Armas, tema prioritario limitado por leyes de EU

Ante el deseo del presidente Felipe Calderón de que las armas provenientes de Estados Unidos no se usen contra la sociedad o autoridades estadunidenses, como ya apuntan contra los mexicanos, su homólogo Barack Obama ofreció trabajar para reducir este tráfico, aunque sin buscar modificaciones legales.

En este punto, el demócrata puso en claro que nadie tiene ilusiones de que será fácil restaurar la ley que prohibía la compra de armas de asalto, lo que llevó a Calderón a reconocer que es un tema “muy sensible” para los estadunidenses y por eso deberá buscarse una solución respetando sus derechos constitucionales y la decisión del Congreso.

Acerca de la reforma migratoria, otro punto toral de la relación bilateral en el que Calderón insistió, Obama reiteró su interés en “sacar de la sombra” a los indocumentados, pero no planteó un compromiso concreto para impulsar una iniciativa en el Congreso estadunidense. De hecho, puso mayor énfasis en la intención de crear una “frontera ordenada” y ofreció adoptar un enfoque de “sentido común y práctico” que beneficie a los dos pueblos.

Durante su primera visita de trabajo a México, el jefe de la Casa Blanca también prometió colaboración y corresponsabilidad, ya que “no se puede combatir esta guerra con una sola mano”, sin embargo reconoció, al igual que Calderón, que para ambos países no es un “objetivo realista” eliminar todos los flujos de drogas y de armas ilícitas, sino reducir el problema de forma drástica.

Como se esperaba, la seguridad –y concretamente el tráfico de armas– dominó el encuentro entre los presidentes de los dos países vecinos. Desde la ceremonia oficial de bienvenida, el primer presidente afroestadunidense reconoció el “gran valor” con que su colega mexicano ha enfrentado a los cárteles de la droga, que han plagado ambos lados de la frontera, y por eso resaltó la importancia de que las dos naciones se unan como socios plenos para detener el flujo de armas y dinero.

La misma composición de la comitiva estadunidense, integrada por nueve funcionarios, denotó el peso de la seguridad y de la economía en la agenda México-Estados Unidos: Jim Jones, consejero de Seguridad Nacional; Steven Chu, secretario de Energía; Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Interior; Larry Summer, director del Consejo Nacional de Economía; John Brenan, asistente del presidente en Asuntos de Estados Unidos; Jim Messina, subjefe de la Oficina de la Presidencia; Daniel Restrepo, asistente para el Hemisferio Occidental; Jeffrey Davidow, ex embajador en México y director para la Cumbre de las Américas, y Leslie Basset, encargada de negocios de la embajada.

En lo que significó el acto más concurrido que el ex senador por Illinois tuvo en México, con 600 invitados en la explanada Francisco I. Madero de Los Pinos, Calderón fue enfático en hacer un llamado a construir “una nueva era” en la relación, que se traduzca en una reforma migratoria y en alcanzar una responsabilidad compartida en la batalla contra la delincuencia.

El único momento en que el michoacano habló en inglés fue cuando repitió el “¡yes, we can!” de la campaña presidencial del ahora jefe de la Casa Blanca para invitarlo a alcanzar esta nueva era, concepto que su invitado retomó para prometer una asociación más fuerte. Los dos evocaron a John F. Kennedy.

Concluidas las tres reuniones programadas, Obama reiteró la postura tersa de su secretaria de Estado, Hillary Clinton, de reconocer la responsabilidad de Estados Unidos en la demanda de drogas y en que 90 por ciento de las armas recuperadas en México provienen de su país.

Pero al ser interrogado sobre su promesa de instaurar nuevamente restricciones a la venta de armas, que quedaron sin efecto en 2004, Obama respondió que aunque “tiene sentido” hacerlo, en este momento su gobierno buscará contener el tráfico ilícito de armamento con las leyes existentes.

El único anuncio concreto que hizo fue que llamará al Senado de Estados Unidos a ratificar un tratado interamericano de armas pequeñas, el cual fue suscrito por William Clinton, que en los dos periodos de George W. Bush no fue ratificado.

Llamó la atención en que la relación entre México y Estados Unidos no puede definirse únicamente por el narcotráfico, y por eso planean aumentar la infraestructura para incrementar el comercio, aumentar la energía limpia que puede producir puestos de trabajo a ambos lados de la frontera.

Calderón, si bien criticó que no se reinstale esta prohibición, también dijo que respeta la decisión del pueblo y del Congreso; incluso reconoció que es un tema “políticamente muy sensible, porque sabemos del enorme aprecio que los americanos tienen hacia sus derechos constitucionales, y particularmente, los consignados en la segunda enmienda”.

Como alternativa, planteó que se puede avanzar en aplicar la legislación existente para no exportar armas prohibidas a México y rastrear las que están en territorio nacional.

Pero después expresó: “Ojalá nunca esas armas, que hoy son vendidas en Estados Unidos y usadas en México, no llegue un día en que también se usen contra la sociedad americana o contra sus autoridades”.

Luego de que Calderón pugnó por alcanzar una reforma migratoria, el titular de la Casa Blanca reconoció que si bien como senador votó en favor de la construcción del muro fronterizo, también respaldó dos veces una reforma integral en la materia. Por ahora, ofreció crear una frontera segura para evitar que las personas “se mueran en el desierto” a causa de un proceso migratorio ilegal y desordenado.

Barack Obama y Felipe Calderón también dejaron ver de nuevo sus diferencias en el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), ya que el primero volvió insistir que se deben incluir los temas laborales y ambientales dentro del acuerdo y no que sigan como paralelos.

El presidente mexicano expresó que comparte la idea de avanzar en los capítulos laborales o ambientales, pero reiteró su preocupación en que reabrir el TLCAN pueda “estropear y empeorar” la situación actual cuando el libre comercio ha funcionado, y sobre todo en un contexto de crisis económica compartida por los dos países.
Claudia Herrera Beltrán, La Jornada, 17 de abril.

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