“Ganamos, pero la lucha continúa”

La lucha sigue. Pero ahora, dijo Andrés Manuel López Obrador, siempre señalando con su dedo derecho sobre las cabezas de sus seguidores, será por la defensa de la economía popular; pero también, por la defensa del petróleo, incluso acudirán al amparo y seguirán movilizados. Frente al presidio, sus cientos de unos pocos miles de integrantes del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo, quienes lo han convertido en un afiche de 10 pesos, asintieron, asintieron y asintieron. Sólo eso.

Y es que han construido una fe ciega en torno a él. Lo ovacionaron cuando llegó al foro colocado de cara al Monumento a la Revolución; el líder con el pelo blanco caído hacía la derecha con una raya que deja ver la calva que viene, lo recorrió como los toreros lo hacen sobre la arena: brazo derecho levantado y la sonrisa del apóstol que ya está aquí.

En sus 69 minutos de discurso de tres partes: su propuesta de pasar ahora a la defensa de la economía popular que, a ratos parecía programa de gobierno o de campaña política; la lucha del petróleo y un final desangelado, en el que lo mismo arremetió contra los medios que aceptó el adjetivo de don Contreras, mejor que el de traidor, su masa, aquella que lo venera en todo tipo de afiches, echó la chorcha, miró al asfalto con mirada fija, comió raspados y aguas de dudoso color y tendió el taco placero, sin importarle el olor a orines del jardín del Monumento a la Revolución.

El mitin de ayer fue un acto de dudas: ganamos pero, no… Primero dijo que “hasta ahora lo logrado se debe a nuestro movimiento…”. Su masa le aplaudió a rabiar. Era la segunda parte de su discurso y eran las 12:01 de la tarde. Pero la cosa no quedaba muy clara. “¿Qué ganamos?” preguntó por lo bajo un señor como de 70 años y que seguro veía a Lázaro Cárdenas en el presidio.

López Obrador siguió festivo “paramos la privatización”. “Ahhh” contestó en silencio el mismo viejo de tropa. “Pero nuestra resistencia civil seguirá, debemos seguir defendiendo al petróleo…”. “¿Pero entonces ganamos o perdimos?” le preguntó el mismo viejo a otro, mucho más viejo y respetable hombre que estaba junto a él.

Fue un discurso de claroscuros: de tono triunfador y de seguir en el regodeo de la derrota.

Y al final del mitin, ese mismo líder, es decir, el tabasqueño, que en el tianguis del nacionalismo tardío se le vio en plumas, carteles, gorras, mantas, fotos con la sonrisa de galán de cine, pero también con el rostro como de dolor de intestinos, en esa foto cuando fue ungido legitimo con una banda tricolor ídem, preguntó a sus seguidores: “¿qué sigue…?”

No hubo respuesta, pero él contestó: “¡Vamos a seguir movilizados…!”. Sí, seguro hasta que el destino lo alcance. Es decir: con los ojos puestos en 2012.

Mediahora después la masa y su fe subieron al Metro o micros del acarreo acostumbrado, con pase de lista y todo. En el camino coincidieron con otra masa que venía de la Villa en su quinta peregrinación: eran colonos como ellos y todos iban a la periferia de la gran ciudad. Pero también se cruzaron con otra masa: la de la batucada americanista, la del clásico. Eran tres masas llenas de fe, esperanza, promesas, oraciones y discursos, al fin que es lo mismo.
Francisco Mejía, Milenio, 27 de octubre.

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