2009 El Retorno del PRI

En las elecciones intermedias de 2009, el Partido Revolucionario Institucional vio reverdecer sus laureles con una victoria que lo puso cerca de conseguir la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y que fue acompañada por la reconquista de bastiones panistas, como los estados de Querétaro y San Luis Potosí y el llamado "corredor azul" del Estado de México; también le arrebató al PRD los principales municipios del oriente de la zona conurbada de la ciudad de México. Esta victoria pudo ser posible, entre otras cosas, por el voto de castigo a sus principales contendientes —el PAN, que equivocó estrategia y el PRD, que fue a las urnas dividido y a veces confrontado internamente.

A semejanza de las que ocurrieron hace seis años, y a diferencia de la de 2006, las elecciones del 5 de julio resultaron poco atractivas para el electorado, por lo que la abstención alcanzó 57 por ciento de los ciudadanos empadronados. Un elemento novedoso fue la presencia de un movimiento a favor de anular el voto, que circuló sobre todo por Internet: al final, su efecto mediático resultó muy superior al electoral: se anuló poco más del 5 por ciento de la votación efectiva, apenas el doble que en la elección intermedia anterior.

Una parte de la abstención se explica por el hartazgo ciudadano hacia los partidos políticos, percibidos como más interesados en ellos mismos que por los problemas de la nación. Otra, por la insistencia de parte de algunos medios de comunicación en la inutilidad de los partidos.

Los medios electrónicos volvieron a ser protagonistas. Esta vez, principalmente, por su queja ante la reforma electoral de 2007, que prohibió la contratación libre de espacios de propaganda de parte de los partidos, así como la contratación de publicidad política de parte de terceros ajenos a ellos. Posiblemente la intromisión de la pauta del IFE en medio de un partido de futbol y la serie de multas que la autoridad electoral le propinó a las televisoras —a menudo condonadas por el Trife— serán tan recordadas como la campaña misma. En cualquier caso, varios políticos y notablemente un partido, el PVEM, le dieron la vuelta a la legislación electoral, para promocionarse de manera indirecta en las televisoras.

Quien fijó la agenda de la campaña fue Acción Nacional. Se centró en la guerra que libra el Estado mexicano contra el crimen organizado. Era parte de una estrategia básica de supervivencia del panismo, que había detectado allí la principal fortaleza del presidente Calderón ante la opinión pública y que corría serios riesgos si permitía que el debate se centrara en la situación económica, caracterizada por la caída en la producción y el desplome del empleo.

El dirigente panista, Germán Martínez Cázares, le dio a esa campaña un carácter agresivo, insinuando —cuando no diciendo abiertamente— que el PRI había sido blando con la delincuencia organizada, o incluso su cómplice. Salvo respuestas puntuales, el PRI intentó desmarcarse del tema, llevar su propia campaña y aprovechar para sí la inercia política del momento: el desencanto hacia los gobiernos del PAN y la ausencia de una opción en un PRD más dividido que nunca. Al mismo tiempo, la promoción de la obra de algunas de sus figuras políticas —notablemente, el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto— abonó a la idea de que el PRI cumplía. La campaña del PAN, al poner la seguridad en la agenda, ayudó a evitar un colapso mayor; sin embargo, el estilo rijoso de Martínez contribuyó a crear la impresión de intolerancia en el partido en el gobierno.

El PRD resintió la resaca de una reñida disputa por la dirigencia nacional, que ganó entre impugnaciones Jesús Ortega, del grupo Nueva Izquierda, y perdió Alejandro Encinas, candidato cercano a Andrés Manuel López Obrador. AMLO promovió la coalición de los otros dos partidos del llamado Frente Amplio Progresista. Así, el PT y Convergencia llegaron a la elección federal con candidaturas comunes, bajo el lema "Salvemos a México" y usaron ampliamente la figura de López Obrador en sus campañas.

Adicionalmente, y tras un fallo del Trife que otorgó la candidatura de la delegación Iztapalapa a Silvia Oliva, de Nueva Izquierda, a costa de Clara Brugada, afín a AMLO, López Obrador aprovechó el apoyo del PT para sacarse de la manga una jugada política de tres bandas. Pidió a sus simpatizantes votar por Juanito, el hasta entonces desconocido candidato del PT, a quien le arrancó la promesa de que renunciaría, para ceder su lugar .
Francisco Báez Rodríguez, Crónica, 15 de julio.

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