Este año se espera en Cuba un plan de recortes en gran escala al gasto público

La Habana, 7 de enero. Este año se vuelve singular por la coincidencia de un plan de recortes en gran escala al gasto público y la celebración del sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), que según el presidente Raúl Castro discutirá los anunciados cambios “estructurales y de concepto”.

Todo ocurrirá mientras sigue abierta la pregunta de si se repetirá en la isla un viraje como el de la Unión Soviética y Europa del este, en la medida en que el sistema surgido de la revolución que triunfó en 1959 está amenazado desde dentro, como dijo Fidel Castro en 2005, y no tiene garantizado el futuro, como insistió su hermano menor el primer día de este año.

En 2008 el déficit presupuestal creció en más del doble del ejercicio anterior y proporcionalmente es el más alto en 13 años. El déficit en el comercio de mercancías se disparó en cerca de 70 por ciento y aunque el saldo se atenúa con el turismo y los servicios médicos, cuyos resultados aún se desconocen, son rubros que no soportan la carrera contra las compras de alimentos y petróleo.

La coyuntura se explica por la crisis mundial y los tres huracanes, pero en las últimas semanas Raúl puso el dedo índice sobre un factor de fondo: en Cuba es posible vivir sin trabajar, pero se puede trabajar sin que alcance para vivir.

De la época de las vacas gordas de los años 80, la isla heredó subsidios y prestaciones, ahora insostenibles, que se sumaron a un pesado aparato estatal, que incluye al sector empresarial, mientras que las vacas flacas de los 90 dejaron al salario sin valor para garantizar el sustento familiar.

La salida espontánea es el robo-hormiga de bienes y servicios del Estado, el mercado negro, los ingresos en moneda fuerte por sobresueldos, micronegocios legales o no, propinas del turismo, remesas familiares y hasta la delincuencia común, que no son precisamente las herramientas que puedan garantizar el crecimiento.

El conflicto es el mismo del que habló Fidel Castro en la Universidad de La Habana el 17 de noviembre de 2005, cuando preguntó si es irreversible o no el sistema político y social alcanzado por Cuba tras la revolución que ahora cumple medio siglo.

Fidel concluyó que ya no Estados Unidos, sino los propios cubanos, pueden destruir su sistema. La alternativa es “primero que todo una cuestión ética”, dijo entonces el líder histórico. “Pero, además, es una cuestión económica vital”.

Tres años más tarde Raúl anunció que eliminará subsidios y prestaciones, endurecerá la aplicación de la ley y exigirá más productividad para recuperar el valor del salario, hasta que “las personas sientan la necesidad de trabajar, para satisfacer sus necesidades, independientemente de la conciencia de todo ciudadano honesto”. Es decir, vitalidad económica, aunque haya ética.

El gasto público, apoyado en una favorable balanza de pagos, se había volcado en infraestructura, inversión productiva y una leve mejoría en ingresos y prestaciones en los últimos años. Ahora una interrogante es el impacto económico y social del recorte.

Más allá del plan anual, en la recordación del triunfo revolucionario Raúl fue más adelante del discurso de la Universidad, para dibujar un escenario insólito en el lenguaje oficial: la posibilidad de que una futura generación de dirigentes termine siendo incapaz e impotente para impedir el colapso del sistema.

Al discurso de la Universidad no le siguió, como parecía corresponder, un gran debate nacional. En julio de 2006 la enfermedad de Fidel cambió bruscamente el foco de atención, pero en 2007 Raúl alentó una discusión sobre la economía, que invadió en distintas dimensiones al gobierno, la prensa, el PCC y la academia.

En el segundo semestre de 2007 Raúl Castro anunció cambios “estructurales y de concepto” y pidió a la población opinar “con valentía” sobre los problemas cotidianos. En barrios y sindicatos la gente habló de todo el arco imaginable de conflictos y aspiraciones.

Sin embargo, no se conoce públicamente el resultado de ese ejercicio. Raúl informó escuetamente que “se estudian los más de un millón 300 mil planteamientos recogidos a partir de los tres millones 255 mil 344 intervenciones”.

En 2008 se redujo el “exceso de prohibiciones” –también impugnado en los foros populares– y se iniciaron reformas que ampliarán la explotación de la tierra y eliminarán los topes salariales, pero ya no hubo el clima deliberativo del año anterior.

El proyecto presidencial apunta a enderezar la economía, el trabajo y el funcionamiento institucional del país, para que todo sea lo que dice ser.

El sexto Congreso del PCC, que debió realizarse en 2002, sesionará a finales de este año y, según los estatutos, debe estar precedido por una discusión de seis meses.

Gerardo Arreola, La Jornada, 8 de enero.

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