El regreso de la diplomacia

En invierno de 2006, después de 25 años cumplidos en el Servicio Exterior Mexicano, Patricia Espinosa Cantellano tuvo que tomar un avión desde Viena para regresar a México. El presidente electo Felipe Calderón quería hablar con ella.

Los rumores que llegaban desde México a Austria, donde Espinosa tenía cuatro años al frente de la embajada mexicana en Viena, indicaban que el canciller del gobierno de Felipe Calderón sería Arturo Sarukhán, actual embajador en Washington.

En medio de la tormenta postelectoral, el Presidente electo trabajaba en la conformación de su gabinete, y las especulaciones sobre quién iría a cada secretaría de Estado eran el pan de cada día. El nombre de Arturo Sarukhán se daba como seguro para ocupar la Cancillería.

Primero en la campaña, y después durante el proceso de transición, Sarukhán condujo de manera eficiente los asuntos relacionados con la política exterior, y aunque no era amigo de Felipe Calderón, se mantenía muy cerca del primer círculo del presidente electo. Pero la política es una dama caprichosa.

A la hora de conformar el equipo de trabajo, los balances de género no cuadraban; Calderón optó por sacrificar a Sarukhán e inició la búsqueda de una mujer para la SRE.

La noticia de que el Presidente la quería ver sorprendió a Espinosa. Ella sabía que Lourdes Aranda, su amiga, compañera del Colegio de México y actual subsecretaria, así como la actual embajadora en Bélgica, Sandra Fuentes-Berain, habían sido entrevistadas por Calderón. Sin embargo, consideraciones de última hora, y algunas oposiciones políticas del propio partido del Presidente, cerraron las opciones y, al final, Calderón anunció el 28 de noviembre que Patricia Espinosa, una candidata que nadie había mencionado, sería la canciller.

A seis años de haber obtenido el rango de embajadora, Patricia Espinosa llegó a su oficina del piso 22 del edificio Tlatelolco, en la avenida Juárez, para iniciar el recuento de los daños.

El reto no era menor. Los caprichos de Jorge G. Castañeda, las limitaciones de Luis Ernesto Derbez y las imprudencias de Vicente Fox habían dejado en ruinas la política exterior. Las relaciones bilaterales con Cuba y Venezuela estaban congeladas y prácticamente rotas. La relación con Washington iba cada vez peor en materia migratoria, luego de que se derrumbaron todas las posibilidades de conseguir un acuerdo migratorio.

Algunos internacionalistas decían entonces, en tono de sorna, que Vicente Fox había logrado lo que ningún otro presidente: tener al mismo tiempo una mala relación con Cuba y con Estados Unidos.

A sólo unas horas de haber sido designada, Patricia Espinosa planteó en una entrevista con EL UNIVERSAL cuál sería su estrategia: se buscaría reconstruir las relaciones bilaterales con Cuba y Venezuela, y no fincar el éxito o fracaso de la relación con Estados Unidos sólo en el tema migratorio. “Se hará una política exterior de Estado”, dijo.

Las apuestas por Espinosa eran pocas; algunos daban a esta mujer —actualmente de 50 años y madre de dos hijos—, cuando mucho, un año al frente de la SRE. Aseguraban que después del primer año Sarukhán regresaría de Washington para tomar las riendas de la Cancillería.

Han pasado más de dos años desde que Espinosa llegó a la SRE, y pese a la poca ayuda que algunos de sus colaboradores le prestan, el saldo le resulta favorable.

Las relaciones con Cuba y Venezuela están restablecidas. En algún mes de este año, el presidente Felipe Calderón viajará en visita de Estado a La Habana.

La reanudación de relaciones con Cuba no ha estado exenta de críticas para la canciller, pues algunos expertos señalan que en el afán de restaurarlas el gobierno mexicano ha dejado de ser crítico de la situación de los derechos humanos en la isla.

Las relaciones con Venezuela caminan bien, incluso han aguantado algunas tormentas como la nacionalización de Cemex. Ambas naciones han logrado trabajar de manera coordinada, como lo hicieron para lograr la distensión del conflicto entre Colombia y Ecuador.

Con Washington la relación ha dejado de girar en torno a un acuerdo migratorio. En el tema del combate al narcotráfico se logró la firma de la Iniciativa Mérida, que aunque aporta recursos económicos prácticamente simbólicos a la lucha antidrogas, es un reconocimiento estadounidense de su parte de responsabilidad en el flagelo.

En el terreno multilateral se logró obtener un asiento como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Con el inicio de año, el fin de la administración Bush y el comienzo de la era Obama en la Casa Blanca, regresaron las versiones de que el embajador Arturo Sarukhán estará de vuelta. De ser ciertas, el presidente Felipe Calderón tendrá que tomar la decisión de sacar del gabinete a una de las funcionarias que mejores resultados le ha dado.
Carlos Benavides, El Universal, 16 de febrero.

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