WASHINGTON, DC. Aunque todavía queda la resaca de la elección de Barack Obama, ya comenzaron los preparativos de la otra fiesta.
Mientras que en las casas y en los autos aún hay una que otra calcomanía de su campaña, el Capitolio ya se prepara para su toma de posesión el 20 de enero. Al frente del edificio, que reúne a los 435 miembros de la Cámara de Representantes y a los 100 del Senado, se ven hileras de sillas, cuatro banderas en el frontispicio, ensayos de militares y lámparas que utilizan en el cine para iluminar. Bajo estas circunstancias y a ocho días de convertirse en el Presidente 44 de Estados Unidos, sostiene su primera reunión con el presidente Felipe Calderón; por el momento la única con un mandatario de América Latina.
Su rostro es sereno y reflexivo, apenas si esboza una sonrisa. Al presidente Felipe Calderón lo recibe de manera cálida, pero formal con un saludo de mano.
Primero almuerzan en el Salón de Música del Instituto Cultural de México, el cual fue Embajada hasta el sexenio de Ernesto Zedillo y se le conoce por sus historias de fantasmas. Los invitados degustan sopa de tortilla, lenguado al cilantro o arrachera costeña y crema de coco.
La foto del recuerdo
Se saludan ante las cámaras y rompen el protocolo al ofrecer un mensaje conjunto. El primero en hablar es Calderón; mientras que el embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhán, le traduce al oído a Obama, quien se inclina ligeramente para escuchar. El mexicano destaca el inicio de una extraordinaria época y asegura que comparten principios y valores. El estadounidense resalta la tradición de esta reunión, que se realiza desde el sexenio de José López Portillo, y se dice “un gran admirador” del trabajo de Calderón.
Al terminar despiden a los medios con otro apretón de manos, para charlar en privado. Las calles alrededor están cerradas y sólo se ve una pequeña manifestación que reclama: “Stop Plan México”.
Mientras que en las casas y en los autos aún hay una que otra calcomanía de su campaña, el Capitolio ya se prepara para su toma de posesión el 20 de enero. Al frente del edificio, que reúne a los 435 miembros de la Cámara de Representantes y a los 100 del Senado, se ven hileras de sillas, cuatro banderas en el frontispicio, ensayos de militares y lámparas que utilizan en el cine para iluminar. Bajo estas circunstancias y a ocho días de convertirse en el Presidente 44 de Estados Unidos, sostiene su primera reunión con el presidente Felipe Calderón; por el momento la única con un mandatario de América Latina.
Su rostro es sereno y reflexivo, apenas si esboza una sonrisa. Al presidente Felipe Calderón lo recibe de manera cálida, pero formal con un saludo de mano.
Primero almuerzan en el Salón de Música del Instituto Cultural de México, el cual fue Embajada hasta el sexenio de Ernesto Zedillo y se le conoce por sus historias de fantasmas. Los invitados degustan sopa de tortilla, lenguado al cilantro o arrachera costeña y crema de coco.
La foto del recuerdo
Se saludan ante las cámaras y rompen el protocolo al ofrecer un mensaje conjunto. El primero en hablar es Calderón; mientras que el embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhán, le traduce al oído a Obama, quien se inclina ligeramente para escuchar. El mexicano destaca el inicio de una extraordinaria época y asegura que comparten principios y valores. El estadounidense resalta la tradición de esta reunión, que se realiza desde el sexenio de José López Portillo, y se dice “un gran admirador” del trabajo de Calderón.
Al terminar despiden a los medios con otro apretón de manos, para charlar en privado. Las calles alrededor están cerradas y sólo se ve una pequeña manifestación que reclama: “Stop Plan México”.
Laura Vega enviada, El Economista, 13 de enero.
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