Chávez, el favorito

El comandante Hugo Chávez está nervioso. Por más bromas, risas, aplausos complacientes y visitantes ilustres que pueda exhibir a toda pantalla, está nervioso.

Es que el próximo 26 de septiembre habrá elecciones legislativas para renovar la Asamblea Nacional y parece que no las tiene todas consigo.

Se elegirán 165 diputados y un 28% ya dice que votará por los candidatos de la oposición, mientras que por los del oficialismo se inclina un 27%. Un 52% dice que no está decidido, pero Hugo Chávez sospecha, con fundamento, que de éstos muy pocos están con él.

Algunas cosas las tiene bien atadas: seguramente conseguirá que sea la Unasur, con su amigo Néstor Kirchner al frente, la encargada de “controlar y garantizar‘‘ la “corrección y legitimidad“ del acto electoral.

También, a través del contralor General de la República, ha logrado inhabilitar y proscribir a varios candidatos opositores con arrastre electoral. Las amenazas y “las listas“ con los funcionarios tienen su efecto y el control de los medios —prácticamente todas las radios y buena parte de la TV—, para la propaganda oficialista está a la orden.

Poca credibilidad

Sin embargo, no todo es tan fácil como antes. La credibilidad de la Unasur es poca y no se podrán evitar algunos observadores neutrales y la presencia de prensa no amiga e independiente; además, no hay plata para repartos demagógicos y para colmo la crisis eléctrica ha anulado los beneficios de “generosidades” (aparatos electrónicos) pasadas. Tampoco se puede seguir con las proscripciones administrativas de los candidatos de la oposición, porque se trata de una ilegalidad demasiado flagrante.

Por otro lado, es imposible “esconder” el olor a podrido de los alimentos, que se descubren día a día, incluso en las últimas horas, con los que se podría haber alimentado a 25 millones de personas y que constituyen una demostración de ineficiencia y corrupción que no se puede tapar con las radios y televisoras amigas.

Además, globovisión

Y además, Globovisión. Si fuera por Chávez, ya hacía tiempo que la había cerrado, pero sus amigos le recuerdan el costo de Radio Caracas TV.

No pueden salir los Lula, Rodríguez Zapatero o Insulza a decir que Chávez es un gran demócrata y que en Venezuela hay libertad de prensa si cierra canales de televisión a su antojo porque son independientes e informan lo que a él no le gusta o porque lo critican un poco. En todo caso, que le busque una vuelta, y parece que eso es lo que está haciendo Chávez ahora con Globovisión. Desde la televisión dispone la intervención de un banco, reclama que varias personas vayan presas; incluso le pide a otro presidente la extradición de un banquero y anuncia —entre chistes y carcajadas— que es un accionista de Globovisión.

No es serio. Esta nervioso. Las próximas elecciones lo tienen asustado.

No es desatinado, además, pensar que utilice este nuevo hecho de la denuncia de Colombia sobre su ayuda a las FARC para tratar de motivar a los venezolanos en su favor.

La guerra siempre fue un recurso para conseguir el apoyo de los connacionales. El enemigo externo une.

Pero quizás en este caso “el conflicto” no se refleje en votos para los candidato oficialistas. Chávez lo sospecha. Puede entonces que su decisión sea mucha peor: que tome la guerra como excusa para suspender las elecciones. Sería muy malo que se sintiera avalado por algunos de sus “amigos” desde el exterior. Tanto con lo de Globovisión, como con lo de la suspensión de las elecciones. Es de confiar que no. Los negocios no pueden llegar hasta tanto.
Danilo Arbilla, El Universal, 25 de julio.

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