La baja afluencia en los estados apagó el optimismo perredista revelado vía celular

Supóngase que opinan 600 mil ciudadanos. O un millón. O un millón y medio. ¿Cambiaría la cifra definitiva la manera en que el ejercicio llamado consulta será desmenuzado por la mayoría de los opinadores profesionales, por los panistas y los priístas?

Las plazas llenas no votan, ¿lo hacen las consultas a contracorriente? A media tarde, entre los perredistas circulan mensajes de celular con una cifra alegre: un millón y medio de ciudadanos. Otra cosa dicen las urnas en varias colonias del Distrito Federal, pese a que los líderes del PRD atribuyen el jalón hacia abajo a la poca votación en los estados: 60 papeletas en promedio por mesa, señalan sus mensajes.

Para no errarle, o conocedor ya de otros datos duros, Manuel Camacho Solís, coordinador de la consulta, juega con el millón, pese a que las estimaciones de las semanas anteriores hablaban del doble de esa cifra.

“Ahora sí estamos parejos”, comenta Camacho, tras la conferencia de prensa en que anuncia los primeros resultados. Y estar “parejos”, explica, significa que el Frente Amplio Progresista obtuvo de la consulta las canicas que le faltaban para entrar al juego con el gobierno y el Partido Revolucionario Institucional. “Ya nos podemos sentar a la mesa en igualdad de condiciones”, resalta durante una charla informal. “Tenemos la movilización popular, la consulta y la elección de 2006, ahora sí vamos a ver qué sale de la mesa. Ahora nos podemos sentar con la pregunta: ¿no que no existimos?”

En el pasillo del hotel no todos comparten su optimismo. “El derecho al pataleo se ha consumado”, expresa uno de los intelectuales invitados como observador.

“Un asomo de resistencia con todo en contra”, resume, por la mañana, el escritor Carlos Monsiváis, quien con otros insiste en que el gobierno de Felipe Calderón calculó que “no habrá resistencia alguna”.

Con todo en contra, comenta Camacho Solís en conferencia, la consulta se ha movido dentro de los “parámetros factibles”. Tales parámetros, resalta, son el resultado de una intensa campaña en los medios de comunicación contra un ejercicio presentado como sesgado, partidista y sucio. Sin contar con lo que cuenta, Camacho resume en unos datos: la dificultad para conseguir en algunos estados 60 mil u 80 mil pesos contra los diez mil millones de pesos que costó la elección de 2006.

¿Y a usted quién la invitó?
Doña Carmen y su hija Gabriela son las participantes con los números 52 y 53 en una de las mesas instaladas en San Salvador Cuauhtenco, Milpa Alta.

“No estoy de acuerdo con la privatización”, comenta la mayor. ¿Por qué? “Porque quiero que haya más empleos.” Explican ambas sus razones para votar, hablan de que algo vieron en la televisión o escucharon en la radio. ¿Pero alguien de esta comunidad las invitó? Gabriela corta rápido el tema: “A mí me invitó la voz de Andrés Manuel López Obrador”.

Más arriba, en el pueblo siguiente por el camino que conduce a Oaxtepec, el domingo transcurre entre tianguis y tacos de barbacoa. A cargo de una de las mesas está una mujer que no quiere revelar su nombre pero informa en detalle sobre su vida: lleva 40 años de casada y siempre ha sido ama de casa. “Estoy fastidiada del hogar, así que me vine a vivir esta experiencia.” Interrumpe su relato con una exclamación: “¡Padrino!”, exclama y le besa la mano al hombre que acaba de llegar, acompañado de su familia. Luego los atiende sin dejar de hablar: pasa la credencial, entrega las papeletas, les ofrece la tinta indeleble. “Todo es legal, ya lo que uno decida es libre”, expresa la mujer.

Todos los integrantes de la familia leen atentamente las preguntas y marcan su elección. Depositan sus papeletas en la urna que ya contiene los documentos arrojados antes ahí por 124 ciudadanos de San Pablo Oztotepec.

