“Gitmo”: Guantánamo

Centro de detención y de tortura; sinónimo de escándalos. Guantánamo es de alguna forma el emblema de lo peor de la administración del hoy ex presidente George W. Bush y es también uno de los principales retos que hereda al mandatario Barack Obama. Y todo indica que ya le está haciendo frente: fuentes legislativas anunciaron que hoy mismo el presidente firmará el decreto para que se cierre la cárcel ubicada en Cuba en un lapso de un año, y junto con ella uno de los capítulos más vergonzosos en la historia de Estados Unidos.

Horas antes de que trascendiera esta información, en una de sus primeras acciones presidenciales, Obama ordenó detener por 120 días los procesos pendientes contra seis presuntos terroristas en el centro de detención —cinco de ellos acusados de instigar los ataques del 11-S—, a fin de iniciar una revisión de los casos y de las comisiones militares que se encargan de ellos. Los jueces militares accedieron y los procesos quedaron congelados.

Luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington, Estados Unidos emprendió una larga batalla contra el terrorismo, que empezó con la guerra en Afganistán. Desde entonces, los terroristas capturados en el marco de esa campaña han sido enviados a la cárcel estadounidense en la base militar de Guantánamo, en Cuba, por cuyas celdas han desfilado 775 “combatientes enemigos”.

Argumentando que no pertenecen a ningún ejército extranjero y que por tanto no son “soldados enemigos”, el gobierno de Bush negó a los detenidos los derechos de que normalmente gozan los prisioneros de guerra bajo la Convención de Ginebra (que en principio de cuentas establece que los presos de guerra deben de recibir un trato humanitario), aunque Bush y el ex secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, sostuvieran que sí disfrutaban de algunos de ellos.

Y así, en un limbo jurídico y aislados en la isla cubana, los “combatientes enemigos”, como se les llamó, han sido objeto de crueles torturas que provocaron una gran indignación internacional.

Según el memorándum de un agente del FBI difundido en 2004 por el diario The Washington Post, presuntos terroristas podían verse en Guantánamo en sus trajes anaranjados en posiciones fetales, humillados por los soldados estadounidenses.

Sucesivamente, quienes han sido liberados también han narrado los maltratos de que fueron objeto. Rahim Abdul Razzak al-Ginco, uno de los encarcelados, sostiene, según el diario británico Times, que fue sometido a privación del sueño y amenazas con perros.

Con el tiempo y con todas sus letras, EU admitió la tortura: el pasado 14 de enero, Susan Crawford, designada por el secretario de Defensa, Robert Gates, para formalizar los juicios ante los tribunales militares especiales para los presos en la cárcel, reconoció que se torturó a un ciudadano saudita preso en “Gitmo” (fonetización de la abreviación en inglés de Guantánamo, Gtmo), quien presuntamente pensaba participar en los atentados del 11-S. “Torturamos a (Mohammed al-) Qahtani”, dijo Crawford en una entrevista publicada por el Post. En su reporte, indica que Qahtani “fue forzado a usar brassier de mujer y fue amenazado con un perro del Ejército llamado Zeus.

La punta de la madeja

A lo largo de estos años se registraron algunos “avances”: en 2006 se autorizaron tribunales militares bajo el Acta de Comisiones Militares y en junio del año pasado, la Suprema Corte de EU dio a los presos el derecho a cuestionar su detención en una corte federal y así varios de los encarcelados han contratado abogados civiles. Muchos de los presos han sido liberados y otros tantos regresados a sus países de origen.

Guantánamo se inscribe en un panorama general de detenciones arbitrarias durante la administración Bush —que quedaron ilustradas con las fotografías que dieron la vuelta al mundo de la tortura a los presos en la tristemente célebre cárcel de Abu Ghraib, en Irak—, polémicas prácticas de tortura —siendo la más “famosa” la del ahogamiento”— y de escuchas ilegales. Todo cobijado con el estandarte de la lucha contra el terrorismo. Guantánamo es sólo la punta de la madeja.

Los llamados de la comunidad internacional se han sucedido constantemente pidiendo el cierre de Guantánamo. Desde antes de que Obama tomara posesión de su cargo se planteó como una de las principales demandas la clausura de la cárcel y él está cumpliendo con su promesa de actuar en consecuencia.

Un reporte de septiembre pasado elaborado por el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS por sus siglas en inglés) indica que “en su primera semana en el cargo el próximo presidente de EU deberá anunciar la fecha para el cierre de Guantánamo como centro de detención, así como el establecimiento de una nueva política”, a cargo de “un panel de estadounidenses eminentes nombrado al mismo tiempo que se anuncia la fecha para el cierre y encargado de revisar los archivos de los presos” que aún siguen en Guantánamo. El reporte también indica que los presos deberán ser “liberados o retenidos para su procesamiento en el sistema de justicia criminal de Estados Unidos”.

Sin embargo, el cierre de la cárcel no será tarea fácil. Actualmente permanecen en Guantánamo cerca de 250 “combatientes enemigos” y 50 de ellos están libres de cargos pero no pueden ser enviados a sus naciones de origen por temor a que se transgredan sus derechos humanos y sean objeto de tortura. Además, EU teme que los liberados vuelvan a las andadas.

En los ocho años que duró la administración Bush, reportes, denuncias y manifestaciones en todo el mundo fueron y vinieron y Guantánamo siguió abierto, con sus historias de abuso y sus “combatientes enemigos”. Pero Obama abrió ayer una ventana de esperanza. Ha iniciado el principio del fin de uno de los símbolos más ominosos de la era Bush.
Verónica Rosas González, El Universal, 22 de marzo.

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