Unos 15 mil extranjeros han recibido atención en la casa San Juan Diego

Tultitlán, Méx., 2 de julio. La Casa del Migrante San Juan Diego, ubicada en Cerrada de La Cruz 15, colonia Lechería, ha dado atención humanitaria a más de15 mil migrantes centroamericanos que –cansados, sucios y hambrientos– llegan a la zona durante su viaje rumbo a Estados Unidos, informó Guadalupe Calzada Sánchez, coordinadora del lugar.

Fundada el 19 de enero del 2009, la casa está bajo el resguardo de la Iglesia católica y ha llegado a dar alojamiento a más de mil 700 personas en un mes, como sucedió en abril pasado, cuando repuntó el número de visitantes, “pero por fortuna aquí hubo alimento, ropa y servicios para bañarse, además de atención médica para todos”, comentó Calzada.

“Tener un espacio así fue un clamor de más de 30 años”, apuntó esta ama de casa, vecina de la colonia Chilpan de este municipio, cuyas vivencias como migrante mexicana le impulsaron a sumarse a redes de ayuda humanitaria.

Con el sacerdote Felipe Valdez Fajardo logró que el salón parroquial de la capilla de San José Obrero fuera acondicionada como lo que ahora es, La Casa del Migrante San Juan Diego.

Douglas Castro Castro y Anahí Cifuentes Alemán, de 17 y 13 años, originarios de Guatemala, son dos adolescentes que pasaron por la casa antes del allanamiento de ayer. Son menores de edad, pero los riesgos no los amilanan. Pidieron alimento, descansaron y luego continuaron su viaje a Estados Unidos.

Con un embarazo de tres meses, Blanca Azucena Pérez, de 23 años de edad, y su esposo, José Antonio Pérez, de 25, pidieron ser repatriados a su país de origen, “para que mi hijo nazca nicaragüense”, comentó la mujer.

“Todas las personas que se encuentran en territorio mexicano, sin importar de qué país son o si cuentan o no con documentación migratoria en regla, tienen derechos humanos garantizados por leyes nacionales; es como tiene sustento la operación de la Casa del Migrante”, comenta la encargada del lugar.

El refugio da alojamiento por 24 horas o un máximo de 48, a menos de que alguno de los migrantes enfrente algún problema que exija ampliar su estancia. Hay reglas que se deben cumplir: se prohíbe fumar, ingerir alcohol, decir palabras obscenas y crear conflictos. También se debe ayudar en el aseo y los trabajos de la casa.

“Aquí no hay espacio para migrantes mexicanos”, sentenció la encargada del lugar, al señalar que si acaso se da alimento y ropa a los connacionales que viajan de entidades del sur y se suman al flujo migratorio que llega a Tultitlán. Refiere que los mexicanos tiene protegidos sus derechos y pueden allegarse ayudas por estar en su país.

Otra razón por la que no se da alojamiento a los mexicanos es que pueden ser “enganchadores” –traficantes de migrantes– que sólo entran a la casa para contactar clientes. Migrantes que no quieren respetar las reglas optan por permanecer en las calles y pasar su estancia en Tultitlán pidiendo limosna.

La mayoría de migrantes –principalmente varones– que ingresan al sitio son de Guatemala y Honduras. Tienen entre 21 y 35 años de edad.

Atienden la casa unas cinco personas, entre ellas una cocinera, que se encarga de preparar un mínimo de 300 raciones destinadas a desayuno, comida y cena. En ocasiones la cifra se duplica.

El Instituto Nacional de Migración delegación Toluca, en coordinación con la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México, efectúa la repatriación voluntaria de migrantes, comentó Guadalupe Calzada, al explicar que la diócesis de Cuautitlán México, junto con sus 10 templos, el Sistema de Desarrollo Integral para la Familia del gobierno mexiquense, la alcaldía de Tultitlán y la tienda Walt Mart apoyan en el funcionamiento del lugar.

La casa está ubicada en una zona estratégica para la ola de migrantes que buscan el norte. Decenas de ellos caminan entre este cruce de vías en busca del transporte que, como a muchos mexicanos, los acerque al sueño americano.
Silvia Chávez González, La Jornada, 3 de julio.

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