Cierran año de crisis

En este 2009, según cálculos desprendidos de cifras oficiales de la Sedesol y el Inegi, cada hora que pasaba 57 personas se quedaban sin trabajo y 753 mexicanos caían en la pobreza. Cada hora 34 hogares más dependían del empleo informal para vivir y una empresa cerraba tan sólo en el Distrito Federal. Con estos números se cierra en México un año de crisis que una arrendadora, un inquilino y un abogado laborista retratan con su experiencia.



'Me amenazan con el desalojo'

Con tal de que desaloje la vivienda, a Susana Contreras le ofrecieron apoyo económico para la mudanza.

La mujer debe ocho meses de crédito hipotecario desde que perdió su empleo como obrera en una fábrica de piezas automotrices.

Susana y su esposo, Rubén Morón, contrataron un crédito para comprar la casa de 28 metros cuadrados por 190 mil pesos. A ambos les descontaban de nómina el pago mensual hasta que ella se quedó sin trabajo porque la fábrica recortó producción por la crisis.

En agosto, el Infonavit envió una carta a Susana y le ofreció tres alternativas para resolver el adeudo: reestructurar con un convenio judicial, liquidar la deuda o desalojar.

"(Opción tres) Dación en pago, entregar la vivienda sin importar la condición en la que se encuentre, a cambio de un incentivo por concepto de gastos de mudanza", se lee en el papel, pero la orden de desalojo sería sólo para ella porque su esposo, quien trabaja como obrero, está al tanto de su pago.

"La carta llegó en agosto, luego, en octubre, empezaron a venir a amenazarme con el desalojo, que si no pagaba nos iban a sacar las cosas en la noche, que si no pagaba me iban a embargar. Ahorita aquí seguimos, pero siguen las amenazas", dice la mujer de 33 años, madre de dos niñas.

Susana Contreras vive en Lomas de Cuautitlán, una colonia ubicada en el lomo del cerro, donde las calles empiezan a perder el asfalto y la ciudad tira sus desperdicios; en lugar de parques, los vecinos recibieron un tiradero municipal a cielo abierto que desprende vapores nauseabundos en las tardes de lluvia y calor.

En las calles aledañas se ven al menos otras cinco viviendas desalojadas; algunas hasta tienen pegado el anuncio del Infonavit, desgastado con el sol y la lluvia.

"El próximo año va a seguir feo porque hay que ponernos al tanto con el pago de la casa, y la reparación también (...). No se ve que esto vaya a mejorar. No es así como nomás cambiarle de hoja al calendario", dice Susana.




Así lo dijo


"En octubre empezaron a venir a amenazarme con el desalojo, que si no pagaba nos iban a sacar las cosas (...) Ahorita aquí seguimos, pero siguen las amenazas".


Susana Contreras
Deudora del Infonavit



'No quedó más que pedirle el local'

En esta historia no hay final feliz. Elsa Reyes lo supo desde que doña Julia comenzó a retrasarse en el pago de la renta hace ya unos cuatro meses.

"Primero empezó a pagarme con retraso, si tenía que pagar el día 15 se iba hasta el 20; después, hasta fin de mes. Luego me pagaba de a 200, de a 100 pesos, al final, ya juntaba toda la morralla, pura moneda para completar".

Peso sobre peso, como dice la canción, cada mes tenía que juntar los 2 mil 800 de la renta de un pequeño local donde doña Julia tenía su cocina económica: 27 pesos por comida de dos tiempos y agua de sobrecito. Los clientes: albañiles o afanadores, casi siempre.

Aunque doña Julia resistió el precio de la comida al alza de los alimentos, los clientes dejaron de ir, y ella de comprar por mayoreo porque no alcanzaba. Cuando aparecía un cliente, mandaba traer un cuarto de bisteces, 5 pesos de blanquillo o unas tortillas. Los costos fueron subiendo, los clientes escaseando y el negocio no dio.

"Pues no me quedó de otra más que pedirle el local. Así no iba a poder. Debía un año de luz", dice Elsa, y cuenta un poco más: doña Julia era una mujer soltera que mantenía a sus tres hijos.

Detrás suyo, la cortina azul del la fonda está cerrada. Lleva así un mes.

Por ahí de octubre, el hijo mayor de doña Julia, de unos 13 años, dejó la escuela. Elsa lo sabe porque fue en ese mes que el niño cambió el uniforme por unos volantes donde anunciaba cursos y ofertas.

"Al niño mayor lo mandó a trabajar, y dejó la escuela", dice.

Ahora el local funciona como bodega de su tienda de abarrotes.

Esta historia no tiene final feliz. En la misma calle Moctezuma de la colonia Toriello Guerra, en Tlalpan, este año cerraron también el restaurante Villa Victoria y una tienda de abarrotes que ni siquiera alcanzó a tener nombre.




Así lo dijo

"Primero empezó a pagarme con retraso, si tenía que pagar el día 15 se iba hasta el 20, después hasta fin de mes. Luego me pagaba de a 200, de a 100 pesos, al final ya juntaba toda la morralla, pura moneda para completar".


Elsa Reyes
Dueña de local





'Montón de trabajo... y ni un peso' "¿Cómo ves? Con un montón de trabajo y ni un peso en la bolsa: así estamos", suelta el abogado laboralista Alejandro Hernández después de un trago de café.

Acaba de llegar de una cita de trabajo y, en breve, debe revisar otros expedientes. Tiene 30 minutos para platicar y mostrar el desempleo desde los ojos de quien defiende a los desempleados.

A diferencia de muchos mexicanos, Alejandro no se queja por la falta de trabajo: este año, la crisis y los despidos le duplicó el número de clientes, de quienes recuerda a los empleados que demandaron al dueño de una revista porque la crisis lo obligó a cerrar dos meses después de iniciar, a la señora afanadora que faltó por la muerte del papá, al contador que fue superado por un sistema computacional de cálculo.

"Lo primero que buscan los desempleados es demandar para vengarse del empleador. Las demandas laborales suelen ser carreras de largo aliento donde el objetivo es sacar el mayor dinero posible del empleador.

"Pero este año las demandas son menos resistentes. La urgencia de tener el dinero o el miedo de no encontrar otro trabajo hace que los despedidos acepten menos dinero del que les correspondería por ley, y, pues, eso también nos afecta a nosotros, que recibimos menos pago del que se pediría en una situación normal", explica.

Alejandro se muestra asqueado por lo que ve en el mundo laboral con o sin crisis: desde el coyotaje del "outsourcing" hasta el cambio de razón social de empresas con tal de no pagar la liquidación, pasando por los despidos de fin de año para evitar el aguinaldo o la amenaza de "boletinar" a quien demande.




Así lo dijo

"Pero este año las demandas son menos resistentes. La urgencia de tener el dinero o el miedo de no encontrar otro trabajo hace que los despedidos acepten menos dinero del que les correspondería por ley".


Alejandro Hernández
Abogado laboralista
Reforma, 31 de enero.

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