La ultraderecha formó su dictadura en Miami, señalan disidentes del exilio cubano

Miami, 21 de agosto. Una voz irrumpe cada noche aquí denunciando la “ultraderecha”, criticando con voz indignada, los intentos para violar la soberanía de Cuba, una voz que consigue entre el público más grande de radioescuchas en su hora de trasmisión, una voz que comprueba que la libertad de expresión ya no se puede suprimir como antes en Miami.

“Soy una expresión de rebeldía ante la arrogancia de la ultra-derecha aquí”, comenta Edmundo García, conductor del programa La Noche se Mueve (
www.lanochesemueve.us) que se transmite de 9 a 10 cada noche de la semana. “Ellos suponen que al llegar aquí –llegué a este país hace ocho años– nos debemos someter a su discurso. Bueno, yo me salí del redil”, comenta en entrevista con La Jornada. Y afirma que los promotores de una invasión a Cuba, la derecha de Luis Posada Carriles “el Bin Laden de América Latina” y Orlando Bosch, “el Dr. Mengele de Cuba”, son “unos salvajes” que habían intentado convertir Miami “en una república bananera”.

Los antes “disidentes” del consenso impuesto por la vieja guardia encuentran cada vez más espacio y un público mayor. Álvaro Fernández, cubanoestadunidense que llegó aquí a los 7 años de edad y director del sureste para la organización de promoción del voto latino Southwest Voter Registration and Education Project (SVREP), explica que el cambio demográfico en donde “el resto de Latinoamérica está llegando a Miami” creando una ciudad que “es cada vez más latinoamericana pero menos cubana”, junto con los cubanos que llegan después de los 80, más la que ahora es tercera o cuarta generación que nace aquí, están transformando esta región que ya no su mueve al ritmo del exilio cubano.

Las elecciones podrían traer una nueva fase
Todo esto, comenta Fernández, también editor del semanario cibernético Progreso Weekly www.progresoweekly.com –otro medio que interrumpe el consenso de la vieja guardia aquí– está “llevando a la tormenta perfecta” en donde todas estas dinámicas, más el clima electoral estadunidense, podrían expresarse en las elecciones de noviembre. “Si sólo uno de los tres representantes federales cubanoestadunidenses de Miami pierde, empieza otra fase donde se acaba el monopolio sobre cómo se piensa aquí… y se empieza a desmantelar todo el aparato de poder, incluso el uso de fondos públicos y los negocios que implica todo eso” para mantener el control. Sobre todo, dice, “se pierde el temor” al poder histórico de esa cúpula del exilio. Aquí, afirma, “ya no hay una sola voz oficial”.

Para García, derrumbar “el temor” es uno de los objetivos de su trabajo. “Cuando yo descubro la ultraderecha de Miami veo terroristas, individuos que han servido a las peores causas de América Latina como a los Pinochet, los Somoza, los Stroessner... eso fue lo que me politizó”. Frente a eso, dice, “yo sí voy a defender la soberanía de Cuba, de ese pueblo, la reunificación de las familias… y contra estos que piden muerte para los cubanos, la invasión de Cuba... practican el terrorismo aquí y en Cuba. Son salvajes”. Pero dice que estas “figuras corruptas con una mentalidad del siglo pasado”, ya están en “el pataleo final”.

Y por supuesto García es atacado constantemente en los otros medios bajo control de la vieja guardia aquí, los cuales han buscado sofocarlo con un boicot publicitario, entre otras cosas. Desde que llegó ha padecido personalmente estos intentos de control, y fue despedido de sus primeros dos empleos con televisoras aquí –a pesar de que fue galardonado con el Premio Emmy (el premio de televisión nacional) como mejor reportero cuando trabajó para Univision– por regresar a Cuba y por entrevistar a gente como Ricardo Alarcón. Por ello, ahora goza de su propio espacio independiente.

