Le negaron sus manos para “el parto” tributario

Llegó al Senado tarde, solitario, demudado, ensimismado. Ignoró a la mujer disfrazada de Muerte Catrina que intentó saludarlo. Alguien cortó el hilo de sus pensamientos, le preguntó si ayer quedaría aprobado el paquete fiscal.

“Pues... no... no sé cómo vaya a salir el niño”, respondió el coordinador de los senadores del PAN, Gustavo Madero, con un dramático intento por sonreír, que quedó en lamentable mueca. Y se encaminó hacia su despacho; se volvió a meter en sí mismo, en su laberinto, con su silencio.

En un par de minutos llegaron los demás. Separados. Cada quien en su vehículo. Nadie sonreía. Evidente la incomodidad, la molestia.

“¡Mandamos a Madero a la fregada! Y ya les quedó claro: si el PRI no va con nosotros en el aumento al IVA ¡votamos en contra del mismo!”, manifestaba un enrojecido Federico Döring. Tras él, casi a la carrera, Santiago Creel. Tenía algo importante que hacer. Así, cuando se inició la sesión, fue evidente que era él, apoyado por Ricardo García Cervantes, quien daba indicaciones a sus compañeros para que no perdonaran la lectura de unos dictámenes. Más tarde insistió en que mandaría muy lejos a quien le pidiera que votara en favor, a quien fuera. Mientras, Madero, el sobrino del mártir de la democracia, seguía encerrado en su oficina.

Se vivían en la fracción del Partido Acción Nacional momentos de zozobra, de molestia, de desconcierto. Había de ellas, ellos, que recordaban lo acontecido la víspera, en Los Pinos: la molestia del jefe del Ejecutivo, las palabrotas que utilizó, algunas de las más fuertes, contra los grandes empresarios que eluden impuestos, y cierto reclamo al secretario de Hacienda. Después de todo eso, la petición al grupo de senadores para que le ayuden pese a lo difícil —“como en un parto”— que resulta el paquete fiscal.

Un parto. Quizá por eso la alusión de Madero de no saber cómo saldría el niño...

Casi una hora antes, entró al salón de plenos el líder de la bancada priísta, Manlio Fabio Beltrones, con algunos de sus colegas. Tranquilo, enfático al charlar con alguien de su confianza: “Quiere el Presidente apoyo, sus legisladores también, pues se lo damos. No vamos en contra. Pero que sean ellos los que lo aprueben. En 1995, los priístas solos aprobaron el IVA, y pagamos el costo. Y quede claro que es una medida transitoria, que están, estamos comprometidos a una verdadera reforma fiscal, a trabajar en ella cuanto antes”.

Notoria la intención de los representantes del PRI. Estar ahí, juntos, sonrientes. Presentes también los perredistas. Vacíos todos los escaños del lado derecho del recinto, según se le ve desde el frente.

Era en esos momentos, en otro lugar, cuando estaban encerrados los panistas, en lo más duro de la discusión, en su enfrentamiento, su negativa por mayoría de votos a aceptar —como se los pidió un día antes su líder real, como se los demandaba Madero— que sólo ellos votaran por el aumento al IVA.

Casi a las dos de la tarde, los integrantes de las comisiones responsables de dictaminar la Ley de Ingresos, los aumentos de impuestos, se fueron a otra sala. Duraron poco en ella. No llegaban los integrantes de la bancada del PAN que seguían en lo suyo.

Finalmente, Gustavo Madero fue al salón de plenos. Pidió a Manlio Fabio Beltrones que hablaran. Lo hicieron. El priísta se mantuvo en su posición. Y se levantaba la sesión, se citaba para este viernes.

Y se marchaba un hombre, demudado, con su soledad, en su laberinto...
Fidel Samaniego, El Universal, 30 de octubre.

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