Para revertir el cambio climático hay que reducir el consumismo

¿Cuántos planetas Tierra se necesitan para que todas las personas en el mundo tengan el nivel de vida de un estadounidense de clase media? El doctor José Sarukhán Kérmez lanza la pregunta a un auditorio de estudiantes universitarios. La respuesta provoca caras de asombro: se necesitan tres planetas Tierra —con todo y sus bosques, sus lagos, sus selvas, sus ríos— para que los 6 mil 800 millones de seres humanos que hay en el universo puedan tener comida, por lo menos, tres veces al día.

En el 2050 se espera que existan 9 mil millones de personas. Para que todas tengan un nivel de vida digno, sin lujos, se necesitarían los recursos naturales de cuatro a seis planetas. Pero si esas personas quisieran vivir como un estadounidense de clase media, entonces serían ocho planetas.

Estos números los menciona el doctor José Sarukhán en muchas de sus conferencias sobre cambio climático. Son números con los que busca sacudir conciencias.

Desde hace ya algunos años, José Sarukhán recorre auditorios dando conferencias, hablando de los problemas que como ecólogo le preocupan: la deforestación, el uso irracional de los recursos naturales, la pérdida de biodiversidad, la degradación de los ecosistemas y el cambio climático.

Todos esos problemas ambientales tienen, en cierta forma, una causa: “Estamos demandando y consumiendo más de lo que el planeta Tierra puede producir y absorber. Estamos sobregirando brutalmente nuestra demanda de recursos y energía”.

En entrevista, el ex rector de la UNAM dice que la situación de crisis que vive la Tierra, y las desigualdades que hay en el mundo, deberían llevar a los seres humanos a tener una nueva ética sobre la relación que se tiene con el planeta, con el entorno ambiental y con los miembros de la misma especie.

¿Qué piensa de aquellos que niegan el cambio climático?

Hay suficiente información que nos da certidumbre de que el cambio climático es un problema derivado de la actividad humana. Hay gente que piensa que no; esa gente o está muy mal informada o está defendiendo intereses opuestos a que se tomen medidas para reducir los gases de efecto invernadero. El cambio climático es una realidad y entre más rápido lo aceptemos, más rápido vamos a actuar y menos costoso va a ser.

¿Qué tendría que estar haciendo México para comenzar a adaptarse al cambio climático?

Una acción es que el concepto ambiental cruce todas las políticas públicas. Eso no cuesta nada. Lo segundo es una concientización e información a la sociedad que está totalmente desinformada. Lo digo con conocimiento de causa. Doy muchas conferencias sobre el tema y, en todas, la primera reacción de la gente es: “No tenía idea, ¿cómo llegamos a esta situación?”.

Hay una falta de conocimiento enorme sobre el tema que los medios deberían tomar en cuenta. Los medios de comunicación no están cumpliendo con una función central de sensibilizar a la sociedad. Primero, informándose los medios bien, con información correcta, honesta y creíble. Segundo, transmitiéndola a la sociedad de la mejor manera posible.

En políticas públicas hay que evitar que existan desarrollos de poblaciones donde no se debe. Desde luego, la reducción de la deforestación es una de las cosas que debemos atender. Tenemos que llevarla a cero.

Además, hay que reducir las emisiones contaminantes con una industria más eficiente en el uso de combustibles. Hay que irse por las energías alternativas. Tenemos uno de los países con mayor insolación del mundo.

Hay un campo gigantesco en desarrollo tecnológico verde que, por un lado, ayuda a resolver los problemas del cambio climático y, por otro, es un estímulo al desarrollo industrial y a la investigación. ¿Por qué no podemos hacerlo?

¿Cuándo comienza su interés por difundir el conocimiento científico?

Desde hace 30 ó 40 años. Me parecía muy importante que la gente incorporase a su sentido de cultura el conocimiento de su entorno natural, de lo que vivía, de lo que le rodea; el conocimiento de los árboles, los bosques, las aves y las plantas.

Eso lo he tratado de hacer siempre con la ayuda de otros colegas que, como yo, piensan que es de suma importancia difundir el conocimiento científico.

Lo hicimos cuando estaba como presidente en la Sociedad Botánica; todos los domingos teníamos conferencias en la Casa de Lago. Luego en la Academia de Ciencias...

México está haciendo un esfuerzo muchísimo mayor de difusión de la ciencia que el realizado en otros países, como Estados Unidos. En Estados Unidos hay más investigadores que en México, pero no tienen esa misma proporción de esfuerzos en difusión. Si lo tuvieran, no tendrían esa sociedad tan enormemente ignorante, tan atrasada, tan oscurantista. Es una obligación de quienes estamos en la ciencia hacer difusión.



