Abusos sin freno en las vías de la migración

BUENAVISTA, Tab.— A lo largo de los 250 kilómetros de las vías férreas que cruzan por tierras inhóspitas de Tabasco y Chiapas, no existe más ley que la de los secuestradores y contrabandistas de humanos, señalan migrantes centroamericanos que utilizan sin otra opción el tren Chiapas-Mayab en su ruta hacia Estados Unidos.

Un indocumentado hondureño de una comunidad cercana a San Pedro Sula, acompañado de un grupo de ilegales que espera junto a las vías, resume la situación que padecen a lo largo del recorrido del ferrocarril: “Aquí uno no vale nada”.

Recuerda que la tercera semana de junio pasado, cuando descendió del tren para huir de una banda de secuestradores, a uno de sus compañeros le dieron un balazo y tuvo que ser trasladado a un hospital de Palenque, Chiapas. A otros, incluso, los asesinan y dejan sus cuerpos en cualquier lugar solitario.

Esta comunidad del municipio de Macuspana es un punto importante de la conexión ferroviaria, ya que aquí se localiza la fábrica cementera Apasco, denominación que también recibe este poblado tabasqueño.

El tren procedente de Tenosique, Tabasco, y Palenque y otros poblados chiapanecos, efectúa paradas obligadas en este punto, lo que facilita a los migrantes su abordaje.

Este también es un lugar donde agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) llegan a realizar operativos de persecución contra grupos de indocumentados.

Para conocer el diagnóstico de la situación de los migrantes en Tabasco, se solicitó en varias ocasiones una entrevista con el delegado regional del INM, Juan Jacobo Pérez Cornelio, sin que se obtuviera alguna respuesta.

Sólo con una pequeña mochila, una botella que llenan de agua en viviendas donde la piden regalada y una bolsa grande de plástico, útil en esta época de lluvia, a los migrantes se les observa reposar bajo la sombra de algún árbol junto a las vías.

A diferencia del personal del INM, a los que evaden huyendo hacia potreros y sitios montañosos, los indocumentados le temen más y sin pensarlo a la delincuencia organizada que opera en el ferrocarril.

Los migrantes refieren que estos grupos delictivos cuentan con “dedos” —informantes— por todo el recorrido del tren. “Están con los teléfonos hablando” para informar del panorama y del movimiento que realizan los migrantes centroamericanos.

Otro ilegal de Santa Rosa de Copán, Honduras, relata que el grupo delictivo que controla el trayecto ferroviario, es quien decide dónde debe detenerse el ferrocarril para asaltar y secuestrar a los migrantes a punta de pistola. Bajan a todos y se los llevan a un lugar apartado, donde les registran mochilas y la ropa que llevan puesta, con el objetivo de localizar si llevan algún papel con teléfonos anotados de sus familiares, y así hablarles y pedir rescate. También así detectan si va algún pollero independiente de ellos, a quien le quitan el dinero que ha cobrado.

De acuerdo con los indocumentados, en su mayoría son hondureños los que controlan el tren desde que pasa por Tenosique, Tabasco. Desde allí empiezan a someter y secuestrar a los migrantes. Así, lo que pensaban que era un viaje barato y seguro, ahora hasta les puede costar la vida, si no evaden a los bandidos.

Bandas hondureñas

Migrantes hondureños que salieron de su país antes del golpe militar que depuso al presidente Manuel Zelaya, lamentan que quienes participan en los secuestros, asaltos y homicidios durante su traslado a la frontera con Estados Unidos, sean sus propios paisanos bajo las órdenes del crimen organizado.

Entrevistados sobre las vías del ferrocarril, recuerdan que desde Tenosique se encuentran a los integrantes de la banda delictiva, quienes tratan de convencer a los indocumentados reunidos en ese punto de que ellos pueden trasladarlos hasta el vecino país del norte, sólo por la cuota de mil dólares.

Para ello, en las orillas de las vías del ferrocarril, a la salida de Tenosique, los invitan a pasar a comer a unas viviendas propiedad de personas asentadas en esa zona, que se las facilitan para realizar sus actividades ilícitas.

Sin embargo, las bandas operan a lo largo de la ruta del tren con la complicidad de vecinos de algunas comunidades por donde cruza el ferrocarril y tienen casas de seguridad en infinidad de rancherías.

El tren luego de pasar por Balancán y Tenosique, se interna a Chiapas y vuelve a entrar a Macuspana, Tacotalpa y Teapa; reingresa a Chiapas, por Pichucalco y Juárez; nuevamente cruza por Huimanguillo, Tabasco, hasta alcanzar el estado de Veracruz.

El grupo delictivo decide en que punto debe pararse el ferrocarril. Los integrantes de la banda que operan en tierra, esperan en determinado lugar al tren y si es de noche, con las luces de lámparas hacen señales y el maquinista, también en contubernio, detiene la marcha, y es cuando empiezan los abusos.

Roberto Barboza corresponsal, El Universal, 13 de julio.


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