Santos Galindo Acosta, el padrino, es comerciante y no se emociona cuando comenta que está seguro de que habrá reforma petrolera: “Pero ya no va a ser la que quería el Presidente de la República”.

La zona panista y la pregunta capciosa
En la colonia Narvarte, dos hombres y dos mujeres, empleados del Gobierno del Distrito Federal, atienden una mesa en el parque Américas Unidas. Tienen tiempo para hablar, pues aunque faltan menos de dos horas para el cierre, aún no llegan a los cien participantes. “Es que ésta es zona panista”, justifican.

¿Y entonces aquí sólo han venido a votar perredistas? “No”, aseguran, “han venido incluso panistas que no están de acuerdo con la privatización de Pemex y también gente que nos pregunta si esto significa afiliarse al PRD.”

En eso llega un joven que entrega su credencial y sobre la mesa marca en las dos papeletas la palabra “SI”. Nadie hace un gesto siquiera.

La charla sigue, sobre el voto de Marcelo Ebrard, las corrientes del PRD, la “confusión” que según ellos han causado las declaraciones del presidente provisional del PRD, Guadalupe Acosta Naranjo.

Los funcionarios de casilla terminan el chacoteo-debate en que se convierte la espera en muchas de las mesas de la consulta: “Carlos Navarrete no pudo votar. No porque se lo comen los periodistas”.

En otro punto de la ciudad se discute sobre la calidad de las preguntas. “La segunda es capciosa”, concluyen en la mesa 05-067A, en el centro de Azcapotzalco. Una y otra vez, los responsables de la consulta en el lugar tienen que dar explicaciones a los ciudadanos.

La segunda pregunta es: “En general, ¿está de acuerdo o no está de acuerdo con que se aprueben las iniciativas relativas a la reforma energética que se debaten actualmente en el Congreso de la Unión?”

Para una porción de los interesados, en el Congreso se debaten también las propuestas que el Movimiento de Defensa del Petróleo ha presentado en las plazas públicas.

“¿O qué otra cosa estuvieron debatiendo en el Senado?”, pregunta un joven.

A los integrantes de los comités de consulta que pidieron cambios en las preguntas les dijeron que no había manera de modificar los cuestionamientos, porque el Instituto Electoral del DF había puesto como condición que no se les quitara ni una coma.

En todo caso, la redacción de la pregunta puede explicar la diferencia de tres puntos –en favor del “SÍ”- en la segunda interrogante.

Los participantes se quejan también de la primera pregunta en la que ven una doble negación, pero ya no hay para dónde hacerse, así que consumen largos ratos en explicaciones.

Se cierra la consulta en el DF y en otras nueve entidades. Faltan dos fases. “Si el pueblo dice no, ese es el mandato que vamos a hacer valer”, advierte Andrés Manuel López Obrador en un acto del Partido del Trabajo.

A lo largo del día, sus declaraciones son interpretadas como un anuncio de nuevas movilizaciones, incluyendo la toma de las tribunas legislativas.

Guadalupe Acosta Naranjo y Jesús Ortega dicen que no. “Habrá que avanzar por la vía pacífica, la gente no quiere violencia, quiere bienestar, busca de sus políticos y representantes ideas, civilidad, paz para sacar adelante los problemas del país, no quiere que sus representantes se pelen a golpes para ver si así resuelven los problemas”, apunta el segundo.

Violencia, civilidad, paz. ¿Pues no es la consulta justo la mejor expresión del “derecho de pataleo” o, si se prefiere, un “asomo de resistencia” civil y pacífico?

O tal vez no. El PAN del DF dice haber recibido centenares de denuncias de irregularidades. Pero en la conferencia de Camacho y los intelectuales sólo se registra un hecho anómalo: que unas monjas del estado de Hidalgo gritaron que la consulta era cosa del diablo.

Arturo Cano, La Jornada, 28 de julio.


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