Ecuador y Colombia, una relación en caída libre

BUENOS AIRES.— Con la vía diplomática absolutamente cerrada entre Ecuador y Colombia, la política del golpe por golpe —mediante la vía judicial o la política— cobró un dinamismo inusitado, que se presenta en un momento delicado para la región, cuando el golpe de Estado en Honduras ha servido para recalentar las ya tensas relaciones de muchos de los gobiernos sudamericanos entre sí y con Estados Unidos.

Los gobiernos del ecuatoriano Rafael Correa y del colombiano Álvaro Uribe mantienen una puja diplomática e ideológica desde la caída del campamento del líder de las FARC, Luis Édgar Devia, Raúl Reyes, ocurrida en marzo del año pasado, luego de una incursión del Ejército colombiano en territorio ecuatoriano. Ahí inició una pelea que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, nunca dejó de azuzar y que recrudeció en los últimos días, cuando la justicia ecuatoriana decidió reclamar la extradición del ex ministro colombiano Juan Manuel Santos, actual precandidato presidencial, acusado de ser el autor del operativo del año pasado.

“Una jugada fuerte, de concreción casi imposible, pero ideal para abonar la unidad de los países del ALBA, con Manuel Zelaya (derrocado presidente hondureño) pugnando por regresar al poder”, según la opinión de un ex canciller colombiano en diálogo con EL UNIVERSAL. En esa línea de reforzar al ALBA aparecen la renovación de las críticas al gobierno de Barack Obama y las diatribas antiimperialistas de los mandatarios aliados a Hugo Chávez.

Y todo coincide con el final de las operaciones estadounidenses en la base de Manta, que fueron resaltadas como un gesto de recuperación de la soberanía ecuatoriana. Una manera de fortalecer a la tropa, de “levantar la moral revolucionaria”, de acuerdo con la lógica de Chávez para los tiempos difíciles.

“El peligro es grande”

En medio de todo esto, al presidente de Costa Rica, Óscar Arias, se le agota el tiempo para la mediación. No en vano, el gobierno de Brasil rompió el silencio respecto a Honduras el pasado jueves, cuando el canciller Celso Amorim urgió a su par de EU, Hillary Clinton, en una charla telefónica, “a acelerar las presiones sobre (Roberto) Michelleti para que Zelaya regrese al país. De lo contrario el peligro es grande….”, según trascendió ayer en la prensa brasileña.

Del otro lado, la administración Uribe, que acaba de renovar sus credenciales con EU mediante un acuerdo para reemplazar Manta con tres bases militares, respondió al pedido de extradición de Santos con un video del jefe militar de las FARC, Jorge Briceño, Mono Jojoy, en el que habla de una supuesta financiación a la campaña de Correa en 2006. El video fue entregado ayer por Bogotá a la OEA y la veracidad de su contenido será también analizada por la Interpol.

Los rumores de vínculos entre las FARC y Correa estuvieron presentes en los meses previos a las elecciones de 2007 y, al caer en boca del excéntrico empresario y tres veces candidato a la presidencia colombiana, Álvaro Noboa, muchas veces perdían asidero.

Ahora la cosa es distinta. Correa está obligado a demostrar si son o no reales esas acusaciones. Nadie duda que tanto Bogotá como Washington eligieron el momento para dar a conocer la información: el último día de Manta, a fin de disparar múltiples suspicacias y una sola lectura. Los cambios de Washington para con Cuba no alcanzan al chavismo y sus distintas versiones locales.

Así lo demostraron las declaraciones de Robert Word, uno de los voceros del Departamento de Estado, cuando al renovar el apoyo a Arias, dijo el viernes que “Estados Unidos y sus socios regionales no quieren ver acciones que ayuden a inflamar las tensiones en la región. Tensiones que ya son bastante altas”.

Se refería, claro está, a Honduras. Pero por estas horas, lo que acontezca en Tegucigalpa también se convierte en una buena excusa para mantener la tensión en la región andina, allí donde Chávez y Uribe, dos líderes en pugna permanente, siguen siendo fieles a su propio estilo.
José Vales corresponsal, El Universal, 20 de julio.

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