García dice que no es el primero en abrir estos espacios, y que fueron personas como Francisco Aruca –primero disidente en Cuba y después disidente dentro de la comunidad del exilio en Miami y promotor del diálogo bilateral– quienes se atrevieron a romper el consenso impuesto por el ala conservadora en sus programas de radio en los 90. Aruca y su programa Radio Progreso, así como el veterano periodista Max Lesnick, ahora de Radio Miami, pagaron los costos durante años: amenazas de muerte, sus oficinas asaltadas y después dañadas por bombas y boicot publicitario, entre otras cosas, por mantener una postura moderada sobre las relaciones con Cuba.

Hoy día Aruca tiene su espacio radiofónico pero ya en una ciudad que está cambiando rápidamente. En entrevista con La Jornada en un café aquí, comenta que “la derecha en Miami está en un curso de choque con la realidad” donde ahora la “mayoría de la comunidad cubana favorece la normalización de las relaciones con la isla”, mientras que los cambios demográficos aquí generan un voto latino cada vez más inclinado a los demócratas.

Aruca –quien fue uno de los fundadores de Marazul Tours, agencia especializada en promover viajes e intercambios con Cuba– opina que el deseo de cambio que se registra por todo este país también se expresa aquí, pero que en el ámbito electoral se trata de “un cambio relativo, una diferencia moderada” pero que podría marcar “el desmorone de la derecha de Miami”.

Aruca y Álvaro Fernández identifican el asunto del balserito Elián González (2000) como “el principio del fin” del poder de la derecha aquí, ya que representó una derrota de su poder en Washington y en Miami. “Perdieron la jugada por brutos”, dice Aruca, “les costó tanto en sus relaciones con Washington como en su imagen aquí”.

Pero también mencionan que la situación económica en este país ha creado prioridades diferentes para el electorado en el ámbito doméstico. Por otro lado, la transición política en Cuba cambió el juego en el ámbito internacional, ya que “aquí vivían convencidos de que Cuba no seguía sin Fidel… pero fueron obligados a ser testigos de que Cuba no se va a desmoronar y por lo tanto, la tesis que formaba el eje del argumento aquí no funciona”, comenta Aruca. De esta manera, la transición política en Cuba ahora está obligando una transición política en Miami.

En tanto, Álvarez, Aruca, García y Lesnick, entre otros, subrayan que la vieja retórica, “la propaganda del exilio” tiene cada vez menos eco entre los nuevos migrantes cubanos y los jóvenes cubanoestadunidenses que nacen aquí.

La nueva generación lo cuestiona todo
Aidil Oscariz, una abogada joven que nació y creció aquí, dedicada a proyectos de promoción del voto latino y voluntaria en la campaña de Barack Obama, comenta a La Jornada que “Miami permanece como algo parecido a una dictadura, como una república bananera, no hay democracia real, pareciera que nosotros los cubanos no entendemos bien eso de la democracia, no es parte de nuestra historia o cultura, y los migrantes cubanos, particularmente los que viven en Miami, aparentemente no han logrado captar el concepto. Pero lo nuevo es que mi generación está empezando a cuestionar todo, tanto lo de aquí como lo que nos dicen nuestras familias sobre lo que ocurre allá”. No es un cuestionamiento “revolucionario”, dice, pero ya no funciona la vieja retórica con las nuevas generaciones.

Otro joven, asistente de un político demócrata aquí, comenta a La Jornada que “escuchar lo de Cuba en nuestra comunidad es como escuchar música vieja. Son cosas de tus abuelos, o tus padres. Es como escuchar a Elvis”. Dice que “la percepción que yo tengo de Cuba es de los cuentos de mi abuela de los 50. Entonces, al hablar con los más recién llegados, es hablar de dos países completamente diferentes”.

El cambio puede tardar en manifestarse de manera más amplia, y el poder de la vieja guardia no será cedido sin una lucha y aún cuenta con enormes recursos y una maquinaria política muy eficaz. Pero es imposible ignorar que hay nuevas voces que cada día hablan, sí en español, pero otro idioma al que se ha escuchado casi durante medio siglo en esta ciudad.

David Brooks, La jornada, 22 de agosto.


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