Cubanos luchan contra secuelas de huracanes

LA HABANA.— Los huracanes no sólo hicieron desaparecer miles de casas en Cuba y destrozaron parte del tendido eléctrico de varias provincias. Sus secuelas se están sintiendo ahora en el bolsillo de las familias que desde hace diez días son presa de un ciclón de alzas —hasta de 300%— en los alimentos básicos de su dieta diaria que se venden en los mercados libres; sufren además de la falta de productos en las bodegas del Estado y son testigos del incremento del robo en almacenes y tiendas recuperadoras de divisas.
En Boyero, Silvia Martínez casi se desmaya al conocer que la cebolla, la malanga y el boniato, artículos que forman parte de dieta diaria de los cubanos, duplicaron su precio en los mercados agropecuarios controlados por intermediarios, pequeñas plazas toleradas por el Estado para aumentar la producción en el campo y paliar la falta de alimentos. “Coño y ahora de qué voy a vivir”, fue la única expresión de Silvia y siguió su camino.

En Vedado, una de las zonas exclusivas de La Habana, un hombre blanco ofrece en voz baja huevo y pollo a cada peatón que pasa frente a él. “Tengo lo que está desaparecido”, canta casi al oído, como escondiendo su voz —algo inaudito en un cubano— a sabiendas de que los productos que vende fueron hurtados en algún almacén o bodega del gobierno o en alguna de las tiendas en donde se vende en divisas.

Son dos imágenes de una misma y compleja realidad que viven los cubanos después del paso de los huracanes Gustav e Ike, que provocaron la pérdida de por lo menos 6 mil toneladas de alimentos —sólo en el occidente del país se perdieron 55 mil 700 hectáreas de diferentes cultivos y el 80% de la avicultura de la Isla de la Juventud—, según el ministro de Comercio Interior, Marino Murillo.

Las secuelas sociales —alza de precios y el robo de alimentos y de libras al momento de pesar— de los fenómenos meteorológicos son tan severos que el periódico oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC) publicó la historia de uno de sus trabajadores que sufrió en carne propia la corrupción que está imperando en los mercados agropecuarios.

“Mi hija enferma me pidió ayer tomates y salí a buscárselos”, empieza el escrito de Rolando Pérez contando su triste historia de lo que él llama “aprovechados y ladrones”. Sesenta pesos por cuatro libras pagué con resignación en el mercado de 42 y 19, en Playa, continúa. Pero había pocos tomates en la entrega e insistí dos veces a la muchacha que despachaba: ¿cuatro libras? “Cuatro libras”, aseguró ella sonriente, y para que no quedaran dudas me mostró la pesa. Cinco minutos después otra pesa constató que faltaba media libra.

La reacción de ella fue la que casi siempre suele ser : “ay, me equivoqué mi chinito” y, sin volver a pesar el producto echó más tomates en la bolsa.

Fidel Castro hizo ayer por segunda vez una dura crítica a los aprovechados y corruptos que lucran con la desgracia que vive el pueblo después del paso desastroso de los huracanes, y propone que toda manifestación de privilegio, corrupción o robo tiene que ser combatida y “no hay excusa posible en esto para un verdadero comunista”.

Juan Balboa, corresponsal, El Universal, 26 de septiembre.





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