Padecen mujeres centroamericanas en México secuestros, explotación y abusos sexuales

Secuestro, explotación sexual, prostitución, pornografía y extorsión a familiares conforman la cadena de abusos en contra de mujeres centroamericanas que buscan cruzar nuestro país y llegar a Estados Unidos.

El modus operandi ha sido documentado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y otras organizaciones defensoras de inmigrantes en la zona del Istmo de Tehuantepec.

El caso de Refugio, una mujer de origen guatemalteco secuestrada por un comando armado en junio del año pasado, fue el primer hecho de trata personas con fines de explotación sexual acreditado por la CNDH y por la Pastoral de Movilidad Humana, que brinda atención a indocumentados centroamericanos.

Tras lo ocurrido a Refugio, en una comunidad cercana a Ixtepec, Oaxaca, se han desatado en la región plagios a más mujeres, en especial a hondureñas, salvadoreñas, guatemaltecas y nicaragüenses. Hay reportes en Tapanatepec, Salina Cruz, Matías Romero e Ixtepec. Aunque no hay un registro exacto de las víctimas: algunos hablan de 12 ó 14, otros, de más de 20.

Refugio logró llegar a su destino original, la casa de su hermano en Estados Unidos, hasta finales de septiembre.

Tres meses y medio estuvo desaparecida. Lo que pasó en ese tiempo ofrece pistas sobre lo que pudieran estar viviendo hoy otras indocumentadas secuestradas, las últimas, hace mes y medio.

Ella misma relató lo sucedido a la Pastoral…

Refugio esperaba el paso del tren junto a otros inmigrantes guatemaltecos cuando un grupo de hombres armados la raptó. Los varones fueron silenciados con un disparo al aire. “Sólo queremos a la muchacha, nada de alborotos o los matamos”, fue la amenaza de uno de los encapuchados.

“Me subieron a una camioneta y me vendaron los ojos, luego me llevaron a una casa”, narró la joven.

—Tenemos todos los datos de tu familia en Guatemala y de tu hermano en Estados Unidos, más vale que obedezcas y si te portas bien, en unos días estás del otro lado —le dijeron.

—Haré lo que me digan, pero no le hagan daño a nadie —pidió ella.

Uno de los hombres le explicó que solo le tomarían algunas fotografías, “pero tienes que desnudarte y poner cara feliz, como si te gustara”.

Con la promesa de que serían dos o tres sesiones de foto y temerosa por la vida de sus familiares, accedió.

“Fue más tiempo del que me habían dicho al principio, pero con tal de salir de ahí no dije nada, hasta que supuestamente llegó la última sesión”.

—¿Ahora sí me puedo ir? —preguntó.

—Lo harás cuando se nos dé la gana…

Se acrecentaron las agresiones, las burlas, las amenazas y los tocamientos. “Tu vida no vale nada, podemos hacerte lo que se nos antoje”, le decían.

Refugio fue golpeada y después obligada a filmar videos pornográficos. “Tienes que cooperar y simular placer, si no quieres que descuarticemos a tus padres”.

Por un par de semanas fue utilizada en filmaciones con diferentes sujetos. Y en ese lapso pudo enterarse que no era la única mujer en tales circunstancias.

Por esos días escuchó decir a uno de los delincuentes que habían terminado ya el trabajo videográfico, y pensó que por fin la dejarían libre… Se equivocó de nuevo.

Fue trasladada al norte del país y en varias ciudades y poblados se le obligó a prostituirse. Se le presentó como “novedad” en centros nocturnos y casas de cita. Los mismos plagiarios abusaron de ella.

Así fue su vida por tres meses y medio.

Hasta que una tarde le anunciaron de repente:

—Ahora sí te vas a ir, porque te has portado bien.

—¿Cuándo? —preguntó ella con ansiedad.

—Cuando tu hermano nos entregue el dinero que le pedimos, ya nos pusimos en contacto con él.

Los maleantes habían solicitado dos mil dólares para liberar a Refugio, más los gastos de traslado hacía Estados Unidos. “Tenemos contacto con traficantes de personas y con autoridades, si das el dinero, en unos días la tendrás allá”, garantizaron al hermano.

La familia juntó los dos mil dólares, más otros mil 200 para el viaje. Refugio fue traficada hacia territorio estadunidense y llegó, al fin, a casa de su hermano…

Unos días después se enteró que estaba embarazada, lo que aceleró su estado depresivo. Decidió abortar e incluso intentó suicidarse.

Hoy recibe orientación religiosa y ayuda psicológica en una comunidad católica en Estados Unidos, la cual colabora con la Pastoral de Movilidad Humana, cuyos líderes le han pedido que regrese a nuestro país y presente una denuncia penal ante las autoridades correspondientes.

Su respuesta, entre sollozos, siempre ha sido la misma: “¿Volver a México?, ¿volver a la tortura?... Jamás”.
Daniel Blancas Madrigal, Crónica, 4 de enero.

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