Persevera Cuba en hacer confluir estéticas y culturas

La Habana, 30 de marzo. A lo largo de un cuarto de siglo, la Bienal de La Habana ha creado una mística gracias a la cual es posible la puesta en vida de la décima versión.

A punto de cancelarse debido al recrudecimiento de las condiciones económicas adversas, a las que se sumaron tres huracanes que entre septiembre y noviembre de 2008 devastaron parte de la isla, y para colmo la hecatombe financiera que azota desde hace meses al planeta, el gobierno cubano decidió seguir adelante, extremando “nuestras ya proverbiales principios de austeridad y racionalidad”, pero al mismo tiempo lanzando un mensaje y un ejemplo al mundo, según informa Rubén del Valle Lantarón, director de este encuentro multitudinario.

Además, agrega, “la bienal rinde homenaje a su progenitora natural, la Revolución Cubana, que arriba a sus primeros 50 años de vida, y a Fidel Castro, gestor de éste y otros proyectos estratégicos en la cultura cubana”.

Mística de una cruzada
Ante las inmensas erogaciones para paliar la dramática situación, explica el director de la Bienal de La Habana, “parecería un contrasentido destinar algún financiamiento a la realización de un encuentro con las características de una bienal, que precisa –aún en sus versiones más modestas– de sinúmero de recursos humanos, materiales y financieros. Sin embargo, la dirección del país decidió asumir el reto y ratificar la convocatoria de la décima edición”.

Resulta entonces fundamental “la solidaridad incondicional de los creadores, los amigos, las instituciones, las fundaciones y los gobiernos que históricamente nos habían apoyado. Al llamado respondieron de nuevo todos, en primer lugar los artistas, quienes asisten a la cita en una coyuntura internacional muy desfavorable, signada por una profunda crisis financiera que invade todos los sectores de la vida y la cultura”.

Un equipo intenso y extenso de curadores, especialistas, directivos, técnicos y trabajadores del Centro Wifredo Lam y del Ministerio de Cultura, entró en acción nuevamente en lo que Del Valle denomina “la mística de la Bienal de La Habana”.

Cuba se ubica así de nueva cuenta a la vanguardia cultural del mundo. Mientras otros se rasgan las vestiduras, coquetean o se entregan al mercado, al consumo y a las imposturas, la Bienal de La Habana ofrece alternativas, según explica su titular:

“Resulta ya una certidumbre –acuñada por muchos años de prácticas semejantes– que en nuestros países se tomen modelos foráneos como puntos de partida para proyectar nuevos empeños y realidades, regenerándolos y reformulándolos.

“Esa decodificación del modelo bienal desde la resistencia y el desafío, desde el forcejeo, la rebeldía y el empuje, probablemente propició nuestro actual empeño en continuar apostando por la Bienal de La Habana.”

Contextualiza: “en un entramado donde el modelo está en profundo cuestionamiento –crisis para muchos– y donde parecería que no tienen futuro, a pesar de los millonarios presupuestos que se destinan a actos similares en el mundo, La Habana persevera en la convicción del protagonismo del arte y de los artistas, así como en la imprescindible necesidad de propiciar un espacio donde confluyan estéticas, culturas que se mezclen, se nieguen o reafirmen en un terreno físico real, donde el público sea gestor y participante, actuante de primera línea, destino fundamental de tales empeños”.

Centenares de artistas del mundo, incluyendo un número importante de pintores de Estados Unidos, luego de 20 años de ausencia notoria, mueven el pulso del arte actual desde una isla luminosa. La batalla desde el paraíso.
Pablo Espinosa, La Jornada, 31 de marzo.

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