'Ahora sí queremos tener resultados'

Una mesa en forma de herradura en Palacio Nacional congrega a la República en tiempos de zozobra.

Afuera, en la plaza pública, el escepticismo cunde y se respira en todos los rincones.

Con el duelo y la indignación a flor de piel por la muerte del adolescente Fernando Martí, el clamor ciudadano araña a la clase política y va del "ya basta" de María Elena Morera al "renuncien si no pueden" del empresario Alejandro Martí.

Solemnes, los políticos de traje oscuro reciben un golpe seco, contundente. Una sola voz no se alza. Nadie protesta por la sentencia implacable.

El veredicto es inapelable: pesa más la voz de la sociedad que el discurso político.

Roberto Campa, secretario técnico del Consejo Nacional de Seguridad Pública, proclama la certidumbre de un hecho insólito: "por primera vez en la historia" del organismo, concurren al Salón Tesorería de Palacio Nacional todos los integrantes del Consejo.

Todos los Gobernadores, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, los miembros del Gabinete involucrados, el Presidente de la República. Y todos estampan su firma en el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad.

La legalidad proclamada en el documento impoluto -no hubo una voz discordante- choca de frente con uno de los suscriptores: el petrolero Carlos Romero Deschamps, protagonista del sonado Pemexgate.

Muy orondo, el líder del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana está sentado en primera fila, justo en el centro, justo frente a la figura del Presidente Felipe Calderón.

De las gradas que ocupan fotógrafos se oyen silbidos cuando el dirigente sindical sube al podium a estampar su firma.

Su aliada en el presunto nuevo sindicalismo que enarbolan, la maestra Elba Esther Gordillo, es otra de las firmantes. Envuelta en una gabardina blanca, la dirigente magisterial sube con parsimonia a estampar su rúbrica. De regreso a su lugar se detiene brevemente ante el líder petrolero, a quien obsequia un cálido beso.

La maestra ocupa su asiento -había llegado demorada, justo cuando Calderón dirigía su mensaje- y siente la deferencia y el cobijo del secretario particular del Presidente de la República, César Nava, sentado a su derecha.

El único mensaje que concita la solidaridad y el aplauso de pie de todos en el Salón Tesorería es que pronuncia el empresario Alejandro Martí, con la más que suficiente autoridad moral como para lanzar una advertencia: "estaremos vigilantes...".

Calderón se incorpora de su silla para acercársele y ofrecerle un abrazo.

Es el propio Calderón el que le indica a Genaro García Luna que Marcelo Ebrard Casaubón quiere tomar la palabra. Y el Jefe de Gobierno capitalino acata la sentencia de Martí: si no puedo me voy.

"Yo sí te acepto el reto", desliza Ebrard. Calderón literalmente le aplaude el gesto.

María Elena Morera censura la "demagogia de los políticos", y trae a escena el "ya basta". ¡Ahora sí queremos resultados..!".

La presidenta de México Unido contra la Delincuencia empuja una resolución que, a instancias del Presidente Calderón, adopta el Consejo: forzar a una próxima reunión en 30 días.

Morera había señalado un plazo de 100 días. Al micrófono, Calderón revela que, durante la comida que ofreció a Gobernadores, se había sugerido que el órgano se reuniese en un mes.

El apremio de la inseguridad pública acerca a la perredista Ruth Zavaleta con el Presidente Calderón. Sólo dos lugares los separan. Unos veinte separan a Calderón de Ebrard, que con presteza evita estrechar la mano del Presidente de la República cuando éste hacía lo propio con los Gobernadores: el gobernante capitalino tomaba la salida cuando el que despacha en Los Pinos se aproximaba.

Ostentando aún el cargo de presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Zavaleta celebra que hayan asistido dos de sus correligionarios: los coordinadores parlamentarios Javier González Garza y Carlos Navarrete, los que flanquearon a Ebrard a su ingreso al salón Tesorería.

El mismo Ebrard tal vez se sorprende cuando se apersona ante él Agustín Carstens, Secretario de Hacienda y Crédito Público, para tenderle la mano antes de la apertura de la sesión, que discurre fuertemente resguardada por cientos de elementos militares, dentro y fuera de Palacio Nacional.

Carstens cruza unas palabras con Ebrard, acompañado éste por Manuel Mondragón y Kalb, Secretario de Seguridad. Otro que abre plática con el gobernante de la capital del País es el alcalde de Naucalpan, el panista José Luis Durán Reveles, Carlos Romero Deschamps se le cuadra al titular de Hacienda y Crédito Público cuando éste busca a Ebrard: se incorpora, lo espera de pie y le tiende la mano.

El fenómeno de la inseguridad pública, dramáticamente condensado en el crimen impune contra Fernando Martí, congrega a la clase política, advertida de que debe entregar resultados tangibles... para recuperar la credibilidad perdida.

Hay plazos. Hay escepticismo en las calles. Hay zozobra.
Mayolo López, Reforma, 22 de agosto.

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