“Aún más agresiva” que la de Uribe, la posible presidencia de Santos, advierte Gustavo Petro

Bogotá, 17 de junio. Para Gustavo Petro, ex candidato presidencial por el Polo Democrático Alternativo, existe el riesgo de que la presidencia de Juan Manuel Santos, del Partido de la U y puntero para la segunda vuelta de este domingo, sea “aún más regresiva” que la del actual mandatario Álvaro Uribe, “porque no tiene la base popular del uribismo”. Esto, asegura, lo hace mucho más dependiente del ala ultraconservadora del Pentágono y el Mossad israelí. “Además de que será incapaz de romper con la parapolítica”.

Abanderado de la opción de la izquierda colombiana que no alcanzó los votos suficientes para contender en segunda vuelta, Petro sostiene que “la derecha fabricó el fenómeno de la Ola de Verde con apariencia de izquierda” e infló artificialmente las encuestas en favor de Antanas Mockus “para cerrarle el paso al Polo Democrático Alternativo, que era la única alternativa claramente distinta” a la de la clase dirigente. De hecho, la fuerza izquierdista quedó en cuarto lugar. “Así nos quitaron 50 por ciento de votos nuestros”.

Senador, economista de profesión y antiguo militante del M-19, Petro expresa en entrevista con La Jornada que si el presidente de Estados Unidos Barack Obama dejara atrás la estrategia antiterrorista que heredó de George W. Bush en Colombia y le diera prioridad al diálogo con América Latina, puede restarle espacio a las alianzas de Santos con los sectores más retrógrados del Departamento de Estado y el Pentágono. “Pero para eso el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, tiene que dejar de polarizar las relaciones hemisféricas”.

También explica su proyecto para una salida al conflicto armado: “No es la visión clásica de pasar por una negociación con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)”, dice, sino que “hay que obligarlas a transitar hacia la negociación arrebatándoles su base social”.

En esta línea, afirma, la tarea de la izquierda es “convencer a la sociedad de que esta guerra no puede ganarse con más guerra, que es precisamente la idea que le da fuerza al uribismo”.

Las interrogantes de Obama
–A Álvaro Uribe se le consideró el presidente más pro estadunidense de los últimos tiempos. ¿Cómo se sitúa Santos?

–En Washington hubo un cambio que la elite colombiana nunca previó. Cómo se mueva el presidente Barack Obama frente a América Latina va a ser determinante para el proyecto de Santos. Puede, por ejemplo, intentar relacionarse con América Latina fuera de la polarización. El problema es que Hugo Chávez no ha entendido esto y sigue presionando a Estados Unidos hacia la polarización. También puede cambiar su visión militarista para el combate contra el narcotráfico. Ya dio un primer y tímido paso en este sentido al reconocerlo como un problema de salud pública.

–¿Es optimista?

–No tanto. La diplomacia estadunidense es paquidérmica, se mueve muy lentamente. Y América Latina no está entre las prioridades de Obama, que ha dejado el manejo de la política de Estados Unidos hacia la región en manos del matrimonio Clinton. Ésa es una línea muy conservadora.

–¿Cuál es la responsabilidad de Estados Unidos en la consolidación de lo que usted define como un Estado mafioso?

–Los círculos que toman las decisiones en Washington saben muy bien que el problema de Colombia no es la hoja de coca sino la mafia se ha hecho del control del Estado a partir de la captura de la tierra. El problema es que Estados Unidos siempre pone sus intereses geopolíticos por encima de cualquier consideración. Y en esa medida le conviene la alianza con estas elites asociadas con las mafias y le conviene una estrategia militar contra las drogas. Ellos saben que no es eficaz, pero les da un predominio militar en la zona. Para quitarle el poder a las mafias de la droga, y eso lo saben bien, no necesitan fusiles sino jueces.

–¿Por eso mantienen el acuerdo que les da control sobre las bases militares?

–Las bases son herencia de Bush, bajo la tesis de la guerra contra el terrorismo, que Obama parece no compartir. El ala más conservadora del Pentágono ni siquiera estaba pensando en siete bases. Solo necesitan una, la de Palanquero, para tener el control aéreo de todo América del Sur. Fueron Santos y Uribe quienes ofrecieron las demás. Si se aplicara el tratado como está redactado, sería una ocupación militar en plena forma. Pero no se está aplicando.

–¿Por decisión de Obama?

–Esa es una interrogante. Hay un sector de la diplomacia de Estados Unidos que no quiere la polarización. Aquí es importante ver si el liderazgo latinoamericano es capaz de establecer un diálogo constructivo que sustituya la ausencia de diálogo actual.

–¿Va hacia allá la dinámica de América Latina?

–Depende mucho de Chávez; él es el polarizador.

Israel y el Mossad en los Andes
–¿Van a continuar las fricciones entre Colombia y Venezuela?

–Muy probablemente. Por factores históricos y objetivos, la política exterior venezolana se liga más al mundo árabe, por su diplomacia petrolera. La de Colombia, por su conflicto interno y las graves violaciones a los derechos humanos, se liga más a Estados Unidos y a Israel. Escapar de esta lógica, que no debe ser difícil porque Latinoamérica no está cruzada por este conflicto, permitiría a los dos países tener buenas relaciones. El problema es que Santos está muy ligado al Mossad y a la derecha venezolana.

–¿Cuál es el papel de Israel en este escenario?

–Fue Santos quien contrató la asesoría de Israel por varios millones de dólares para la reconstrucción de la inteligencia militar colombiana después del escándalo del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). Por la documentación incautada al DAS ahora sabemos que hubo una directriz del Mossad para infiltrar a las embajadas árabes, de Venezuela y Ecuador. Todo esto está en los expedientes del DAS “Bahía”, que están bajo reserva.

–¿Cómo se posiciona el Polo Democrático Alternativo frente a la guerra?

–Nos hemos distanciado de la idea clásica de una mesa de negociaciones con la guerrilla. Pensamos más en una salida política, específicamente en el conflicto rural, a partir de construir equidad social. Ahí hay una nueva concentración de la tierra en manos de la mafia y lo que hay que hacer es recuperar esos territorios, empoderar al movimiento de víctimas y desplazados para que reclamen y recuperen su tierra. La posibilidad de una pacificación pasa por una reforma agraria, por construir una sociedad rural mucho mas equitativa. Eso le quitaría gasolina humana al conflicto y colocaría a las FARC ante un cambio de mentalidad, que es indispensable.

–¿Quiere decir: destrucción de las FARC no por vía militar sino por la vía de quitarle base social?

–Sí. Y llevarla a la negociación por obligación. Porque sin base social a las FARC sólo le queda el camino del narcotráfico puro, en donde perdería poder político y se vendría abajo. Hay que darle a las FARC la opción de una salida de la guerra, no de la utilización de la negociación para fortalecer la guerra.
Blanche Petrich, La Jornada, 18 de junio.

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