Obama, la voz de la esperanza : Calderón

Al final no hubo desaires, pues la clase política mexicana decidió asistir a la cena íntima de 100 personas con Barack Obama, la cual el presidente Felipe Calderón calificó como “la voz del cambio y la esperanza”.

Desde temprano, nadie pudo ocultar la emoción por el estadounidense. Incluso el Mandatario mexicano le quiso llegar al corazón con el que fuera lema de la campaña demócrata hace sólo unos meses: “Yes, we can”.

Fue una larga espera para ver al Mandatario 44 de Estados Unidos atravesar la alfombra roja de 80 metros de la explanada Francisco I. Madero.

En esos minutos, la esposa del presidente, Margarita Zavala, se paseaba de un lado a otro en el templete.

Después de 28 minutos, el vehículo llamado “La Bestia”, donde transportan al estadounidense entraba a Los Pinos. Obama descendía, saludaba a Calderón y bajo el cobijo de gritos y aplausos llegaba a saludar a Zavala.

Obama y Calderón empataban desde el principio al menos en la vestimenta, pues los dos portaban traje azul marino, corbata roja y camisa blanca.

En el pase de revista, Obama rompía el protocolo para acercarse a saludar a unos niños de la escuela Westhill, y después, casi se pasaba de largo antes de saludar a la Bandera estadounidense.

Al término, salía sonriente y partiendo plaza, junto con su comitiva entre los que se encontraban Jim Jones, consejo de Seguridad Nacional; Janet Napolitano, de Seguridad Interior, y asistentes personales de la Casa Blanca.

No hubo desaires

Por la noche, muchos políticos que habían decidido no asistir a la cena por los desinvitados, se arrepintieron. Entre los priístas, Emilio Gamboa, Rosario Green y César Duarte. Los perredistas tampoco se quedaban atrás, pues puntual llegaba a la cita la zacatecana Amalia García y el senador Carlos Navarrete. De empresarios Carlos Slim y Armando Paredes.

A lo lejos el escritor Gabriel García Márquez platicaba con Elba Esther, mientras que en otro grupo Napolitano hacía lo mismo con Fernando Gómez Mont.

El menú no era ligero, sino puramente mexicano, pues comprendía: camarones en pico de gallo, filete en salsa molcajeteada y barrilito de higo con salsa de zapote.

Calderón se veía contento con la visita, pues le reconocía que su administración tiene una visión más justa y comprensiva de la migración. Mientras que Obama, al frente de la sala mexica del Museo de Antropología, recordaba a Hidalgo, Benito Juárez y Lincon, y hablaba de que los derechos humanos básicos surgen no de la ley, sino del creador.
Laura Vega, El Economista, 17 de abril.

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