La formalidad del Acuerdo Nacional en Favor de la Economía Familiar y el Empleo se opacaba por unos segundos. Una voz en medio del auditorio gritaba: “¡Que bajen las tarifas telefónicas!”
De inmediato el Estado Mayor Presidencial se alertaba y una de sus elementos se colocaba en la hilera donde se había escuchado el grito. Pero a diferencia de otras ocasiones, esta vez no había detenidos.
Mientras, desde la primera fila, donde también estaba la esposa del Presidente, Margarita Zavala y la líder del PRI, Beatriz Paredes, el empresario Carlos Slim observaba a gobernadores y representantes del sector productivo del país, signar el documento.
Algunos como el “cetemista”, Joaquín Gamboa Pascoe, quien minutos antes provocara un murmullo generalizado y silbidos de fotógrafos con un discurso en el que hablaba desde la huelga de Cananea hasta la globalización, rechazaba la pluma BIC y firmaba con su Mont Blanc.
El procurador Eduardo Medina Mora también prefería su bolígrafo. Pero en medio de la rapidez atravesaría por un accidente de imagen, pues le quitaba el tapón con la boca y al darse cuenta de que se encontraba en público, lo retiraba de inmediato con una sonrisa. La canciller Patricia Espinosa, más sencilla, aceptaba la pluma que le ofrecía la edecán.
Todos los gobernadores firmaban, menos el gran ausente de los actos del Ejecutivo: el jefe de gobierno, Marcelo Ebrard. Tampoco se veía al nayarita, Ney González ni al sonorense, Eduardo Bours.
El chiapaneco Juan Sabines llegaba una hora tarde por enésima ocasión. A las mujeres, la yucateca Ivonne Ortega y la zacatecana Amalia García, las sentaban juntas.
Antes, el Presidente ya había explicado las 25 medidas del nuevo plan anticrisis, donde resaltaba el congelamiento de precios en gasolina y la reducción de las tarifas de electricidad.
Después vendrían los posicionamientos, que corrían de lo cómico a lo institucional y de los llamados a los reclamos, como el del Consejo Agrario Permanente, José Luis González Aguilera, que se atrevía a calificar de “agiotistas” a los banqueros, lo que provocaba que Calderón casi esbozara una sonrisa de sorpresa.
Pero de las tarifas telefónicas nadie hablaba, sólo esa voz que gritaba.
Por eso a su salida, Slim se defendía en una entrevista banquetera. “Compare los del celular con otros países (…) Les recomiendo que vean los precios”, remataba a una reportera.
Laura Vega, El Economista, 8 de enero.
De inmediato el Estado Mayor Presidencial se alertaba y una de sus elementos se colocaba en la hilera donde se había escuchado el grito. Pero a diferencia de otras ocasiones, esta vez no había detenidos.
Mientras, desde la primera fila, donde también estaba la esposa del Presidente, Margarita Zavala y la líder del PRI, Beatriz Paredes, el empresario Carlos Slim observaba a gobernadores y representantes del sector productivo del país, signar el documento.
Algunos como el “cetemista”, Joaquín Gamboa Pascoe, quien minutos antes provocara un murmullo generalizado y silbidos de fotógrafos con un discurso en el que hablaba desde la huelga de Cananea hasta la globalización, rechazaba la pluma BIC y firmaba con su Mont Blanc.
El procurador Eduardo Medina Mora también prefería su bolígrafo. Pero en medio de la rapidez atravesaría por un accidente de imagen, pues le quitaba el tapón con la boca y al darse cuenta de que se encontraba en público, lo retiraba de inmediato con una sonrisa. La canciller Patricia Espinosa, más sencilla, aceptaba la pluma que le ofrecía la edecán.
Todos los gobernadores firmaban, menos el gran ausente de los actos del Ejecutivo: el jefe de gobierno, Marcelo Ebrard. Tampoco se veía al nayarita, Ney González ni al sonorense, Eduardo Bours.
El chiapaneco Juan Sabines llegaba una hora tarde por enésima ocasión. A las mujeres, la yucateca Ivonne Ortega y la zacatecana Amalia García, las sentaban juntas.
Antes, el Presidente ya había explicado las 25 medidas del nuevo plan anticrisis, donde resaltaba el congelamiento de precios en gasolina y la reducción de las tarifas de electricidad.
Después vendrían los posicionamientos, que corrían de lo cómico a lo institucional y de los llamados a los reclamos, como el del Consejo Agrario Permanente, José Luis González Aguilera, que se atrevía a calificar de “agiotistas” a los banqueros, lo que provocaba que Calderón casi esbozara una sonrisa de sorpresa.
Pero de las tarifas telefónicas nadie hablaba, sólo esa voz que gritaba.
Por eso a su salida, Slim se defendía en una entrevista banquetera. “Compare los del celular con otros países (…) Les recomiendo que vean los precios”, remataba a una reportera.
Laura Vega, El Economista, 8 de enero.
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