Da inicio nueva relación bilateral

WASHINGTON.- Dos horas de tanteo fructificaron en un abrazo. El momento que guardó el primer acercamiento aquí, en el Instituto Cultural de México, había resultado sobrio y solemne.

Felipe Calderón y Barack Obama se estrecharon la mano en el vestíbulo del instituto y en ambos se dibujó una tenue sonrisa, ligeramente más pronunciada en el caso del político afroamericano.

Tras ese apretón de manos, el Presidente de México y el que será el Mandatario número 44 de la Unión Americana abrían un nuevo capítulo en la relación bilateral justo cuando subían los escalones alfombrados del Instituto, sede que fue de la Embajada mexicana hasta 1989.

Vino el almuerzo que ofreció Calderón a tan relevante huésped, una comparecencia ante la prensa, una plática a solas en la biblioteca Matías Romero y, para rematar la jornada, un recorrido por las galerías que guardan pinturas y esculturas de artistas mexicanos.

Del espíritu de Rancho San Cristóbal que encarnaron dos vaqueros, George W. Bush y Vicente Fox, al ambiente de formalidad y tanteo en el que se movieron Calderón y Obama, dos jóvenes políticos que, contra todo pronóstico, se hicieron del poder.

Para el frío que se respiraba en la capital estadounidense, una buena sopa de tortilla como entrada en tan relevante cita.

El histórico menú se complementó con lenguado al cilantro, arrachera costeña y crema de coco como postre.

La esposa del Presidente Calderón, Margarita Zavala, platicaba con personal del instituto, discretamente vigilado por personal del Servicio Secreto y del Estado Mayor Presidencial.

Un puñado de manifestantes, contenido por la policía de la capital estadounidense en una esquina de la 16th Avenue, portaba una pancarta con la leyenda: Stop Plan México.

A punto de tornarse en cónclave la cita que se dieron Calderón y Obama -el almuerzo que compartieron también lo degustaron sus comitivas-, los protagonistas comparecieron ante la prensa.

Fuera de escena, artífice de hecho del acercamiento, el Embajador Arturo Sarukhán, se vio forzado a aventarse al ruedo y... colarse en la foto.

Calderón partió plaza y, en español, dirigió un breve mensaje: el diplomático se acercó a Obama y fungió como traductor espontáneo.

El Presidente huésped pronunció un mensaje de casi cuatro minutos; Obama desgranó un discurso de poco más de ocho.

Atestiguaban la escena la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa; el portavoz presidencial, Max Cortázar; fuera del salón, aguardaban Fernando Gómez Mont y Agustín Carstens.

En ese mismo espacio, la biblioteca Matías Romero, Calderón y Obama dieron cuerpo al cónclave: la prensa y las comitivas se retiraron.

Unos veinte minutos conversaron a solas. El último tramo, después, resultó el más relajado: acompañado por su esposa, Calderón invitó a Obama a recorrer una exposición temporal de arte prehispánico y contemporáneo mexicano.

Pausado, el recorrido abarcó pinturas de Frida Kahlo, Diego Rivera y Rufino Tamayo: La columna rota, El difuntito Dimas Rosas a los tres años de edad, Vendimia de Flores, Sandías y Retrato de Olga.

Una escultura de una cabeza de serpiente con fauces abiertas atraparía la atención del Mandatario mexicano y de Obama.

Jim Jones, Rahm Emanuel y Lawrence Summers, consejeros de Seguridad, de Gabinete y de Economía designados, también pudieron echar el ojo a la exposición.

El tanteo no llegó a la calidez, aparentemente, pero se gestó en un ambiente proclive al entendimiento posterior.

Calderón despidió a Obama al pie de su camioneta... hubo margen para un abrazo.
Mayolo López enviado, Reforma, 13 de enero.

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