Cambio climático: retórica sin acción

Lluvias como nunca. Sequías que dejan grietas en la tierra. Frío inesperado. Un sol de verano en pleno invierno. El clima está raro y sus rarezas causan dolores de cabeza a millones de personas en el país que padecen inundaciones o falta de agua. Y todo por culpa del cambio climático, dicen. Eso es lo que ha escuchado Gladis Rosario Pérez. Por el cambio climático ella y sus vecinos de Tenosique, Tabasco, vivieron con el agua hasta las rodillas apenas en septiembre pasado. Por el cambio climático, les afirmaron, se desbordó el río Usumacinta, se inundaron sus casas y perdieron sus pocas cosechas. Todo por el cambio climático.

En Tenosique, población cercana a la frontera con Guatemala, la gente siempre ha padecido los caprichos del clima. Pero ahora, dice Gladis Rosario, pareciera que el clima se está encaprichando más. Y Gladis escucha a los políticos, a los ecologistas y a mucha gente decir que esas lluvias extremas son efectos del cambio climático. Pero la ciencia, dice otra cosa.

Vulnerabilidad construida

No hay datos científicos suficientes que demuestren que las lluvias que este año se padecieron en Tabasco, Veracruz, Nuevo León o Tamaulipas son consecuencia del cambio climático. Lo dicen investigadores como Víctor Magaña y Cecilia Conde. Ambos del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM. También lo mencionan Manuela Brunet, copresidente de la Comisión de Climatología de la Organización Meteorológica Mundial.

Brunet visitó México la semana pasada y le preguntaron: “¿Las lluvias extremas de Veracruz y Tabasco son causa del cambio climático?”. Respondió: “Nadie puede afirmarlo, porque no hay evidencia científica”. Y es que la ciencia del clima requiere de mucho tiempo y de comparar datos.

El cambio climático —explica el investigador Víctor Magaña— se está convirtiendo en la justificación más fácil para muchos de los errores que se han cometido, una justificación para la falta de cumplimiento de las normas. Es necesario quitar la culpa de lo que se ha hecho mal.

Es el pretexto ideal para quienes no hicieron y no hacen su trabajo, remarca la investigadora Cecilia Conde. Los desastres —mal llamados naturales, dice— se componen de dos cosas: un evento extraño, anómalo y la falta de organización, el no aplicar los presupuestos, las leyes y los conocimientos que ya se tienen.

En antropología se habla de la “construcción social del desastre”. Víctor Magaña, experto en cambio climático, explica: “Seguimos cambiando superficies de selva y de bosque por zonas agrícolas, se siguen construyendo asentamientos humanos en zonas que ya sabemos que se van inundar. Se apoya el lucro de compañías que construyen casas sin revisar patrones de protección civil. Hemos construido nuestro grado de vulnerabilidad ante eventos extremos del clima al hacer un mal aprovechamiento de nuestro territorio”.

¿Y el cambio climático? Se le pregunta a Cecilia Conde. Lo que ahora sabemos es que con el cambio climático los eventos extremos van a ser más extremos. Por eso se necesita acelerar la prevención de desastres. Si nosotros no vemos los focos rojos, si no se actúa, entonces cualquier evento va a provocar un desastre. El cambio climático es nuestra mayor amenaza ambiental del presente siglo, dice Víctor Magaña. Y ante una amenaza, dice, hay que tomar medidas.

Desastres anunciados

El problema es que las medidas que se están tomando son demasiado tibias, acusan científicos y miembros de organizaciones no gubernamentales. El cambio climático está solamente en el discurso —señalan— pero en los hechos, poco se está haciendo para disminuir la vulnerabilidad que, durante décadas se dejó —y se sigue dejando— crecer con políticas que dan la espalda al medio ambiente.

En 2007, Villahermosa, Tabasco, quedó bajo el agua. Eso ya había sucedido en 1918 y 1999. En 2010 volvió a suceder en regiones de Tabasco, Veracruz, Tamaulipas, Nuevo León. Y la historia seguirá repitiéndose, alertan los científicos. Incluso, investigadores del Instituto de Geografía de la UNAM ya tienen identificados 400 poblados del país que pueden sufrir inundaciones graves. La mayoría de estos lugares tienen varias cosas en común: están en zonas que históricamente han sufrido inundaciones, tienen una mala planeación urbana, altas tasas de deforestación, rezago social y carecen de programas de respuesta inmediata a los fenómenos naturales. Muchos de estos lugares ya estaban identificados como zonas con riesgo de inundación mucho antes de que el cambio climático acaparara los reflectores.

La “construcción social del desastre” —como lo llaman los antropólogos— tiene una larga historia en el país. Por ejemplo, en la década de los 70, el gobierno mexicano integró la Comisión Nacional de Desmontes, dependencia que funcionó durante 10 años y que otorgaba créditos a los campesinos para que eliminaran la vegetación de sus terrenos y se pusieran a sembrar o a criar animales.

La Comisión Nacional de Desmonte ya no existe, pero aún se sigue motivando la deforestación. Para acceder a planes como Procampo y de fomento agropecuario, los campesinos tienen que demostrar que poseen tierras aptas para sembrar o tener ganado.

“No se ha tenido cuidado en las políticas de desarrollo agrícola en el pasado y, por fines políticos y económicos todavía se sigue con especulación territorial para crecer poblaciones en donde no debería ser”, dice José Sarukhán Kermez, de la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad (Conabio).

