Sin miedo al manotazo

Si hubiera necesidad de mostrar, con un solo ejemplo, la constante lucha de la prensa mexicana contemporánea por ganar espacio para las causas que impactan a la mayoría, recurrir a Carmen Aristegui no es mala idea. También en ella podrían resumirse las consecuencias de un estilo periodístico pocas veces reconocido en México: el social.

Galardonada con el María Moors Cabot (que otorga desde hace 70 años la Universidad de Columbia a la excelencia periodística en América Latina y el Caribe); varias veces ganadora del mexicano Premio Nacional de Periodismo y de otros reconocimientos nacionales e internacionales, Aristegui retiene otras medallas que no requieren ceremonias públicas.

Es de ella, por citar, el mérito ciudadano de mantener vivo el caso de Ernestina Ascensio Rosario, una anciana indígena de la sierra de Zongolica, Veracruz, muerta en condiciones que involucraron a diversos militares, pese a la intensa campaña de las autoridades para exculparlos. Fue Carmen quien mostró al mundo las grabaciones de las conversaciones telefónicas que mostraban al gobernador priísta de Puebla, Mario Marín, y al empresario textilero Kamel Nacif en negociaciones para violar los derechos de la periodista y activista Lydia Cacho, quien expuso a nivel internacional una red de pederastas que operaba con apoyo de políticos y empresarios.

Como pocos periodistas, Aristegui se concentró en el seguimiento del abuso sexual de menores por parte de sacerdotes en México. De la mano de Sanjuana Martínez, quien ha escrito libros sobre el tema, Aristegui mantuvo la atención permanente del país en este polémico juicio, y siguió paso a paso cada noticia.

Entre todas estas cruzadas, Carmen Aristegui ventiló una con mayores consecuencias: la referente a la ley sobre medios. Crítica del poder duopólico de las televisoras, generó mesas de diálogo y opinión nacional que, en voz de varios de los más reconocidos comentaristas del país, molestó a las más altas esferas. A principios de 2008 fue despedida del programa de radio Hoy por hoy que conducía en W Radio, a pesar de la enorme audiencia que la seguía.

Se escribió en varios medios de impacto nacional que detrás la salida de Aristegui estaba la voluntad presidencial, lo cual fue rechazado tajantemente en círculos oficiales. La comunicadora sostuvo, sin precisar los detalles, que su salida implicaba un acto de censura. Cierto o no, Aristegui estuvo un año en búsqueda de una nueva emisora que contratara sus servicios.

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM, presentadora de Canal 13 cuando pertenecía al Estado y actualmente con un programa que lleva su nombre en CNN en Español, la periodista regresa a la radio justo hoy, en el 102.5 de FM. Nadie espera que Aristegui se ande con medias tintas; muchos creen que dirá las cosas como son, sin pensar demasiado en los manotazos.
Alejandro Páez Varela, El Universal, 12 de enero.

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