La trampas de la guerra fría

Las secuelas de la guerra fría, en la que Cuba y Estados Unidos fueron antagonistas prominentes desde 1959, están condicionando cualquier aproximación entre La Habana y Washington, según los hechos más recientes y las evaluaciones oficiales e independientes que se hacen aquí.

“Ni la audacia modernista de Barack Obama, ni el pragmatismo del general Raúl Castro alcanzan a sobrepasar un pasado de confrontación y un presente de crisis económica que mantiene a ambos en una posición delicada”, consideró un veterano diplomático acreditado en la isla.

Para esa fuente, que pidió mantener el anonimato, de momento los dos gobiernos lo único que pueden desplegar es “cierta voluntad de plática”.

La secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha dicho que una normalización de relaciones con La Habana no figura en las prioridades de la administración demócrata, aunque aun así los dos gobiernos se aprestan a relanzar “muy pronto” conversaciones sobre temas migratorios.

El jefe del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón, declaró el jueves 18 de junio que es “imposible imaginar una relación normal con Estados Unidos” mientras permanezcan condenados a largas penas de cárcel cinco agentes cubanos, que “monitoreaban” en Miami a “grupos terroristas”.

La Corte Suprema rechazó reexaminar este caso, con lo cual al gobierno cubano “sólo le queda negociar la puesta en libertad de sus agentes”, según entendidos. “No podemos tolerar que haya una nueva política (hacia Cuba) con Obama y se mantenga la convivencia con el terrorismo” contra la isla, dijo Alarcón.

Analistas aquí consideran que para alcanzar un “cambio sustancial” en las relaciones bilaterales “habría que esperar quizás hasta el segundo mandato de Obama, si es que lo logra, y a que el general Raúl Castro, si es que puede, enderece una economía que no acaba de levantar”.

El especialista en temas cubanos Alejandro Armengol escribió esta semana en el Nuevo Herald de Miami que “el petróleo es el que va a definir la relación futura entre Washington y La Habana” y puso en duda el criterio generalizado de que las fuertes restricciones al consumo de combustible en Cuba obedezcan sólo a falta de liquidez y a la baja en los ingresos petroleros de su aliado venezolano. “Más que una señal de descalabro económico valdría la pena preguntarse si se trata de un ajuste económico a la realidad, y lo que estamos viendo es el inicio de una política de choque, al estilo cubano”, dijo el analista en su interpretación de las reformas planteadas por el general Castro para hacer “eficiente la economía” nacional, con el petróleo como base y sin ceder el poder de su casi único dueño: el Estado.

Ejecutivos del sector dicen que Cuba busca convertirse en 2013 en el principal centro de refinación de petróleo del Caribe, con la vista puesta en EU, que procesa sólo 81% del crudo que consume. El proyecto en marcha implica una inversión superior a los 10 mil millones de dólares.

Pero ante esa perspectiva las dificultades sobran. El lobby anticastrista en Washington no quiere ni asomo de diálogo o cooperación. El reciente arresto de los presuntos espías Walter Kendall Myers y su esposa Gwendolyn, “prueba que La Habana sigue siendo una amenaza para la seguridad nacional” de EU, dijo la representante federal Ileana Ros-Lehtinen. “La mafia cubano-americana tiene fuerte presencia en Washington, en el Departamento de Estado, la CIA y el FBI”, consideró el analista local Reynaldo Taladrid.

En este contexto, dos meses antes de que el general Castro asumiera en febrero de 2008 la presidencia para un mandato de cinco años —finaliza con el primer ciclo de Obama—, en sectores políticos, académicos e intelectuales de la isla se daba por descontado que “una combinación generacional” crearía las bases para “la modernización” del sistema cubano a partir de 2013.

Al entonces vicepresidente Carlos Lage (57 años) y al canciller Felipe Pérez Roque (44), formados junto al convaleciente Fidel Castro, se le atribuían papeles “protagónicos” en la nueva etapa. Sin embargo, Lage y Pérez Roque se encuentran hoy en el más absoluto anonimato político, tras su destitución del gobierno en marzo pasado, la acusación de “indignos” que les hizo el propio Castro y la renuncia de ambos a todos sus restantes cargos públicos, mientras entre dirigentes del gobierno, el Estado y el Partido Comunista circulan tres videos en uno, con los pormenores de este caso, “una mezcla de grotesca simulación (en cuanto a la fidelidad de ambos al liderazgo histórico del país) y de espionaje”, según el decir de quienes han tenido acceso a esa información.

De ahí que la perspectiva cubana no sólo apunta al reto de un difícil diálogo con Obama o a la tabla salvadora del petróleo, sino a un relevo generacional que muchos isleños no vislumbran, cuando los fundadores del socialismo cubano rondan o se encuentran en el volátil círculo de los octogenarios.

Manuel Juan Somoza en La Habana, Milenio, 22 de junio.


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