Arrastran a niños flujos migratorios

Mientras Froylán regresaba a su pueblo natal en Michoacán, luego de vivir la mayor parte de sus 10 años en Carolina del Norte, Henemías dejaba Guatemala para cuidar una finca abandonada en Chiapas, y Alejandra cruzaba por enésima vez la frontera del norte por el trabajo de sus papás.

Los tres niños, que nacieron en tres países distintos -México, Guatemala y Estados Unidos- y zurcen su vida recorriendo fronteras, hablan de su experiencia en el marco del Foro de Niños Migrantes, realizado en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco.

Froylán no se acuerda, pero cuando tenía dos años cruzó la frontera entre México y EU con sus papás. A veces, cuando le da nostalgia de aquél país, le pide a su mamá que le recuerde cómo llegaron ahí, porque quiere regresar.

"Me cuenta que ella me traía cargando, que cruzamos por el río. Me cuenta que no podía correr tan rápido porque yo pesaba mucho y lloraba en el camino. Ella no sé si lloró, eso no me contó", explica el pequeño nacido en Chenalástico, un pequeño pueblo de Michoacán donde la gente habla purépecha, español e inglés.

Como casi todos los que se van de su pueblo, su familia migró por falta de trabajo. En Carolina del Norte, Froylán aprendió a hablar, conoció la escuela e hizo sus primeros amigos.

"Aquí nací y de aquí son mis papás, pero también soy de allá, porque allá fui creado y allá quiero regresar", remarca.



Peregrinar


Alejandra es como una pequeña gitana.

De agosto a diciembre la niña de 8 años vive en el pueblo donde nacieron sus papás y vive su abuela: Los Ramones, Nuevo León. Ahí cursa la primera parte del ciclo escolar y pasadas las fiestas navideñas agarra maleta, cruza la frontera y se va a Río Grande a alcanzar a sus padres. Su papá repara ahí tractores y su mamá es cajera en un Wal-Mart.

En esa ciudad texana vivirá unos tres meses y luego partirá a Minnesota, donde sus papás siembran y cosechan betabel, papa, maíz y trigo. Cuando llegue agosto, regresará de nuevo a Los Ramones, el único lugar que siente como su verdadera casa.

Alejandra nació en Washington. En el ir y venir de un país a otro dejó a sus dos hermanos, de 12 y 17 años, quienes no aguantaron el peregrinar de sus padres y decidieron instalarse en Texas de manera definitiva.

En inglés, su lengua materna, Alejandra platica que la familia debe irse a otro país porque en Los Ramones no hay trabajo. En español, su mamá María Elena lamenta que la familia esté fracturada.

"¿Por qué se tiene que abandonar nuestra tierra para progresar? Nuestro país es rico, ¿qué no habrá un lugar para cada uno de nosotros?", pregunta a punto del llanto.



Nuevo hogar


La finca abandonada donde Henemías vive con su familia, en la frontera de Chiapas y Guatemala, es casi como un sueño para el pequeño que nació del otro lado del Río Suchiate.

San Antonio Chicharras, que antes era un beneficio de café y ahora un cascarón de cemento y fierros abandonado, se convirtió en su casa y escuela. Aquí llegaron hace 5 años, luego de cruzar el río y surcar la orilla de Chiapas, hasta que su papá encontró trabajo como velador.

"En Guatemala no hay trabajo. Se consigue pero se paga muy barato, a destajo. Así no le sale la vida a uno. Mis papás se vinieron aquí para México, a Chiapas, y nos tiramos para arriba, por todo Tapachula", relata.

Henemías siente más este país como el suyo. Hace dos años regresó a La Igualdad, la ciudad donde nació, para visitar a sus familiares, pero no ve futuro ahí.

"En Guatemala no me gusta mucho. Fui dos años para allá, pero no me hallé. Mi casa es aquí en Chiapas, porque es hermoso y allá en Guatemala hay mucha suciedad, mucho peligro", señala.

Aquí tiene escuela, casa y su papá trabajo. La escuela es la cocina de la finca abandonada, que acondicionó un maestro del Conafe para dar clases a 12 niños; la casa son los antiguos cuartos de la finca, que se llenan de humedad, lodo y hongos cuando llueve; el trabajo del papá es cuidar la finca, algo que otros no se animan a hacer, como reconoce el propio Henemías.



Demandas


Ante Margarita Zavala, esposa del Presidente Felipe Calderón, los menores participantes en el foro exponen sus demandas.

Brandon, un niño de 10 años que vive en Tamaulipas, toma el micrófono y pide mejoraran las condiciones de trabajo en el país, para que su padre y hermanos, a quienes no ve desde hace años, puedan regresar de EU.

Eliseo, un niño que divide su vida entre la montaña de Guerrero y los campos agrícolas de Sinaloa, pide frenar el trabajo infantil.

"Como tu esposo es gobierno quisiera pedirle que los niños no trabajaran, que no permitieran que los niños trabajen, porque se pueden morir", señala.

Morelia, originaria de Baja California, aboga por los hijos de migrantes de otros países que no pueden estudiar en México.

"Hay muchos que no tienen acta y sin el acta de nacimiento no pueden estudiar", explica.




De un lado a otro

Un grupo de niños compartieron sus experiencias como migrantes.


Henemías. Dejó Guatemala con su familia y ahora vive en una finca de Chiapas.

Alejandra. Su vida transcurre entre Nuevo León, Texas y Minnesota.

Froylán. Regresó con su familia a Michoacán y extraña Carolina del Norte.
Daniela Rea, Reforma, 22 de octubre.

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