Pancho Cachondo vuelve para enfrentar a los bejaranistas en la Cuauhtémoc; va con el PSD, “porque desde que dejé el PAN bajé de peso”

“No es lo mismo Pancho Cachondo a los treinta que Pancho Cachondo a los cuarenta... ¡Me estaba yo muriendo!”.

Sentado sobre la fuente de Plaza Popocatepetl, en la colonia Condesa, Francisco Solís Peón se balancea y, pensativo, con la mirada perdida sobre el horizonte mientras lo graba una cámara de video, susurra “me hice el bypass gástrico.” Y dice aterrado: “Me estaba muriendo”.

El ex diputado panista ha bajado 45 kilos. “Peso menos de 140 por primera vez desde la preparatoria”.

Cuenta que ya no visita los table dance y que ya no se “destrampa” como solía hacerlo hace un par de años.

“Hay que cuidarse”, afirma, pero aclara que aún frecuenta los bares y las cantinas.

Aún así, Pancho Cachondo sigue con la misma chispa, con los mismos deseos de sobresalir en la política. Y ahora más, porque el sueño es recurrente, casi obsesivo: “Voy a hacerles frente a los bejaranistas en la Cuauhtémoc”.

Y con ese entusiasmo que repiquetea en su mente, el controvertido legislador se aferra a poner un eslabón más a una cadena de triunfos: “la jefatura delegacional”. Lo dice como si la fama y gloria le fueran eternas.

—¿Buscas la delegación Cuauhtémoc?, el bastión de los bejaranistas, se le pregunta.

—Alguien tiene que hacerles frente, responde.

Luego añade: “Si nosotros no le hacemos frente a René Bejarano y compañía van a seguir ganando siempre”.

“Es como una gota de agua, tarde o temprano perderán. Vamos a ser más los que estamos dispuestos a ir a una urna y dar un voto consciente que cambiarlo por una despensa o venderlo por una botella de alcohol o por una chambita en la delegación y una lata de pintura”.

—¿Por qué por el PSD y no por el PAN?

—Porque desde que deje el PAN baje de peso.

“No. Creo que al PAN no voy a regresar, finalmente es un partido bonito al que entré alguna vez, pero le pasó a lo que la muchacha de mi pueblo: era muy bonita, muy hermosa, pero llegó a la capital y emputeció”.

—¿Están rescatando políticos?, Sodi, por ejemplo.

—Demetrio Sodi recibió su premio por echarse una candidatura suicida...

“Finalmente, en muchas delegaciones el PAN ha cruzado los brazos, ya se da por derrotado y ésta (la Miguel Hidalgo) es una de ellas.

—¿Qué tan viable es un triunfo en la Cuauhtémoc?

—No sé que tan viable sea, pero recuerdo el primer mitin al que asistí del PAN en 1981 para la presidencia municipal de Mérida y no fue nadie y poco tiempo después se ganó”.

Solís Peón hace una pausa, le da tiempo de acomodarse los tirantes y la camisa, y sigue: “El 70 por ciento del presupuesto delegacional se desperdicia en politiquería barata, en clientelismos, en esas cosas que ellos le llaman superestructura y que finalmente no es más que una minoría bien organizada”.

Por eso, sin pensarlo afirma: “Yo estoy acá no por el puesto sino por dar la batalla”. Luego agrega: “Yo quiero hacer historia”. Y remata: “Quiero arrebatarles a don René y su pandilla su modus vivendi que pagamos todos los ciudadanos, porque son nuestros impuestos”.

El 5 de julio Francisco Solís Peón, de 40 años, peleará la delegación Cuauhtémoc a Agustín Torres, el delfín de René Bejarano y Dolores Padierna, y los reta: “Hay grupo de ambulantes que me apoyan es cierto, en Tepito me apoyan, es cierto, y también de la diversidad sexual, feministas, de la sociedad civil... o sea, cubrimos todo, porque es la delegación más heterogénea de la ciudad”

—¿Qué ambulantes?

—Eso queda entre ellos y un servidor, pero lo notarán cuando empiece la campaña.

—¿Alejandra Barrios?

—Podría ser, a la señora la respeto y hay una buena relación.

—A Torres lo apoyan también los ambulantes

—Sí, pero no saben que 90 por ciento de los ambulantes no viven en la delegación, viven en el oriente de la ciudad. No son apoyos reales.

—¿Hay posibilidades de alianzas?

—Espero que sí.

—¿Con quién?

—Con el PRI

—¿El PRI?

—Podríamos platicarlo para ir en una candidatura común y si otro partido se quiere sumar, adelante, podría ser el Verde, Nueva Alianza, pero por lo pronto prefiero ir solo.

—¿Conoces la delegación?

—Bastante bien, pero hay partes que me fallan, sobre todo la parte donde no fui diputado, la sur-oriente.

—¿Los vecinos votarán por ti?, te han visto siempre en los table dance y en las cantinas.

—La gente de mi distrito sabe que sí soy eso, pero soy más.

“Soy Pancho Canchondo, pero también soy Francisco Solís Peón”.

—¿Entonces quién va a contender?

—Francisco Solís, pero también Pancho Cachondo, somos uno mismo.

—Y si llegas, ¿te veremos con un Ferrari?

—Eso si que no, no tengo ni coche. Cuando era diputado manejaba una Explorer, siempre me han gustado las camionetas grandes.

Justifica su postura: “Mi familia siempre ha sido de recursos y no nos compramos ni Ferraris ni BMW ni nada de esas cosas, porque es innecesario, porque no puedes llevar en la calle algo que vale más que la casa de alguien, eso es un insulto.

Pancho Cachondo construye su imagen a base de la popularidad que asegura tener intacta: “Todo México me quiere. Firmo 17 autógrafos al día en promedio, en los días de semana son más, muchísima gente me pide fotos”, asegura con voz firme.

Y antes de despedirse deja en claro que dará batalla, porque a él, “lo mismo vale el voto de una monja que el de una taibolera”.



Yucateco fuera de serie



El también conocido como diputeibol nació el 14 de julio de 1968 en la ciudad de Mérida, Yucatán, y se inició en la actividad política gracias al extinto panista Carlos Castillo Peraza, de quien iba a todos lo mítines. En el año 2000 fue diputado local por Acción Nacional y dos años después fue expulsado por aparecer desnudo con el logotipo del PAN en los genitales. En el 2008 le rechazaron su registro como candidato a diputado local en su estado natal.



Personalidad

“Ser gordo no es un trauma, yo tengo otro tipo de problemas, tengo dejos de exhibicionismo en mi personalidad. Yo creo que se puede ser feliz gordo, siempre y cuando se tenga la salud”, declaró en el 2002. Hoy bajó ya 45 kilos y asegura que dejó atrás los table dance y ya no se destrampa. Prefiere las cantinas.
Alejandro Cedillo Cano, Crónica, 24 de marzo.

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