estatales, como la electricidad, donde los trabajadores cualificados no faltan, las pérdidas se cuentan en millones de pesos.

Granma criticaba recientemente las artimañas de la gente que para por la noche los contadores o los manipula para pagar menos.

La ley contempla multas de hasta mil pesos cubanos (unos 40 dólares) para los reincidentes, con cierre del servicio de un mes a definitivo y penas de hasta ocho años de privación de libertad, en los casos más graves.

Pero ninguna sanción ha podido acabar con el trabajo ilegal y el robo que lo nutre. Entre tanto la productividad de las empresas estatales sigue bajando y la decepción social se agrava.

El tiempo que pasa juega en contra de los planes de Raúl Castro.
Yolanda Martínez, corresponsal, Reforma, 26 de julio.

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