Sarukhán menciona que el país ha perdido entre 85 y 87% de las selvas tropicales. Lo peor es que esta deforestación no trajo beneficios para las poblaciones que viven en estas regiones, porque ellos siguen siendo marginados y pobres. “Si las cosas se hubieran hecho bien, esta gente no sería millonaria, pero estaría viviendo de mejor manera. Esta historia del país refleja una falta de atención, una desobligación enorme para el cuidado del patrimonio natural”, dice Sarukhán.

Investigadores del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM y de otras instituciones del país han advertido, por lo menos desde 1996, sobre la vulnerabilidad de México ante los cambios de clima, y en especial ante los escenarios del cambio climático. Hasta el cansancio han dicho que se tendrán problemas con el agua, la agricultura, las enfermedades, las costas, los asentamientos humanos.

Incluso, han sugerido que para disminuir la vulnerabilidad del país, un primer paso sería hacer cumplir leyes y ordenamientos que ya existen. Sus palabras encuentran oídos sordos. “Por qué se sigue dejando que la gente viva en donde no debe. Hay planes de ordenamiento, de protección a zonas ecológicas, pero no se respetan”.

En 2010, el país destinará cerca de 24 mil millones de pesos, cuatro veces más que años anteriores, en atención y reconstrucción de zonas afectadas por desastres naturales.

Los científicos que estudian el cambio climático ya advirtieron que los eventos climáticos, como huracanes y sequías serán cada vez más extremos. “Así que no habrá dinero que alcance para remediar desastres”, dice Magaña, especialista en cambio climático.

Por eso, insiste, hay que trabajar en previsión, pero sobre todo en revisar las cosas que el país ha hecho mal y revertirlas. “Eso implica enfrentarse a muchos intereses económicos, pero hay que hacerlo”.

Aún hay tiempo, dice. “A pesar de todo lo que hemos hecho en contra del ambiente, todavía hay posibilidades de disminuir la vulnerabilidad. Se pueden corregir políticas en agua, asentamientos humanos, agricultura”.

Mucho discurso, pocas acciones

En el exterior, México goza de reconocimiento y liderazgo en el tema de cambio climático, dice Fernando Tudela Abad, subsecretario de Planeación y Política Ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

El funcionario enumera las razones del reconocimiento: México es un país pionero en plantear un reporte voluntario de emisiones de contaminantes, el país tiene la mejor secuencia de inventarios de gases de efecto invernadero que cualquier nación en desarrollo, tiene cuatro comunicaciones nacionales (informes sobre las emisiones de contaminantes del país), tiene un estudio sobre economía y cambio climático, cuenta con una Estrategia Nacional de Cambio Climático y un Programa Especial de Cambio Climático. Este último se presentó en septiembre de 2009 y reúne 105 objetivos y 294 metas que deberá realizar el gobierno federal, para 2012, en materia de adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático.

México tiene un avance en la construcción de un marco conceptual, en los números, en conocer las posibilidades de acción, dice Adrián Fernández, director del Instituto Nacional de Ecología (INE). Pero, reconoce, “ya se acabó esta parte del bono analítico. Tenemos que avanzar en los hechos y en las grandes transformaciones”.

Para Carlos Gay, México “juega el papel de verde, pero la política interna no es consistente con esto”. Como ejemplo señala la falta de inversión e impulso a las energías renovables.

Fernando Tudela dice que las acciones se están realizando, que el Programa Especial de Cambio Climático lleva un avance de 30%. Aunque el secretario de Medio Ambiente, Juan Rafael Elvira dijo el miércoles pasado que se ha avanzado en 37%.

Ninguna de las dos cifras convencen a representantes de organizaciones no gubernamentales, sobre todo porque son las mismas secretarías de Estado las que evalúan el avance de sus compromisos. “Lo que queremos saber es cuáles son las acciones específicas que se han hecho, que están contabilizando para decir que están avanzando; cuál es la metodología que están usando para decir que se avanza”, explica Sandra Guzmán, del Centro Mexicano de Derecho Ambiental.

El Programa Especial de Cambio Climático señala que será hasta el periodo de 2013 al 2030 cuando se realice la “etapa de fortalecimiento de capacidades a gran escala”. Esto significa que será entonces cuando se adopten e implementen sistemas de producción agropecuaria sustentables, se erradiquen las medidas que incentivan el deterioro ambiental, se apliquen programas de reubicación de asentamientos humanos e infraestructuras de alto riesgo y políticas públicas enfocadas hacia la estabilidad climática y el desarrollo sustentable.

Desde finales de los años 90 —dice Gustavo Ampugnani, de Greenpeace México— se sabía que el país tendría problemas con el agua y los cambios climáticos. “Han pasado casi 20 años y estamos viendo esos problemas. ¿Dónde está el buen manejo de presas? ¿Dónde está la adaptación en ciudades costeras? ¿Dónde está la adaptación en el sector rural? ¿Dónde está el ordenamiento urbano? ¿Dónde están las innovaciones en política energética? Un país es líder en el tema de cambio climático no porque hospeda una conferencia de las naciones unidas, sino porque realiza acciones como detener la deforestación”.

Quien también tiene preguntas es Gladis Rosario Pérez, la tabasqueña que tiene como vecino al Usumacinta. Como ella, un millón 165 mil personas, de 372 municipios, supieron este año lo que es ser damnificado.

—¿A quién le reclamamos? ¿A la naturaleza? Ya no sabemos qué hacer. Desde 2007 nos estamos inundando. Vivimos en la orilla del río, del Usumacinta, es el mono sagrado, así le llamamos. Es un río muy caudaloso y empieza a subir, subir y subir y se desborda por donde puede.
Thelma Gómez Durán, El Universal, 7 de noviembre.

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