Regreso triunfal del Golden Boy cubano

No es un turista el que toma fotos en una acera de la Alameda con una cámara digital. Tampoco es un ligador del Caribe el que recibe besos de extrañas que se abalanzan a él. Es el canciller de Cuba.

“¿El café La Habana? Me suena, me suena. Si me invitan, voy”, —bromea el ministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque. Bajo sus términos, casi triunfal, ha regresado.

De vuelta en México para poner punto final al distanciamiento diplomático que se inició en el sexenio de Fox, el canciller parte plaza en el Distrito Federal. Se convierte en el primer ministro cubano en adueñarse de la Alameda Central.

“Vamo” —dice—, comiéndose la ese. “Vamo todo caminando”. Sorprende al Estado Mayor Presidencial que le cuida esta mañana. Del monumento a José Martí hasta el Hemiciclo a Juárez decide caminar entre obreros, desempleados, amas de casa, turistas de sabores, varios. Dice tener frío.

“Es que 17 grados es polar para nosotros los cubanos”, sostiene Felipe, el Golden boy de la Revolución Cubana y casi eterno canciller que hoy ya pinta más canas.

Ese que es aclamado por algunas mujeres: “Cuba sí, yanquis no” —le gritan tres, una con playera del Che.

Es Pérez Roque, el mismo que durante el gobierno foxista presenció en primera fila el “comes y te vas”, los videoescándalos, la caída de Carlos Ahumada en la isla.

Pérez Roque, el que comandó las turbulencias que casi derivaron en la ruptura diplomática entre México y Cuba y retó exitosamente a Jorge Castañeda a Luis Ernesto Derbez y a Santiago Creel en fila. Eran los momentos más ríspidos de la historia entre los dos países.

Hoy la tormenta ya quedó atrás, junto con el foxismo.

“Dame esa cámara”, le pide a un fotógrafo. “Yo los retrato a todos. ¡Esa es mi venganza! Disparan primero y preguntan después”, sostiene entre risas. “Mira, que imponemos récord de periodistas.”

El canciller de hierro que el sexenio pasado fue todo batalla hoy bordea en la alegría.


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Cuando se habla de Cuba la forma siempre es fondo.

Por eso, la entrada del cubano en Tlatelolco y Bucareli está cargada de simbolismos. Cuatro años, cinco meses y 17 días después de que el gobierno de Fox ordenara la congelación de relaciones, ahí está el cubano, en el asiento de honor.

Ya no están Santiago Creel o Luis Ernesto Derbez al frente de Gobernación o Relaciones Exteriores. Ya no se anuncia la expulsión del embajador de Cuba y el inicio de una guerra diplomática sin precedentes.

No. Sus sucesores, Juan Camilo Mouriño y Patricia Espinosa son todo sonrisas. Se deshacen en elogios a Pérez Roque, agradecen al canciller caribeño la visita de cortesía.

“Queridísimo amigo”, le dice Espinosa desde Tlatelolco. “Sean ustedes distinguidos, representantes de Cuba, muy bienvenidos a México y, en particular, a esta Secretaría de Gobernación”, secunda Mouriño desde Bucareli.

Pérez Roque, que no deja escapar la oportunidad para dejar un jab de regalo, tercia: “Las relaciones entre ambos países se han normalizado y avanzan”.

Sí, bordea en la alegría. Después de todo, ha ganado.

Víctor Hugo Michel, Milenio, 21 de octubre.


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