Las deudas que deja pendientes el uribismo

BUENOS AIRES.— En la agenda del futuro ocupante del Palacio de Nariño, que, a decir de las encuestas, será Juan Manuel Santos, el delfín de Álvaro Uribe, aparece, en primera línea, renovar el compromiso con la lucha contra el narcotráfico y la guerrilla.

Pero el desempleo, ubicado en los dos dígitos porcentuales; la pobreza, en la que viven 20.6 millones de colombianos, mientras que otros 7.5 millones ocupan la categoría de indigentes, y el déficit fiscal, que ronda el 5%, serán otras necesidades urgentes del futuro gobierno que, además de los cárteles y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), enfrentará una lista enorme de deudas sociales que se fueron acumulando a lo largo de medio siglo.

“En cada elección se habla de lo mismo, de los temas que no ocupan el día a día pero se sienten día a día: la inflación, la pobreza, la marginación social, pero sólo se aumenta el número en esos ítems y no se atina a las soluciones”, explica el analista Bernardo Gutiérrez. Durante los ocho años de la presidencia de Uribe, los planes sociales fueron implementados y mantenidos aun en los periodos de crisis económica y Santos promete “mantenerlos, para pelear contra la pobreza de la misma manera que lo hicimos junto al presidente”, ha explicado el candidato.

“Si luchan así no vamos a llegar muy lejos. El número de personas que vive en la calle no deja de crecer y las carencias de educación y salud igual para todos siguen siendo una deuda con la sociedad. Aquí el pobre no tiene el mismo derecho a la educación y a la salud”, sostiene el antropólogo Alberto Melano.

Esa aparece como la principal deuda a saldar durante el posturibismo que se avecina y al que Santos, si gana, sin duda buscará darle su impronta personal. Ello, además de terminar por arrinconar a las FARC “hasta acabar con el conflicto”, como propone Santos, con medios semejantes a los empleados en los últimos ocho años: con la Política de Seguridad Democrática y la ofensiva militar con el aparato de inteligencia por delante. Los resultados, incluso el del pasado lunes, con el rescate de los cuatro policías, así lo imponen.

El nuevo gobierno buscará cerrar judicialmente los escándalos de la “parapolítica”, la “yidispolítica” (compra de votos en el Congreso), o los “falsos positivos”, temas, todos, que seguirán en el candelero, y sobre los que las instituciones “deben dar muestras de que se juzgarán y de que se tomarán los recaudos para que eso no vuelva a caracterizar a gobierno alguno”, explica el analista Andrés Hoyos.

En el plano internacional algo parece seguro: el alineamiento con Estados Unidos y el enfrentamiento con Venezuela y sus aliados, aunque una abultada votación a favor del futuro presidente colombiano podría parecerse a una alfombra sobre la que podrían caminar las diplomacias de estos países vecinos para rebobinar las relaciones bilaterales, al menos, al estado en que estaban en 2006.

Los guiños desde Caracas parecen ir en ese sentido —cuando Hugo Chávez dijo que saludará al ganador, “sea quien sea”—, y así lo prometió Santos, al avisar que su tarea es “tener relaciones con todos los países…” Dichos y promesas en ambas capitales que sólo se comprobarán sobre el terreno y después del 7 de agosto.

El que se va es un gobierno parteaguas, uno que puso un antes y un después en la historia política del país. Discutido y controvertido, pero tremendamente efectivo.

Todo parece indicar —a decir por la puja que ya abrió con el ex presidente César Gaviria (1990-1194)— que Uribe se resistirá al perfil bajo que caracteriza a todos los ex mandatarios. Esa sería otra tarea más —y titánica— para el futuro presidente posturibista: imprimirle estilo e impronta a una gestión con muchas deudas por saldar.
José Vales corresponsal, El Universal, 19 de junio.

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