México también tiene una sociedad con una gran ignorancia científica, ¿cuál es el precio que paga un país por eso?

El precio que paga es una sociedad abierta a los merolicos de todo tipo: desde los astrólogos hasta docenas de grupos religiosos. Una sociedad abierta a explicaciones como que el sida es un castigo divino; cosas de ese tipo que son horrendas, que generan sociedades enormemente cerradas, ultraconservadoras y muy dañinas a la existencia de un país laico.

Entre más conozcamos qué es nuestro entorno natural, más vamos a ser capaces de ser cultos. Cultos en cuanto a nuestra posición en este planeta; en conocer cuáles son nuestras obligaciones con él y con nuestros congéneres.



¿La ignorancia científica y el cambio climático no son una buena combinación?

Seguramente que no. Atender en serio el problema del calentamiento atmosférico es cambiar el comportamiento de cada uno de nosotros, darnos cuenta de las consecuencias de nuestro consumo de bienes y de energía.

Si no entiendo de qué tamaño es el problema, de qué severidad están ocurriendo los cambios en los sistemas que regulan el clima, y no me doy cuenta de que son resultado de la cantidad de consumo que estoy haciendo, no avanzaremos. Ahí está el botoncito que solamente se puede apretar si la gente tiene sensibilidad de lo que está pasando en el país y el mundo; de ahí la necesidad de educar a la sociedad. Por eso es importante el papel de los medios.

Porque la lucha contra el cambio climático va a contrapelo de lo que toda la gente quiere tener: todo mundo quiere tener mejores estándares de vida, quiere tener varios coches, varias casas, consumir todo lo que sale nuevo, aunque no lo necesite. Eso va a tener que cambiar, no hay manera de sostenerlo. Si no lo hacemos, los costos sociales van a ser brutalmente altos. ¿Y quién los va a sufrir? No van a ser los principales consumidores de energía y de recursos, serán los cientos, miles de millones que están en áreas vulnerables, los pobres, la gente sin recursos. Eso puede derivar en una gran revolución global. Suena catastrófico, pero no está lejos.

Tenemos todavía tiempo de darnos cuenta de eso y tomar medidas serias para hacer los cambios. Porque de otra manera, los países que tienen la tecnología, la industria, el desarrollo, van a tener la capacidad de controlar y dominar. Suena como tragedia griega, pero no es un escenario imposible.



En el escenario actual, hay miles de pobres que mueren de hambre. Y se ve poco real que cambien las grandes empresas, que cambien quienes ahora tienen el poder...

El escenario en el que confío es en la capacidad intelectual, la creatividad, la bondad intrínseca de la mente humana, porque la hay y yo esperaría que esa gane. Que lleguemos a un punto en el cual se comprenda que ya no podemos vivir en este sistema económico que está basado en el consumismo total. Hay que buscar la forma en la que aquellos que ahora no tienen nada puedan tener un nivel de vida digno, adecuado a un ser humano. Y aquellos que tienen un nivel alto de consumo de bienes y de energía lo bajen. Entonces tendremos un mundo más igualitario, más justo.

Suena medio utópico.



Muy utópico...

Pero vamos por la utopía o vamos por la tragedia.



Hace tiempo, en una conferencia que impartió sobre cambio climático, una estudiante le preguntó: “¿Ante este problema global, qué podemos hacer?” Usted respondió: “De entrada, tener sólo tres pares de zapatos?”

La primera cosa que podemos hacer es informarnos. Si la sociedad no tiene noción de la velocidad en la que están empeorándose los problemas y lo inédito de los fenómenos que estamos viviendo, no va a ser capaz de tener una noción de que el problema es grande. Lo segundo es empezar a hacer presión con el gobierno, con la industria. Estar atentos con los productos que compran y cómo dejar de comprarlos. Al estar convencido de que el cambio climático es un problema, entonces empezar a cambiar hábitos. Daba el ejemplo de los zapatos porque, hay que preguntarnos si, en realidad, necesitamos cuatro pares de tenis. Hay que preguntarnos si realmente necesitamos tener todas las cosas. Sé que si digo esto en la Cámara Nacional de Comercio me callarían. Pero creo que el consumo se puede incrementar si le damos opciones a ciertos sectores de la sociedad que ahorita no tienen capacidad para comprar. A ellos hay que darles la capacidad para hacerlo y hacer productos para ellos, algo que tampoco se ha hecho. El mensaje que yo y muchos más queremos dar es el de la necesidad de racionalizar el consumo.
Thelma Gómez Durán, EL Universal, 26 de noviembre.

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