Mucho mensaje de año nuevo del presidente Calderón y mucho repetir que 2010 será el año de la recuperación, y la opinión pública sigue insistiendo en lo contrario.
Un arranque de año difícil, con 55% que asegura que el incremento de los precios ha sido un duro golpe para su economía personal y ocho de cada 10 convencidos de que el alza de precios continuará durante el año, llevan a pensar a 83% de los entrevistados que en México la crisis todavía no termina y que difícilmente podremos hablar de recuperación en 2010; es más, el pesimismo es tal que casi seis de cada 10 piensan que este año la situación económica será aun peor que la de 2009.
Cierto o no, dado que la mayoría está convencida que la inflación continuará en los próximos meses, es de esperarse que el público rea- ccione en consecuencia y decida subir también los precios de los bienes o servicios que provee, por lo que terminará confirmándose lo que esperan y el recién estrenado gobernador del Banco de México habrá tenido la razón al pronosticar que el alza de los precios seguirá.
En estas circunstancias resulta preocupante ver que el margen de credibilidad del que goza el gabinete económico del presidente Calderón cada vez es menor, y para muestra sólo hay que observar que apenas 13% de los entrevistados tomó como cierto el argumento del secretario Cordero en el sentido de que el incremento de las gasolinas obedeció a la necesidad de reducir subsidios por falta de recursos, mientras 63% comulga con la acusación de senadores y diputados que insisten en que el aumento no era necesario y que lo único que pretende el gobierno federal es procurarse una bolsa de recursos adicionales para utilizarlos en las elecciones de este año.
Por lo visto, en México no sólo está cambiando el clima que nos sorprende con fríos y nublados a los que no estábamos acostumbrados, sino que también el carácter se nos está haciendo más taciturno y ese optimismo que solía caracterizarnos hace veinte años se está convirtiendo en una sensación de desánimo que difícilmente podrá cambiarse con mensajes televisivos de corte motivacional o argumentos macroeconómicos que no acaban de convencer a nadie.
Un arranque de año difícil, con 55% que asegura que el incremento de los precios ha sido un duro golpe para su economía personal y ocho de cada 10 convencidos de que el alza de precios continuará durante el año, llevan a pensar a 83% de los entrevistados que en México la crisis todavía no termina y que difícilmente podremos hablar de recuperación en 2010; es más, el pesimismo es tal que casi seis de cada 10 piensan que este año la situación económica será aun peor que la de 2009.
Cierto o no, dado que la mayoría está convencida que la inflación continuará en los próximos meses, es de esperarse que el público rea- ccione en consecuencia y decida subir también los precios de los bienes o servicios que provee, por lo que terminará confirmándose lo que esperan y el recién estrenado gobernador del Banco de México habrá tenido la razón al pronosticar que el alza de los precios seguirá.
En estas circunstancias resulta preocupante ver que el margen de credibilidad del que goza el gabinete económico del presidente Calderón cada vez es menor, y para muestra sólo hay que observar que apenas 13% de los entrevistados tomó como cierto el argumento del secretario Cordero en el sentido de que el incremento de las gasolinas obedeció a la necesidad de reducir subsidios por falta de recursos, mientras 63% comulga con la acusación de senadores y diputados que insisten en que el aumento no era necesario y que lo único que pretende el gobierno federal es procurarse una bolsa de recursos adicionales para utilizarlos en las elecciones de este año.
Por lo visto, en México no sólo está cambiando el clima que nos sorprende con fríos y nublados a los que no estábamos acostumbrados, sino que también el carácter se nos está haciendo más taciturno y ese optimismo que solía caracterizarnos hace veinte años se está convirtiendo en una sensación de desánimo que difícilmente podrá cambiarse con mensajes televisivos de corte motivacional o argumentos macroeconómicos que no acaban de convencer a nadie.
María de las Heras, Milenio, 11 de enero.
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