Edita Cuba a escritores exiliados

BARCELONA, España (EFE).— La publicación en Cuba de autores nunca antes editados en la isla, como Guillermo Cabrera Infante o Reinaldo Arenas, no puede verse como un reconocimiento pleno de la literatura del exilio porque, según el escritor Rafael Rojas, son obviadas sus ideas políticas.
Rojas, escritor cubano exiliado en México, presentó ayer en la Casa América de la ciudad española de Barcelona su libro El estante vacío. Literatura y política en Cuba (Anagrama), en el que analiza las relaciones entre literatura y política en la Cuba revolucionaria y postsoviética.

La reciente tendencia a publicar algunos libros de autores anteriormente censurados es “una especie de bendición que da el Estado cubano al escritor como parte del patrimonio literario de la isla”, pero ignora que ese patrimonio “no está desvinculado de la biografía política de cada uno de sus autores”.

Según Rojas, el reconocimiento por vía de la edición estatal “está marcado por un proceso de escamoteo de la identidad opositora de muchos intelectuales exiliados”. El principal obstáculo para la apertura radica, en opinión de Rojas, en que el control del mercado editorial está en manos del Estado, que ha establecido un exitoso sistema de supervivencia basado en el posicionamiento de los opositores políticos como “sujetos antinacionales”.

Si bien existe una circulación de literatura crítica dentro de la isla a través del mercado clandestino, no hay datos sobre su alcance, mientras que la producción estatal llega a 8 o 9 millones de lectores, una cifra altísima si se tiene en cuenta que la población de Cuba ronda los 11 millones de habitantes.

Ese control está determinado, agrega Rojas, por la ideología del Estado cubano, que en el ámbito del proceso editor “no siempre ha sido igual de rígida ni ha limitado la circulación de ideas con la misma severidad”.

Así, mientras en la Cuba revolucionaria de los 60 o 70 no se publicaba a quien se iba de la isla, en años más recientes “lo determinante para asegurar la circulación” es el respaldo al sistema político insular”.

El autor también se refirió a las diferencias entre el mercado editorial en Cuba antes y después de la era soviética, y dijo que el gobierno de Fidel Castro reaccionó rápidamente a la publicación de textos en los que se criticaba al socialismo soviético a finales de los 80. “El pasado soviético de la isla se ha convertido en un tabú de la esfera pública cubana”.

El Universal, 18 de marzo.

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